«Esto no es sobre mí. Estoy en mi quinto álbum y puedo mantenerme a mí misma, a mi banda y a todo el equipo gracias a las actuaciones en directo».
Con esa frase Taylor Swift aclaraba que la decisión de no publicar su álbum de estudio 1989 en el servicio de streaming Apple Music no era algo personal.
La estrella pop que inició su carrera como cantante de country pretendía ser la voz de una parte de la industria de la música.
Concretamente la del sector que considera más vulnerable: «Los artistas y las bandas que acaban de lanzar su primer álbum o single y los productores que trabajan sin descanso para innovar y crear».
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Y es que Apple acababa de presentar su nuevo servicio de reproducción de música en línea, con una particularidad: los usuarios podrían disfrutar de éste de forma gratuita durante tres meses.
Era una apuesta de futuro para afianzar usuarios fieles a costa de los artistas, ya que en el periodo de prueba estos no cobrarían nada.
Y tras ese tiempo Apple les pagaría el 71,5% de los ingresos por reproducción. Ante esto, la cantante estadounidense dirigió una carta abierta al gigante tecnológico tildando la maniobra de «sorprendente, decepcionante y totalmente diferente a lo que ha hecho Apple una empresa históricamente progresista y generosa».
En el texto, titulado To Apple, love Taylor (Para Apple con amor, Taylor, en una traducción libre), subrayaba que es injusto que los artistas y productores no cobren por su trabajo cuando la compañía tiene la capacidad económica para hacerlo.
Y los de Cupertino no tardaron en reaccionar. Eddy Cue, el principal responsable de software y servicios de Apple, anunció por Twitter que los reclamos de Swift habían sido escuchados y que los artistas recibirían el pago correspondiente por cada reproducción.
El poder de Taylor Swift
El hecho de que Apple haya cambiado de idea muestra, según los expertos, el poder que Swift, una cantante de 25 años, tiene dentro de la industria.
Pero por joven que parezca, no es una recién llegada. Criada en Wyomissing, Pensilvania, Swift se mudó a Nashville, Tennessee, a los 14 años para seguir una carrera de música country. Firmó con la compañía discográfica independiente Big Machine Records y se convirtió en la compositora más joven contratada por Sony/ATV Music.
En 2006 lanzó su álbum debut homónimo Taylor Swifty y con el segundo, titulado Fearless, el más vendido del año en su país, obtuvo cuatro premios Grammy, el principal galardón que otorga la industria en EE.UU.
Con sus siguientes dos discos, Speak Now (2010) y Red (2012), no bajó del millón de copias vendidas y siguió acumulando gramófonos y micrófonos dorados (premios Billboard).
Lanzó el quinto álbum, el de la discordia, 1989, en octubre del año pasado. Y en la primera semana vendió 1,28 millones de copias. Fue todo un récord, ya que desde 2002 ningún artista había logrado vender más de un millón de copias físicas.
Además, sólo 18 discos en la historia de la música pueden presumir de tal hazaña.
Así que teniendo en cuenta su éxito, no es de extrañar que Apple diera marcha atrás.
La guerra con Spotify
Sin embargo, las decisiones de Swift no siempre tuvieron ese efecto. La estadounidense ya retiró su último álbum del catálogo de Spotify en marzo del año pasado por reticencias con su modelo de negocio y por temor a que fuera pirateado.
Pero la reacción del rey de los servicios de reproducción de música en internet poco tuvo que ver con el de Apple, y criticó a Swift por su decisión.
Así que en una entrevista ofrecida a Yahoo, Swift explicó que la retirada se debió a que la empresa «no paga lo suficiente».
Y quitó todos sus discos del catálogo del servicio. Pero el cofundador y CEO de Spotify, Daniel Ek, desmintió en una carta que las ganancias de Swift fueran pocas.
De acuerdo a Ek, en 2014 la cantante habría superado los US$6 millones si no hubiera retirado toda su música de la plataforma.
Además, aprovechó para desmentir lo que según él son mitos sobre los servicios como el suyo.
«Nosotros, a diferencia de otras opciones gratuitas, desde la piratería a YouTube o Soundcloud, pagamos a los artistas y los dueños de los derechos por cada canción que suena en nuestro servicio gratuito», escribió.
Y aclaró que cada reproducción cuenta como una sola, y que por acumulación Spotify pagó más de US$2.000 millones de dólares a sellos, editores y sociedades de gestión para que hicieran llegar el dinero a los artistas.
Por su parte, el CEO de Big Machine (el sello de Swift), Scott Borchetta, desmintió las cifras de Ek, y señaló que la cantante obtuvo el 8% que éste proclamó: US$496.000 reproducciones domésticas y US$2 millones a nivel global.