Las 5.0 millones de hectáreas de tierras agrícolas tomadas por el gobierno, y la amplia lista de más de 90 empresas del sector alimentos bajo el control del estado están totalmente improductivas muchas de ellas, o en el mejor de los casos semiparalizadas. Dentro del Plan Patria 2013-2019, se aseguró que en el 2019 el estado abarcaría el 60% de la producción interna de alimentos. La realidad es que hoy aún ocho de cada 10 kilogramos de los pocos alimentos producidos en el país, provienen del sector privado. Más grave aún es que para el cierre del presente año, se estima que la alimentación del pueblo venezolano dependa en un 80% de productos importados, ante la destrucción de la producción interna.
La cesta petrolera venezolana promedia en lo que va de 2017, 44,07 dólares por barril, una cifra que no le permite al gobierno disponer del flujo de divisas necesarias para importar este año alrededor de los 14 mil millones de dólares que requiere para garantizar los alimentos a los hogares venezolanos, lo cual ya se ve reflejado en la cantidad de alimentos que llegan a nuestros puertos.
Puerto Cabello, terminal marítimo que recibe el 70% de los alimentos que llegan a Venezuela, para el pasado mes de abril recibió un 60% menos de los barcos atendidos en abril de 2016. Bolipuertos para esta semana reporta el arribo de 75000 toneladas de alimentos en lo que va del mes de junio. Esta cantidad representaría sólo el 13% de las necesidades totales, 607000 toneladas, que requerimos importar si se pretende cubrir la ingesta de 2.0 kilogramos de alimentos por persona por día, para la primera quincena del mes.
La alimentación del venezolano durante el segundo semestre del 2017 está seriamente comprometida. Se acentuará la inaccesibilidad a los alimentos, lo cual ha sido uno de los principales detonantes de la conflictividad social. El hambre del pueblo ya es imposible esconderla, no hay forma que el humilde padre logre silenciar el dolor que siente ante el llanto del hijo que no entiende de constituyente, pero que aún en su inocencia está seguro de que esta sólo alejará aún más el anhelado trozo de alimento de su boca. Por eso la presencia en las acciones de calles ha sido y continuará siendo masiva. Duele más el hambre que un perdigonazo y el miedo mayor es saber que si no actuamos, estaríamos condenados a vivir bajo esta tragedia para siempre.
@wernergutierrez|Ingeniero agrónomo|Ex decano de la Facultad de Agronomía de LUZ