La economía laboral formal, esa que genera estabilidad, que garantiza ingresos mensuales y seguridad social, es casi inexistente en la Venezuela socialista. Los ciudadanos han perdido el rumbo. Eso de querer estar en una empresa privada o de pertenecer al sector público –que durante años fue sinónimo de buenos salarios y bonificaciones– ya no es algo que los ciudadanos deseen. La cultura de trabajo ha ido cambiando en los últimos años obligada por las dificultades causadas principalmente por la alta inflación.
El grueso de la población busca alternativas. Trabajar como taxista, vender ropa, zapatos o cualquier objeto en medio del tráfico es algo que le permite a muchos profesionales tener mayores ingresos mensuales que aquellos que cumplen horarios y obligaciones. El incremento de negocios dentro de los hogares es el común denominador común en barrios de clase media y baja. La Encuesta Condiciones de Vida Venezuela 2015 (Encovi) revela que el 87 por ciento de la población estudiada admite que sus ingresos no son suficientes para llevar a casa todos los alimentos que necesita.
El venezolano dejó de pensar en beneficios, vacaciones, ahora solo dedica su tiempo en ver cómo consigue el pan de cada día, así que aunque en muchos casos mantiene su trabajo en una empresa busca la manera de ausentarse para poder aumentar los ingresos y posteriormente hacer las largas filas que duran horas y así obtener los productos. Muchos empleadores son conscientes de la situación. La Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecamaras) estiman que el absentismo está en el 30%, y consideran que gran parte de ese porcentaje es por ir a comprar productos regulados. Otro estudio realizado en el 2015 por la Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (Venamcham), afirma que 53,8% de los trabajadores obtienen su sustento mediante actividades informales. Lo que pone de manifiesto que en la actualidad, la informalidad podría ser la principal fuente de empleo del país.
La Venezuela saudí, aquella nación-potencia sudamericana, definitivamente se perdió en las manos de unos pocos que no supieron administrar su riqueza. El chavismo le echa la culpa a los cambios en los precios del mercado petrolero, pero si eso fuese cierto, todos los países productores, integrantes o no de la OPEP, sufrirían el mismo problema. Estos países gozan de grandes fondos de estabilización y diversificaron su economía lo que les permite afrontar los problemas. El pueblo venezolano es quien verdaderamente sufre las consecuencias.
f.ABC