¡Volvieron!… ¡Volvieron!
Y si pienso, luego existe
Y otro que está pensando reclamar lo suyo es el viejo Socorro
Dale con el discurso
A ese viejo Socorro no se le va una. Luego de oír a Maduro decir primero que tenía pruebas de la compra de votos opositores y después que está pensando construir viviendas porque le habían negado el apoyo, me dijo entre dos guamazos de Santa Teresa, que estaba pensando pedir al Presidente que le entregara uno de los taxis que recogería de los ingratos.
Lo exijo por dos razones, dijo el viejo pícaro. Una, porque yo sí voté por Maduro o sus candidatos y otra, porque esos reales son mis reales, producto de los impuestos que debo pagar cada año y que este año vienen aumentados.
Pero lo que más preocupa al viejo en esa rabieta inmadura, le vaya a quitar las pensiones. O vaya a destituir a Tibisay, que en pocas horas después de presidir al CNE más perfecto y puro del mundo, se haya convertido en la peor caja del fraude en favor de la Oposición.
Tanto así, que al final delegó en Oblitas el mensaje confuso del 6 porque ella, según las redes que todo lo saben, estaba en un apurado hecho irreversible.
Jorge Rodríguez, que de esto sabe mucho, certificó la perfectibilidad a prueba de fraude del CNE.
Pero no sólo perdió el cabello, sino la memoria, pues salió a demandar ante el TSJ la elección de varios diputados, lo cual aceptó.
Y eso preocupó más a Socorro porque imagínese me dijo casi a moco tendido, que basado en la confesión del gobierno de haber regalado casas, carros, alimentos, carreteras inventadas por el arábigo mentiroso, a alguien se le ocurriera demandar los pocos votos del PSUV.
Así, sí que la pondría. Quedaría el oficialismo sin un votico y me preocupa el siguiente pensamiento.
Aunque después oí al mismo personaje seguir con las ofertas de las casas, porque lo que había entre pueblo y Gobierno era amor a prueba de Ramos Allup.
No te vuelvas loco Ramos Allup.
No se te ocurra volverte loco Ramos Allup, porque te vas a encontrar conmigo y con ese pueblo que votó el 6.
Porque ese pueblo ya entendió que amor con amor se paga. Y con taxis también.
Porque así, así. Así es que se gobierna.
Y dale con el discurso
La campaña, por lo menos para el Gobierno, no terminó el 6.
Uno piensa cuando oye el mismo discurso fallido que, o no se acabó la campaña o comenzó la otra.
Eso es normal en este país, que siempre andamos en una de elecciones.
Lo que no es normal es que sigan con el mismo discurso. Una retórica que fracasó en Argentina, fracasó en Ecuador y fracasó en Brasil. El cuento del lobo que le venía a devorar todos los beneficios ni lo creyeron antes del 6 ni lo creen ahora. Los pueblos al final dan lecciones a sus gobernantes. Los venezolanos hicieron oídos sordos a los mismos mensajes de que si nos iban a quitar las pensiones del Seguro Social, creado por cierto, por gobiernos anteriores a esta Quinta República. Que si se acabarían las Misiones o privatizar las empresas del Estado y todo lo que la estrategia de imagen inventaran los mismos estrategas de adentro y de afuera. Lo mismo que cree que la imagen se impone sobre las realidades. Ignoran que al final, como decía Lincoln, aquel admirado Presidente de los Estados Unidos, en uno de sus célebres discursos.
Se puede engañar a una persona una vez, se puede engañar a varias personas una vez, pero no se puede engañar a todas las personas todas las veces.
Si alguna decisión sabia deben aprender los que ahora gobiernan, es esa de Lincoln. Y antes que continuar en la reiteración de la prosa engañosa, optar por desprenderse de los “grandes asesores”.
Ahorren tiempo y dinero.
Y volvieron
El ingenio de las redes se encargó de destruir una de las consignas madre de la estrategia electoral del Gobierno y sus líderes. Cada día y en cada discurso de Maduro y el coro de su cabalgante mitin, oíamos la prepotencia del ‘No volverán’.
Con la proclama seguía la descalificación de la ultraderecha golpista reaccionaria y lacaya del imperio yanqui.
Eran aquellos los culpables de la carestía de alimentos y las interminables colas en los mercados y mercales.
Y llegó el 6D para decir en las urnas que ni ultraderecha ni lacayos ni golpistas, eran quienes en multitud drenaban su rabia contra una propaganda ineficaz y sin destino.
Los votos eran la realidad. La imagen, lo real, lo burdo estaba sólo en la desesperada imaginación de quienes habían perdido el camino del buen gobernar. O de otra manera nunca lo consiguieron.
El 6D cayeron las humillantes cadenas, los abusos de los reguladores de secuestrar el entrenamiento de la hastiada audiencia. Porque eso también ocurrió. Los pueblos se cansan hasta de los buenos gobiernos y reaccionan con rabia frente a la cleptocracia y el retroceso de un Estado tan grande como hueco en su ejercicio.
Y por eso las redes imaginaron la fotografía de un personaje indignado tras el regreso de quienes según él, no volverían.
Seguido del otro personaje de la historia democrática, que abría los brazos y gritaba hacia el cielo: ‘¡Volvimos!’
Esa es la política.
La perpetuidad no existe en democracia.
L.J. Hernández