El golfista no tiene sin embargo buenos recuerdos en esta competición: en sus cinco participaciones desde 1997, Woods sólo logró ganar 9 de un total de 24 partidos(13 derrotas y un empate), un balance más bien modesto teniendo en cuenta su extraordinario palmarés, con 14 títulos de Gran Slam.
Woods arrastra además la fama de no tener espíritu de equipo. En 2002, cuando estaba disputando el Abierto de Irlanda, una semana antes de la Ryder Cup, le preguntaron cual de los dos torneos prefería. Y no dudó en optar por la modesta prueba del circuito europeo.
Pero no le bastaran las buenas intenciones y el ‘Tigre’ tendrá que demostrar con resultados que está a la altura del desafío. La tarea no será fácil, si se tienen en cuenta sus resultados mediocres de las últimas semanas.
Su vuelta a la competición en el mes de abril, tras un paréntesis de cuatro meses en el que intentó, en vano, salvar su matrimonio, fue prometedora. En su primer torneo, el Másters de Augusta, logró quedar en cuarto lugar, igual que en el Abierto de EEUU, a finales de junio.
Pero desde entonces, coincidiendo con sus problemas personales que terminaron con su divorcio el pasado 23 de agosto, el juego de Woods fue empeorando, hasta el punto que necesitó una invitación (‘wild-card’) para participar en la Ryder Cup.
A mediados de julio, tras su decepcionante 23º lugar en el Abierto de Gran Bretaña, tocó fondo en el torneo de Akron, Ohio (EEUU), en el que terminó penúltimo, su peor resultado en 14 años como golfista profesional.
Estados Unidos, cuya última victoria de la Ryder Cup en tierras europeas remonta a 1993, espera en 2010 que Woods les traiga por fin la victoria tras años de fracasos.
«Siempre he dicho que Tiger era el mejor jugador del mundo y, a mi entender, el mejor de la disciplina», asegura el capitán del equipo europeo, el escocés Colin Montgomerie.