Se perciben cambios en el paisaje agrícola venezolano. Impulsados por diferentes factores, pero principalmente debido a las erradas políticas oficiales, nuestros productores empeñados en ganarle la carrera a la desesperanza, abren los surcos de sus campos a viejas oportunidades que han estado escondidas por décadas en la agricultura nacional.
En los llanos centro occidentales despunta el estado Portuguesa; Guárico brinda su inmensidad en los llanos centrales, mientras que en tierras orientales, Anzoátegui y Monagas, ofrecen complacidos sus llanuras, dispuestas a recibir el cultivo de la soya Glycine max (L) Merril.
Esta especie, es una de las principales plantas oleaginosas del mundo, ubicada entre los primeros cultivos como fuente de aceite vegetal para consumo humano, siendo el contenido de aceite en su grano de 17 a 20 %. Además, gracias a su elevado contenido de proteína, que puede superar el 35 %, es la mayor fuente de este componente en la formulación de los alimentos balanceados para animales (ABA).
Hoy, en las tertulias de los lares agrícolas, se conversa sobre esta nueva oportunidad para este cultivo. La pregunta obligada en estos escenarios es “¿Regresó realmente la soya para quedarse en Venezuela?”. En mi opinión, tenemos frente a nosotros una infinita llanura de oportunidades.
Pedro Raúl Solórzano, en uno de sus múltiples escritos nos refiere las diversas iniciativas impulsadas en el pasado sin alcanzar el éxito planificado. Desde la década de los años cuarenta, cuando se iniciaron los primeros trabajos de investigación de esta oleaginosa en Venezuela, resaltan varias iniciativas desde el sector privado en los años 70 y primeros años del presente siglo.
También debemos recordar los intentos fallidos del presidente Hugo Chávez Frías. En asociación con el gobierno de Néstor Kirchner, Chávez firma convenio en el 2007 por 450 millones de dólares con el empresario argentino Gustavo Grobocopatel, prometiendo la siembra de 100.0 mil hectáreas de soya en 4 años. El proyecto “Grobo” no prosperó.
Al poco tiempo, Chávez de la mano de Lula Da Silva, presidente de Brasil, firma un acuerdo con el Grupo Campo y EMBRAPA de ese país. Este proyecto prometía llegar a 500.0 mil hectáreas de soya en 5 años, pero sólo se convirtió en un nuevo derroche de recursos. En la danza de millones de dólares provenientes de nuestro petróleo, despilfarrada por Hugo Chávez Frías a nombre de la soya, también se beneficiaría la empresa brasileña ODEBRECHT, e incluso el gobierno de Evo Morales en Bolivia.
Recientemente también el actual Ministro del poder popular para la agricultura productiva y tierras Wilmar Castro Soteldo, prometía “Venezuela sembrará 300.000 hectáreas de soya en 2018”. A pocos días de finalizar el 2019, como todas las promesas del “Socialismo del Siglo XXI”, de los recursos ofrecidos, se desconoce su paradero, y la soya en esta oportunidad, tampoco llegó a nuestros campos.
Ramón Bolotin, Director de FEDEAGRO, afirma que en Venezuela disponemos de 2.1 millones de hectáreas con potencial para la siembra de este cultivo. Se estima que para cubrir la demanda interna para la elaboración de ABA, debemos establecer 800.0 mil hectáreas.
Nunca como ahora se había respirado tanto interés entre los agricultores del sector privado venezolano por la siembra de este cultivo. Las principales asociaciones de productores del país son quienes liderizan esta nueva iniciativa, y he allí una de las principales razones por las cuales auguramos un notable éxito a la siembra de la soya en Venezuela. La tendencia en el crecimiento de la superficie cosechada en estos últimos años es positiva, para el 2020 se espera continúe en ascenso.
Entre las principales barreras a vencer está la competencia desleal de la soya importada. La ausencia de políticas integrales de comercialización del grano y de sus subproductos en el mercado nacional es una de las variables que de manera determinante ha contribuido al fracaso de las iniciativas anteriores.
En estos momentos la agroindustria de ABA y las procesadoras de aceite para consumo humano, así como las cadenas de integración del sector avícola y del camarón, tienen en sus manos la posibilidad cierta de dar un espaldarazo a los agricultores venezolanos que con coraje y decisión han asumido el compromiso de iniciar el camino hacia la sustitución de la importación anual de 1.4 millones de toneladas de harina de soya.
La agroindustria nacional tiene la tarea de adecuar sus plantas procesadoras para realizar de manera eficiente el proceso de extracción de aceite del frijol de soya actualmente almacenado en los silos de las asociaciones de productores, para obtener así la harina o torta que se requiere para la formulación de ABA. Así mismo, debe estar dispuesta a ofrecerle un precio justo al productor. La sinergia de esfuerzos entre productores agrícolas y agroindustria privada, es por tanto indispensable para para garantizar que en esta nueva oportunidad, la soya haya regresado para quedarse.
De consolidarse este optimista escenario, estaríamos ganado un excelente cultivo para la rotación con maíz, sorgo y arroz, entre otros, dado sus excelentes beneficios para el ambiente como fijador de nitrógeno atmosférico; ser poco exigente de fosforo y potasio; requerir menor aplicación de herbicidas e insecticidas, además de ofrecer adecuada rentabilidad al productor. La soya, cumple todos los requisitos para convertirse en la “princesa” de la agricultura venezolana. Sigamos adelante, tenemos mucho por hacer. ¡Sí se puede!
Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Profesor y Ex Decano Facultad de Agronomía de LUZ
@WernerGutierrez