Durante un mes, Gabriel Urdaneta —nombre ficticio—, un comerciante, de 42 años, recibió cientos de llamadas extorsivas, luego de que una tarde de agosto, le robaran a mano armada, su Silverado, blanca 2010.
“Esa tarde repicó mi teléfono más de 15 veces de un número desconocido. No quería contestar, pero después de tanta insistencia respondí la llamada. Me habló un hombre con voz ronca y de forma amenazante me dijo: ‘Si denunciáis te mato a vos y a tus hijos. Yo sé perfectamente dónde estáis. Es mejor que te busquéis una buena platica y nos arreglamos por las buenas”, contó la víctima del atraco.
A Gabriel lo interceptaron dos hampones, a las 8:00 de la mañana, mientras desayunaba unas arepas con queso, en el sector El Bocachico, adyacente a Los Dulces, en la vía que conduce a La Concepción en el municipio Jesús Enrique Lossada. Iba a su parcela, que apenas está en construcción, en un complejo campestre de la zona, cuando lo atacaron.
“Parece que los delincuentes me seguían. Cuando me senté a comer, llegaron tres sujetos en un Fusión, dorado. Dos de ellos se bajaron y fueron directamente hacia mí. ‘Dame las llaves de la camioneta’, me dijo uno de ellos, mientras me apuntaba con un arma. Se las entregué y el que lo acompañaba me sacó el celular del bolsillo de mi camisa”, narró Urdaneta.
La víctima fue auxiliada por uno de los testigos del robo y al llegar a su casa continuó la pesadilla. “Cuando entré a mi casa. Otro teléfono que guardaba comenzó a sonar. Era el delincuente. Quedé sorprendido al escucharlo. Pareciera que me hubiese seguido los pasos”, dijo.
El comerciante aceptó las condiciones del hampón y desde ese mismo momento las llamadas se incrementaron. “¿Qué fue mijo, extrañáis a tu blanquita? —refiriéndose a la camioneta—. Bueno, buscate la platica que te dije y te la regreso”, le decía el delincuente a su víctima.
Urdaneta apagó el teléfono. Su decisión fue no denunciar y perder el contacto con los delincuentes. Pensó que de esta manera le daría punto final al problema, pero una semana después, al encender el aparato encontró una serie de mensajes y llamadas perdidas.
De inmediato empezó a sonar otra vez el celular. “Te estáis volviendo loco. Vos cómo que no queréis a tu familia. ¿Por qué apagaste el teléfono? Sé serio o queréis que te vaya a dar una visitadita a vos y a los tuyos. Buscame el dinero y evitate un problema más grande”, insistía el ladrón.
Después de tres semanas de insistentes llamadas extorsivas, Urdaneta, al verse acorralado por las amenazas del robacarros, comenzó a buscar el dinero. “Me pidió una cantidad exorbitante y a la final aceptó 500 mil bolívares menos. Fue cuando me exigió a un ‘palabrero’ o ‘mediador’ para hacer una entrega controlada”, recalcó la víctima.
El comerciante lleno de temor tardó tres días en concretar el pago de la extorsión. “Después de un mes me llené de valor y acepté la cita del hampón. Me dijo que a las 2:00 de la tarde, un hombre, joven, de tez morena, 1,70 de altura y vestido con jeans azul y chemise, verde me estaría esperando para hacerle entrega del dinero. El sujeto me dijo que en la tarde me llamarían para decirme donde podía ir a buscar mi camioneta”, reveló la víctima.
La espera de Urdaneta fue eterna. Pasaron las horas, cayó la noche y la llamada no la recibió. “Esperé toda la tarde y no se comunicaron conmigo. Al día siguiente fui yo quien intentó comunicarse con ellos, pero el misterioso número desconocido del que recibí las llamadas ya no existía. Al parecer, solo lo utilizaron para extorsionarme a mí”, sostuvo.
Urdaneta insistió durante una semana. Los intentos fueron infructuosos y dio por perdida su camioneta y la alta suma de dinero que pagó. “Después de eso me di cuenta que cometí el error de confiar en un delincuente y no denunciar. El pagar por el rescate de un carro no garantiza que te lo devuelvan. Lo mejor es denunciar”, expresó.
El teniente coronel Jorge Luis Guzmán, comandante del Grupo Antiextorsión y Secuestro en el Zulia, sostuvo: “Los hampones buscan siempre un lugar amplio y concurrido para poder escabullirse entre la gente y pasar lo más desapercibido posible”.
Indicó que centros comerciales, plazas y mercados populares son los sitios escogidos por los extorsionadores. Además, hizo un llamado a las víctimas de este delito a no caer en el juego de los delincuentes. “El pagar una extorsión significa financiar los actos delictivos de las bandas criminales”, aseguró.
Fuente: Panorama
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