El primer juego de Luis Aparicio ¿Dónde queda Cooperstown?

Humberto Acosta

hacosta@dearmas.com

Que el primer juego de la temporada fuese entre ellos resultó una prodigiosa casualidad extraída de un amplio abanico de posibilidades: una entre las siete ofrecidas por el número de equipos que entonces convivían en la Liga Americana. Por ello, Frank Lane no hallaba qué hacer con sus sentimientos. Si celebrar o no la coincidencia que de una vez expuso ante la historia la que era hasta ese día su decisión más trascendental como gerente general de los Medias Blancas de Chicago. Realmente ninguna otra le arrebató ese lugar mientras conservó el privilegiado cargo.

Ninguno de los 16.773 asistentes arrellenados en las sillas del Parque Comiskey aquella fría tarde del 17 de abril de 1956, podría estar más expectante y aprensivo que Lane. No es el primer encuentro de la Serie Mundial, pensó el ejecutivo. Solo es el primero de los 154 del calendario. Pero muy bien sabía que de estar en el lugar de los jefes de las páginas deportivas de la ciudad, igualmente hubiese enviado a un batallón de reporteros y fotógrafos al parque, a registrar para la posteridad el instante que él mismo había propiciado cinco meses atrás. Conocer al nuevo torpedero del Chicago y ver al antiguo con un uniforme que no era el de los Medias Blancas no tenía desperdicio.

El 25 de noviembre anterior, Lane conmocionó a toda Chicago. Sin el menor rubor, envió a Alfonso Carrasquel a los Indios de Cleveland junto con el jardinero Jim Busby, a cambio de Larry Doby y su bate cargado de jonrones y carreras empujadas.

¡Alfonso Carrasquel! No solo el mejor campocorto de toda la Liga Americana a través de las últimas cinco temporadas. Aparte, quizás el pelotero del equipo más querido por los fanáticos. Por encima del pitcher Billy Pierce. Del fogoso camarero Nellie Fox. Del cubano Orestes Miñoso con su alegre y efectivo accionar en los jardines y las bases. Ni la ofensiva que podía proporcionar Doby era una excusa para justificar el trueque.

“Tenemos a alguien mejor que el ‘Chico’”, intentó Lane convencer a la legión de admiradores de Carrasquel desde los periódicos. “Al menos eso es lo que pensamos en el equipo”.

Ese alguien era Luis Aparicio, que tal vez se encontraba tan expectante y aprensivo como Lane, ante la inminencia de su primer juego en las Grandes Ligas y por la presencia de lo que estimaba como una exagerada banda de periodistas y fotógrafos a su alrededor. Nunca antes había posado tantas veces para las cámaras, y respondido a tantas preguntas, en un lapso tan breve. Por fortuna, Carrasquel estaba a su lado para complacer a los medios, pero sobre todo, para reconfortarlo. Bienvenido a las Ligas Mayores.

“Pero la prensa no estaba allí por mi debut”, le dijo Aparicio a Augusto Cárdenas en el libro que el periodista escribió, Mi historia Luis Aparicio. “En ese momento yo era uno más del montón. Estaban por Alfonso. No me lo dijo, pero en medio de todo aquello, Alfonso parecía decirme: estás en buenas manos. En la cara se veía lo contento que estaba por lo que pasaba”.

A dos semanas de su cumpleaños 22, el mánager Marty Marion colocó a Aparicio en el campocorto y el octavo turno en la alineación de los Medias Blancas. Con él estaban Jim Rivera en el jardín derecho, Nellie Fox en la segunda base, Larry Doby en el central, Bob Kennedy en la tercera base, Orestes Miñoso en el bosque izquierdo, Sherman Lollar en la receptoría, Walter Dropo en la primera base y Billy Pierce como pitcher abridor.

Durante las dos primeras entradas y media, Aparicio estuvo como observador. Su primera intervención tuvo lugar como primer bateador de los Medias Blancas en la segunda mitad del tercer acto. El pitcher de los Indios, Bob Lemon. Un ganador de al menos 21 desafíos en tres de las últimas cuatro campañas, y que ese año sumaría veinte más. Con una bola rápida sobre la esquina de afuera del plato, Lemon lo obligó a dar un elevado al jardín derecho para el primer out. De nuevo, bienvenido a las Grandes Ligas.

Desde el campocorto, Aparicio proseguía como convidado de piedra hasta que regresó al plato en el quinto episodio. Otra vez como primer bateador de la entrada y con Lemon en el montículo del Cleveland. La pizarra se hallaba 1 a 1. Lemon insistió con su dieta de bolas rápidas. Elevado al jardín central.

La primera intervención defensiva de Aparicio en la Gran Carpa llegó en la alta del sexto. Lemon abrió el inning con un sencillo y Cleveland colocó la posibilidad de la ventaja en la inicial. El siguiente bateador Gene Woodling dio un rodado por el campocorto. Aparicio recogió el batazo y pasó la pelota a Fox para retirar a Lemon. Entonces en el séptimo dio una pequeña exhibición de las habilidades que lo llevarían a ganar nueve “Guantes de Oro”.

La pizarra proseguía 1 a 1 y Al Smith abrió el séptimo por los Indios con una línea de frente a Aparicio para el primer out. Al Rosen sacó pasaporte y Vic Wertz prosiguió con un rolling hacia la segunda base. Fox tomó la pelota y la pasó a Luis para que completara la doble matanza en la primera almohadilla.

Un sencillo de Lollar inauguró el séptimo de los Medias Blancas y Dropo se ponchó para el primer out. Enseguida Aparicio conectó su primer imparable en las Grandes Ligas, un sencillo ante Lemon al jardín izquierdo. Dos bateadores más tarde, Rivera negoció pasaporte con las bases llenas y Lollar anotó la que al final sería la rayita de la victoria para Chicago, 2 a 1.Entretanto, el último episodio y medio volvió a transcurrir sin novedades para el novato.

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El primer juego de Luis Aparicio ¿Dónde queda Cooperstown? | Foto: Augusto Cárdenas