Desparecieron las colas, porque también desaparecieron los productos a precio controlado. El consumidor parece haberse olvidado de los precios regulados y se acostumbra a comer cada vez menos a precios más elevados.
El venezolano sobrevive cada minuto. Se despierta y no sólo piensa en las actividades del día, sino también en las comidas del día. Se levanta, va a la nevera y la escena es desoladora.
El venezolano lucha por sobrevivir el hambre. No se trata sólo de quien no tiene trabajo o un ingreso estable. El drama es para quienes se han desempeñado durante años en oficios y quienes cuentan con carreras universitarias y postgrados. El poder adquisitivo se reduce a expresiones ínfimas, cada vez con más rapidez, mientras los precios suben a una aceleración nunca antes vistas.
El venezolano “come con imaginación”. No se trata de que el acto de comer sea un delirio o alucinación, sino que sale adelante con los pocos productos que tiene a disposición. Sin embargo, esto no es garantía de alimentación.
Las dificultades que enfrenta el venezolano para nutrirse se aprecian día a día en los comedores de empresas e instituciones, donde los trabajadores se alimentan con preparaciones no balanceadas, ya que incluso en ocasiones no tienen qué colocar en sus viandas.
Si se estima que el bono de alimentación por día es de Bs. 4.500, tampoco resulta posible adquirir un almuerzo o cualquier otra comida en la calle, ya que supera los Bs. 6.000.
Además, la mayoría de los trabajadores destinan este para el consumo de la familia, puesto que el salario mínimo de Bs. 65.021 mensual (Bs. 2.167,3) resulta insuficiente para sufragar los gastos del hogar. Esto a pesar de que la figura del bono de alimentación, ahora denominado socialista, se creó para costear una comida del trabajador al día, preferiblemente la interjornada.
“El dinero y la tos no se pueden esconder”, dijo una vez el presidente Carlos Andrés Pérez. El hambre y la pobreza del venezolano tampoco.
Estos males se llevan a cuestas y en el rostro. En la complexión física que luce con kilos de menos de peso y no tan saludable. El venezolano no se alimenta bien ni adquiere la Canasta Alimentaria Familia (CAF). Se alimenta de grasas y unas pocas harinas que adquiere a precios que no se corresponden con lo establecido en la ley, impuesto por el Gobierno, los cuales no están a disposición de los usuarios.
Desparecieron las colas, porque también desaparecieron los productos a precio controlado. El consumidor parece haberse olvidado de los precios regulados y se acostumbra a comer cada vez menos a precios más elevados.
Sin colas y sin comida
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas – FVM), institución que realiza seguimiento a 13 productos básicos desde hace 14 años, señala que parte de los artículos revisados no se consiguen en el mercado, a diferencia de meses atrás cuando se reportaban largas colas en los supermercados para adquirir estos, aunque su oferta fuese limitada.
Óscar Meza, director del Cendas, refiere que en la actualidad no se aprecian colas, porque el producto desapareció del mercado y no por la normalización de su oferta, tal y como ocurrió con el pan. “La Sundde (Superintendencia de Precios Justos) logró efectivamente eliminar las colas del pan destruyendo la oferta de este”, comentó.
El Gobierno intentó imponer la venta de pan francés a Bs. 100, pan canilla a Bs. 250 y pan campesino a Bs. 550. El producto ya no se encuentra y desde hace un mes no se consume.
Detalló que igual situación ocurrió con la oferta de productos regulados de primera necesidad, que se hallan en el mercado sin control por número de cédula porque se vende a precios superiores a los establecidos en regulación.
El empaque de 200 gramos de café se vende en Bs. 3.200 y guarda un precio regulado por medio kilogramo de Bs. 3.185.
Se enfrenta el venezolano entonces a una nueva problemática, puesto que se desconoce si los precios están en vigencias o no. Los supuestos nuevos valores ahora no aparecen en gaceta, pero sí marcados y su venta es permitida, lo que hace que la ciudadanía cuestione el control.
El precio de referencia tomado en cuenta por el Cendas, hasta la fecha, es el establecido en el portal web de la Sundde.
Según la regulación, el kilogramo de harina de maíz precocida cuesta Bs. 669, siendo este uno de los últimos ajustes hechos por la superintendencia, lo cual tuvo algunas repercusiones. Sin embargo, el producto a este precio no se encuentra en el mercado. Para adquirirlo se pagaron en mayo Bs. 4.852,17, no obstante en la actualidad el precio en el mercado informal oscila entre los Bs. 8.000 y Bs. 10.000.
Se vuelve aún más exponencial la opacidad y falta de transparencia del Gobierno y los sistemas de controles. “Hay una opacidad enorme, pero me imagino que el Gobierno lo hace de manera deliberada, para que así cuando quiera sancionar un comercio, busque estas resoluciones y le diga que el kilogramo de arroz está regulado en 120 bolívares, pero nadie lo consigue a ese precio. En el mes de mayo el precio promedio fue de 4.653,85 bolívares”.
La diferencia entre el precio regulado y de oferta del arroz es de 3.778,2%.
El kilogramo de leche en polvo está regulado en Bs. 70 según Gaceta Oficial, precio que parecería fantasioso para algunos consumidores, ya que en mayo se adquirió en un precio promedio de Bs. 15.264,58. La diferencia porcentual con respecto al precio Sundde es 21.706,5%.
El kilogramo de queso blanco duro está regulado en Bs. 38,35 y el precio real promedio es de Bs. 12.956,88; la diferencia es de 28.470,7%.
