Lo primero que debemos tomar en cuenta es que el régimen está asesorado por quienes han sobrevivido a 10 administraciones estadounidenses, invasiones, bloqueos navales (crisis de los misiles incluida), bloqueos económicos y financieros, planes de austeridad durísimos y amenazas durante 60 años. Los mayores especialistas en el mundo en torcer la realidad y ganar tiempo. En fin que más vale el diablo por apellidarse Castro, que por diablo.
Por lo tanto el bluff no funciona, porque el régimen sencillamente sabe, gracias a los cubanos, que los portaaviones no llegan vía Twitter. Los cubanos saben perfectamente que tan solo para someter en Granada a 1,000 hombres descalzos, necesitaron a más soldados que los que había en la famosa libreta amarilla; para sacar a Noriega, con un ejercito mal armado y destruido, fue un despliegue cercano a los 30,000; por no hablar de los cientos de miles requeridos en Irak. Y Hugo Chávez, quien se preparó para este escenario, se encargó de que sus 5,000 misiles portátiles rusos, sean más que suficientes para disuadir una aventura de menor escala.
Por eso, el régimen no ha tomado mayores precauciones, no ha activado la alerta general, ni llamado a la movilización nacional, como lo exige el protocolo de Defensa porque sabe que falta mucho para los preparativos de una invasión y la usa para sus fines nacionales e internacionales. Así que el régimen venezolano, por mas que le recuerden diariamente la opción nuclear, está claro que lo que tiene que enfrentar precisamente son las otras “opciones sobre la mesa”. Entendidas como evitar un golpe de Estado y más aún, lo único que los puede sacar, un pronunciamiento militar masivo.
Para lo primero, basta con controlar tres o cuatro batallones claves de Caracas y cercanías, fortalecer a sus cuadros paramilitares y enviar a la frontera a buena parte de la infantería. Con lo que hace prácticamente imposible un golpe de Estado. Mientras que el peor escenario, es el que estamos viendo, unos pocos oficiales apareciendo en videos, marchándose en supuesto apoyo a la oposición, asunto que es la peor demostración de que si hubiera un levantamiento en puertas, jamás saldrían como lo están haciendo. Por otra parte va a jugar en estos 90 días con Europa y algunos países americanos, para ganar tiempo, a sabiendas que mientras esto ocurra, ninguna otra opción será posible y quizás “gracias al dialogo” permita entrar la ayuda humanitaria.
El problema que quizás enfrenta la comunidad internacional, es el mismo que la mayoría opositora. No están conscientes del verdadero tamaño de su adversario y tienden a simplificarlo, a ridiculizarlo y a minimizarlo constantemente. Hablan de que los cubanos controlan todo, pero en el fondo, no lo creen. Y nunca actúan en consecuencia, aunque ese adversario haya superado siempre todas las crisis e incluso, demostrara que está dispuesta a asesinar a cientos para mantenerse.
Pero en especial, creen que el problema radica en un solo hombre y no en un sistema creado durante 20 años, copiado a imagen y semejanza no de la Cuba satélite y revolucionaria, sino de una más peligrosa, la Cuba superviviente post colapso soviético. La revolución no es socialista, es un gigantesco entramado de negocios para decenas de miles en lo que el ex presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, atinadamente definió como: “El Pingüe Negocio del Coronelato”.
¿Es factible el quiebre? Sin duda, pero hay que jugar más y mejores cartas, porque el cortoplacismo es el peor de nuestros aliados.
Lo que percibo es que nadie está preparándose, ni preparando a los venezolanos para el impacto de lo que viene de no darse en la primera apuesta. Ambos bandos han escalado y el efecto de las sanciones así como la reacción económica del régimen —que parece la misma de Saddam Hussein antes de salir de Kuwait— tendrán un efecto gigantesco en la población venezolana y más aún en la oposición, urge contrarrestar sus efectos, porque la parálisis económica me temo que será general y el régimen a optado por subirle el costo político a Juan Guaido, cargándole la cuenta a la oposición, de todo lo que va a ocurrir.
Lo bueno es que vivimos el final de un periodo histórico. La revolución por una vía u otra llegó a su final, más aun si Venezuela enfrentará en los próximos meses el colapso total, pero es momento de la calma olímpica, de pensar en todos los escenarios y de no perder la iniciativa.
De cómo sortee la oposición este mediano plazo, es de lo que dependerá que el cambio sea irreversible.
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