Este hallazgo refuerza la idea de que se puede o en algún momento se pudo albergar vida en el Planeta Rojo.
A continuación la nota publicada por a b c.es:
El asunto del “agua marciana” lleva debatiéndose desde hace ya más de un siglo. Primero, a finales del XIX, fueron los famosos canales de Marte. Después, ya en plena era espacial, llegó el descubrimiento de antiguos valles fluviales y fondos marinos que revelaban un pasado marciano rico en agua superficial.
Y en 2003, por fin, la Mars Odyssey pudo detectar, por primera vez, pequeñas partículas agua helada justo bajo la superficie de Marte. Algo que algunos años después fue confirmado “in situ” por la misión Phoenix.
No cabe duda, pues, de que en la superficie de Marte, o muy cerca de ella, hubo y hay agua. Pero las cosas no resultan tan claras a la hora de establecer la existencia, o no, de reservas de agua también en el subsuelo del planeta. Una cuestión que resulta de la máxima importancia para comprender la historia geológica (y probablemente biológica) de este mundo tan parecido a la Tierra.
Ahora, y por primera vez, un grupo de investigadores dirigidos por Francis McCubbin, de la Universidad de Nuevo Mexico, ha conseguido aportar sólidas evidencias de que en el interior de Marte también hay agua. Y mucha, por cierto. Por lo menos la misma que en la Tierra…
“La búsqueda de agua en el Sistema Solar -reza el artículo de Geology- es uno de los principales objetivos de las ciencias de exploración planetaria porque el agua juega un importante papel en muchos procesos geológicos y se necesita para que se produzcan los procesos biológicos tal y como los entendemos en la actualidad”.
“Si excluimos a la Tierra, Marte es el lugar más prometedor del Sistema Solar interno para encontrar agua, y no cabe duda de que el agua fue la responsable de modelar muchos de los paisajes que se pueden observar hoy en la superficie marciana. Sin embargo, y hasta ahora, la cuestión de la presencia de agua en el interior del planeta sigue sin resolverse.”
Analizando la composición de dos meteoritos marcianos (el Shergotty, caído en la India en 1865 y el Queen Alexandria, encontrado en 1994 en la Antártida), los investigadores han llegado a la conclusión de que el manto de Marte (el estrato de roca que hay entre la corteza y el núcleo) contiene entre 70 y 300 partes por millón de agua, un porcentaje sorprendentemente similar al del manto terrestre.
“Carambola cósmica”
Ambos meteoritos son de origen volcánico y proceden, pues, del interior del Planeta rojo. Llegaron a la Tierra en diferentes momentos, pero salieron de Marte en el mismo periodo, hace 2,5 millones de años, como consecuencia del impacto de un meteorito que lanzó al espacio una gran cantidad de rocas marcianas.
En una suerte de “carambola cósmica”, algunas de esas rocas aterrizaron después aquí, en nuestro planeta, llevando consigo un auténtico tesoro de información que, por ahora, no puede obtenerse directamente de Marte por ningún otro medio.
En palabras de Erik Hauri, uno de los autores de la investigación, “analizamos dos meteoritos que tienen historias muy diferentes. Uno se mezcló con una considerable cantidad de elementos durante su formación, mientras que el otro no”.
En ambos casos, los investigadores buscaron las moléculas de agua presentes en el interior de cristales de apatita, y utilizaron esas moléculas para determinar la cantidad de agua que contenía la roca marciana original que produjo los meteoritos.
Los resultados fueron toda una sorpresa. Ambas rocas, en efecto, sugieren que el manto marciano contiene entre 70 y 300 partes por millón de agua, una cantidad que es extraordinariamente similar a la del manto terrestre. Y dado que ambos meteoritos contienen el mismo porcentaje de agua a pesar de sus diferentes historias geológicas, los investigadores creen que ese agua se incorporó al manto hace miles de millones de años, durante la propia formación del planeta.
El estudio también sugiere la respuesta a otro enigma sobre el agua marciana. En concreto, la forma en que el líquido elemento logró llegar desde el interior hasta la superficie del planeta. Los investigadores sostienen que esa “migración” se debió a la actividad volcánica.
Por: José Manuel Nieves