Piensa lejos, mira cerca, actúa rápido, escribe pronto.
Ninguna idea parece haber quedado en pie; ningún concepto. Este cataclismo, -que ocurre, que nos ocurre-, y que en verdad la pandemia del Covid-19 ha ayudado a acelerar, no solo concierne a los que pretenden el monopolio del pensamiento o de la vacuna, sino que nos invade a todos, a cualquiera, – con el perdón de la expresión-, como negocio o como desdicha, sin distingo de dónde ni de qué condición. Piensa lejos, mira cerca.
La arquitectura sobre la que la civilización se sostiene a traspiés, ese armatoste venido a menos, se resbala sobre sí mismo y trastabilla con nosotros adentro. Espacio y tiempo añadidos a la voraz licuadora del vacío. El mundo en busca de muletas. Las respuestas no existen. Los lobos aúllan confiados y esperan. Actúa rápido, escribe pronto.
Mientras, las exigencias del presente marcan la pauta de la relación esperanza y urgencia; el ahora, el ya, el inmediatamente, prevalecen ante las eminencias de la angustia. Sobrevivir egoísta, vivir el relámpago, satisfacer las miserias, la mueca del qué importa sobre el entusiasmo, la compasión o el sacrificio. Vida hecha pedazos, a gusto de los que gobiernan la relación apetito-escasez.
La política, toda iglesia posible es política, es un barco al revés dentro del cual nos guarecemos incrédulos cada vez a mayor desazón y desconfianza, mirándonos oblicuamente, respirando lo que queda; cada quien en busca de propio salvavidas propio; a propósito.
Hay otro nivel de percepción de la realidad y es que al mismo tiempo que pareciera que todo cambiara, todo permanece; es la vida que sigue su curso previsible. El imperio de las repeticiones. A menos que exista una calamidad natural o social que nos saque del mismísimo siempre.
Porque hay personas y sociedades concretas que asumen su zozobra como algo natural.
Que padecen de esas adversidades de manera crónica, y cuyas causas son fundamentalmente políticas, sociales y económicas, que se reflejan en el ejercicio disminuido de la libertad y en la carestía de la posibilidad de satisfacer necesidades básicas; que se acostumbran o doman.
Y cuánta realidad puede soportar el individuo sin desear escapar de ella, sin rebelarse. Es más: y cuánta libertad es capaz de regalar ese individuo o la sociedad a cambio de seguridad. La vieja pregunta repetida: democracia o dictadura, ¿seguirá vigente? No será que el exiguo menú que se ofrece obliga a escoger a la clientela humana entre populismos y totalitarismos. Calle ciega a la vista.
Pareciera ser tiempo de los clientelismos o de los regímenes antes subidos a la fuerza, que ahora logran hacerse del poder a través de los votos que ofrece la disminuida “democracia burguesa”, con una población descreída, sumisa, indiferente, egoísta, harta pero mansa, jalada por las greñas de sus penurias constantes.
Y usted que tanto escribe, me dirán, a todas estas qué nos propone: señalaría que la militancia subjetiva, lo cual no es poco frente a la indiferencia y los egoísmos que carcomen el sentido (en) común de la política. Piensa lejos, mira cerca, actúa rápido, escribe pronto. No te dejes vencer por las pandemias. Vacuna para todos.
Leandro Area Pereira