Meza calificó el escenario como tragicómico y patético. Aseveró que el mejor ejemplo de esta distorsión lo representa el valor a pagar por el cartón de huevos (30 unidades), que fue fijado en noviembre de 2015 por el vicepresidente de la República de aquel entonces, Jorge Arreaza, en Bs. 420 (Bs 1.200 era el precio promedio para la fecha). En la actualidad el precio promedio del producto es Bs. 13.251,43, y su precio máximo puede ser hasta de Bs. 15.000.
Con base en estos montos se puede calcular que el costo de un huevo (unidad) es Bs. 447, es decir Bs. 27 más que el precio regulado para el cartón. “Esto es casi un chiste”, comentó.
En términos generales los 13 productos a los cuales hace seguimiento el Cendas, registran un promedio de 7.824,1% de diferencia con respecto a los precios establecidos formalmente en ley.
Uso político de una medida sin efecto
Meza manifiesta que el Gobierno Nacional, en conocimiento de la situación imposible de ocultar, juega a hacer un uso político de la situación. Cuestiona el paradero de “los comisarios políticos” que inspeccionaron y confiscaron panaderías meses atrás. “Es a ellos a quienes se debe preguntar por qué no hay pan”, comentó.
A su juicio el Gobierno fracasó en la política de precios, escenario que se avizoró desde febrero de 2003 cuando inició el control de precios en el mercado. La historia mundial ha demostrado que estos planteamientos resultan en un rotundo fracaso, salvo que se aplique durante cortos periodos, tras situaciones de calamidad pública o postguerra.
Mantener el control por razones políticas, de hostigamiento al sector privado y expropiación de los medios de producción, trasfondo de la visión primitiva e ideológica del socialismo, se ha demostrado que no funciona.
El director del Cendas explicó que estos productos “a precios ridículos” desaparecen y aunque el instrumento no tenga ninguna aplicabilidad en el mercado ni beneficio para el consumidor, porque no existe oferta que los exprese, para el Gobierno sigue teniendo peso político, ya que pueden basarse en la aplicación de estas resoluciones, fuera de contexto, para cuestionar, reducir y marginar las actuaciones de los empresarios y comerciantes, a fin de controlar la economía.
En opinión de Meza las cajas y bolsas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, sustituyeron los precios justos. Pero esta oferta es insuficiente, por lo que ahora se ofrece a una regularidad más distanciada.
Esta no es la solución para los problemas que atraviesa el país, que ya no sólo está sumido en el desabastecimiento, sino en un nivel más agudo de limitación de la oferta, lo que genera hambre.
Las cuentas de la familia
Las familias venezolanas, con esfuerzo, se alimentan una o dos veces por día, ya que si se estima el costo publicado por el Cendas, de Canasta Alimentaria Familiar (CAF) de mayo, de Bs. 990.918,92, se calcula que se requieren más de 15.2 salarios mínimos para adquirirla o cinco ingresos integrales mínimos (incluido bono de alimentación). El monto necesario diario sería Bs. 33.030,63.
Frente a este drama, Meza calificó “el hambre como la prueba ácida de la dignidad humana en este momento”.
En tal sentido, acotó que ante el llamado a la resistencia, no se hace referencia sólo a la actividad de calle liderada por jóvenes venezolanos, sino también a la “resistencia al hambre”.
La oferta de los importados
Sobre la oferta de productos importados, marcados a precios superiores a los regulados, ya que se calculan con base en la tasa del dólar que estuvo disponible para la adquisición (el dólar paralelo), recalcó que son estos los disponibles en el mercado, pero es el consumidor quien asume el mayor sacrificio: adquirirlo o tener menos opciones para comer.
Se trata entonces de los resultados de una economía dolarizada en sus precios, pero no en los ingresos de sus ciudadanos, que se pagan en bolívares.
Si se estima que el objetivo de indicadores como la CAF y la Canasta Básica Familia eran medir los niveles adquisitivos de los venezolanos, es posible señalar que el salario mínimo recientemente ajustado, sólo permite adquirir el 6,6% de la CAF.
El costo de la Canasta Básica de mayo fue de Bs. 1.426.333,28. El ingreso mínimo de una pareja con tres hijos, es de poco más de Bs. 130.000, si se estima que sólo trabajan papá y mamá, lo que ni siquiera representa el 10 % del indicador.
Problemas económicos que generan hambre
Respecto a la diferencia del 7.856 % entre precios fijados en gaceta oficial y precios de mercado de productos de primera necesidad, el economista y docente de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Luis Oliveros, expresó que se trata de un problema de producción y de oferta, por tanto de libre mercado.
Acotó que los productos que se hallan en los mercados informales crecen de precios a ritmos acelerados e importantes, mucho más que la inflación normal, lo que genera un efecto de retroalimentación mutua, ya que cada día hay menos productos y mayor demanda; el venezolano por tanto, paga precios muy altos por bienes que no se consiguen. Dichos precios seguirán aumentando porque cada vez serán menos los bienes, si no se corrigen las trabas de mercado.
Al consultarle si luego de un recio control de precios, la actitud del Gobierno de permitir que se introduzcan al mercado productos a valores superiores al normado, es un reconocimiento implícito de los costos de producción expresados por los agroindustriales y de la inflación galopante, el economista manifestó la mayoría de los precios que se aprecian en el mercado son de origen importado.
“El Gobierno se hace de la vista gorda con los productos que vienen de otros países con precios elevados pero se muestra férreo con los productos nacionales”, comentó el analista, quien citó el caso de la harina de maíz precocida y la propuesta de precio de Bs./k 770, hecha por la agroindustria y los sectores productivos.
Califica la política del Gobierno como perniciosa y nada beneficiosa, ya que limita la producción nacional y el desarrollo de garantías para los empresarios, lo que impulsa la importación y venta de productos a precios mayores, ya que se estima el dólar disponible para el cálculo.
Fuente: El Impulso
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