«Empecé a comer porque encontré en la comida una anestesia al dolor», aseguró Isabella, quien comenzó a sufrir la obesidad hace 10 años, y hace seis que el cuadro se agravó, luego de la muerte de su padre. Postrada en su domicilio y sin posibilidades de moverse, recibe una vez a la semana asistencia ambulatoria por parte del gobierno de la provincia, aunque solicita un lugar donde puedan atenderla a diario por su patología.
«Vivo porque respiro, esto no es vida. Yo estoy muerta en vida. Siempre tengo que comer para morir», afirmó, y continuó asegurando: «Siento que se me agotan los recursos, no tengo más salvación, quiero una clínica para tratar mi obesidad mórbida».
Isabella aseveró que el hecho de seguir un tratamiento en su casa le resulta muy complicado, debido a que «mi familia come y yo también, por fuera de la dieta que debo seguir». Además, se ocupó de aclarar que para ser sometida a una operación para reducirle su estómago necesita bajar al menos 100 kilos, que en estos momentos le resulta imposible.
fuente.msn