La situación no es distinta en Caracas. Según el último reporte del Gobierno del Distrito Capital, emitido el pasado martes, hay 58 mil personas (unas 11.600 familias) que han quedado sin vivienda hasta ahora, ante el silencio de sectores con recursos para tenderles la mano.
En el área metropolitana existen cuatro campos de golf. Solamente las dimensiones del Caracas Country Club y el Club Valle Arriba, por ejemplo, suman 123 hectáreas de terreno (1,2 kilómetros cuadrados) un poco menor que la zona construida de la Ciudad Universitaria de Caracas (164 hectáreas, equivalente a 1,6 kilómetros cuadrados)
Se trata de terrenos completamente planos, ubicados en el centro del valle de Caracas, y donde además de los beneficios que proporciona para el ambiente la arborización de sus áreas, la mayoría de los ciudadanos deben conformarse con admirarlos desde afuera, pues son espacios exclusivos para los pocos que practican golf y que tienen dinero para pertenecer a los clubes.
Esto contrasta con la situación de miles de personas que deben padecer las calamidades, (incluso la muerte) de vivir en zonas escarpadas, inseguras y al borde de las quebradas.
Para el ingeniero Rafael Argotti es factible construir soluciones habitacionales en ambos campos de golf, sin alterar las condiciones paisajísticas de estos lugares que sirven como pulmón vegetal de la ciudad y proporcionando los urbanismos y servicios a las familias que habiten allí.
“Ciertamente estos campos están en los mejores terrenos, en las zonas más planas y al ser las más planas son las más seguras lo que permitiría atender las contingencias de este tipo”, expresó Argotti.
Explicó que en 123 hectáreas es posible la construcción de urbanizaciones de baja densidad (edificios de cuatro pisos y pocas viviendas). Afirmó que, haciendo un cálculo general, podrían construirse 250 edificios de 16 apartamentos cada uno que permitirían albergar a unas 4.000 familias promedio (es decir, de cinco miembros) equivalentes a 20.000 personas en total. Estas cifras son cerca de la tercera parte de las que se encuentran actualmente en refugios.
“No es ninguna locura lo que está proponiendo el Presidente. En el pasado, a la gente del pueblo la excluyeron y mandaron para los cerros a construir”, expresó el ingeniero constructor.
Por su parte, la arquitecta Cecilia Naranjo explicó que en virtud de que estos campos están ubicados al centro del valle de Caracas es pertinente que las edificaciones sean bajas para que la altura no frene el libre tránsito de las corrientes de aire.
Precisó que los urbanismos ocuparían el 70% del área (unas 80 hectáreas) y el otro 30% sería para zonas verdes y de servicios, vialidad, locales comerciales, escuelas, entre otras.
Agregó Naranjo que las edificaciones bajas presentan otras ventajas: son de más rápida construcción y no requieren ascensores que deben importarse, lo que retarda hasta tres años la culminación de las obras que, en vista de la contingencia, son urgentes.
Una urbanización como ésta tendría una densidad poblacional de un poco más de 16.000 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que sería inferior a una parroquia de mediana densidad del municipio Libertador, como por ejemplo, La Candelaria, afirmó.