Hace tiempo que las líneas rojas se empezaron a cruzar peligrosamente en Venezuela. Pero lo sucedido este 19 de abril, cuando Nicolás Maduro reprimió otra vez brutalmente las protestas contra su gobierno de miles de personas en Caracas y otras ciudades del país, y liberó a sus grupos paramilitares, conocidos como ‘colectivos’, para que atacaran e intimidaran a la población inerme, pasará a la historia como el día en que este gobierno se desquició y se ubicó en un punto de no retorno. La dictadura se les vino encima a los venezolanos .
Las imágenes fueron dramáticas. La joven tendida en el piso, sin vida, en San Cristóbal; los cientos de personas que tuvieron que arrojarse a un canal de aguas negras para librarse de los gases lacrimógenos y del acoso sangriento de la policía; el piquete de guardias que molió a patadas a los jóvenes descamisados y, en general, el dolor de un pueblo que ve cómo su querida patria se hunde en un hoyo de violencia y miseria contrastaron con otras como la de la valiente mujer que se posó firme ante una tanqueta de la policía como recordando aquella postal de la represión china en la plaza Tiananmen, en la que un hombre impidió el paso de una fila de tanques de guerra.
Así, entre la cobardía de los militares y policías y la valentía de las personas que piden a gritos un cambio en su patria, murieron dos personas –un hombre y una mujer– (ya van 9 en dos semanas) que con seguridad se despertaron con la ilusión de brindar a sus familias, y en especial a las futuras generaciones, un país digno dónde vivir. Pero se chocaron con la muerte y el cinismo de un gobernante que, después de machacar los reclamos de un pueblo que ha llegado a alimentarse de basura, tuvo el descaro de decirles que está dispuesto al diálogo. Este miércoles, luego de escuchar a Maduro, el mundo se enteró de que millones de venezolanos son ‘terroristas golpistas’, no personas que quieren despertar de la pesadilla en que este gobierno ha convertido sus vidas.
Al otro lado de Caracas, la multitudinaria marcha chavista gozó de todas las garantías y de la protección de las autoridades. La Fuerza Armada no cumplió, como debe ser, con su deber de hacer respetar la Constitución y las leyes, al menos al defender el sagrado derecho a la vida de todos los ciudadanos.
Y mientras esto sucedía, los canales de televisión del país transmitían telenovelas y ‘comiquitas’, como llaman los venezolanos a los dibujos animados. Y en esta dinámica del cerco informativo, dos nuevas víctimas: EL TIEMPO Televisión, el canal noticioso de esta casa editorial, y Todo Noticias, de Argentina, fueron excluidos de la parrilla de Directv Venezuela, en un nuevo episodio de censura que desde este espacio rechazamos y condenamos en los términos más enérgicos, así como lo hemos hecho cuando NTN24, CNN en Español, RCTV, Vivoplay y otros muchos medios sufrieron similar suerte.
Lo único que le queda a este sufrido pueblo es la dignidad de su perseverancia y la presión internacional. Ya no se enfrentan al chavismo, ni a un gobierno inepto e incapaz. Luchan contra un régimen que perdió la razón, aunque aún tiene una salida digna: convocar elecciones. Y a pesar de esta virulencia, lo deseable, lo razonable sigue siendo un diálogo entre Gobierno y oposición, pues están de por medio todo un país y el futuro de los venezolanos.
Editorial El Tiempo, Colombia