«No logramos acostumbrarnos a los seísmos. Con cada temblor es la misma angustia, todo el mundo tiene miedo», confía Edison Constant, comerciante en el centro de la ciudad, que sintió el temblor a las 6:16 horas locales.
El Instituto Geofísico estadounidense (USGS) evaluó la intensidad del temblor en 4,4 sobre la escala de magnitud de momento (Mw). Algunos habitantes de Puerto Príncipe habían sentido otra réplica unas horas antes, hacia las 05 horas locales.
Desde el gran terremoto de magnitud 7 que asoló Haití el pasado 12 de diciembre, más de cincuenta réplicas han agitado la capital. La más fuerte alcanzó la magnitud 5,9 el pasado 20 de enero.
Al borde del ataque de nervios, los haitianos han aprendido a reaccionar ante los temblores.
Por precaución «dormimos afuera», explica Jeanne-Marie Rose-Myrna, una habitante de la región.
Cada vez que ocurre «decido en el momento si salgo o no», explica Julien Louis, un vendedor de chatarra de la periferia de Petion-Ville. El martes por la mañana «me metí debajo de la cama».
Dos semanas después del terremoto, las autoridades haitianas estiman que el número de muertos puede ser de al menos 150.000, sin contar los cadáveres que aún se encuentran bajo los escombros.
El gobierno haitiano quiere desplazar a centenares de miles de damnificados por el sismo hacia el interior del país, un plan recibido con indiferencia o recelo por una población desorientada.
Un millón de personas se quedaron sin hogar hace dos semanas y más de 235.000 ya abandonaron la capital, donde se concentraba aproximadamente 60% de la riqueza del país.
Los parques de Puerto Príncipe fueron tomados masivamente por los refugiados, pero mucha gente duerme también ante sus casas, en plena calle, sin querer perder de vista sus pertenencias.
Los damnificados «deberán abandonar los campamentos», afirmó el lunes el ministro de Salud haitiano, Alex Larsen, quien advirtió del riesgo de epidemias.
El gobierno dice contar con dos campos casi listos para albergar a 40.000 personas, uno de ellos en Croix de Bouquets, a unos 15 km de la capital.
«¿Irme a Croix de Bouquets? No tengo problema, si hay seguridad», dice Israel Jeanclaude, de 62 años, que vive a cielo abierto frente al derruido Palacio presidencial.
Su principal preocupación es la seguridad de sus tres hijas adolescentes, para las cuales la escuela o la universidad terminó este año.
«No tenemos nada, sólo lo que llevamos encima. Pero no queremos una tienda, queremos un techo», insiste.
Para miles de siniestrados, la urgencia es encontrar agua, alimentos y un techo digno. Muchos haitianos tienen la impresión de que no les está llegando la ayuda internacional.
Una operación de distribución de víveres terminó de manera caótica el lunes cuando 18 cascos azules uruguayos tuvieron que retirarse frente al acoso de una multitud de 4.000 personas desesperadas.
La conferencia internacional de Montreal concluyó con el compromiso de convocar una conferencia de ayuda a Haití en marzo, en Nueva York.
Al término de la reunión, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, anunciaba un acuerdo «sobre los principios clave que guiarán nuestro esfuerzo, incluyendo el papel dirigente del gobierno haitiano y una cooperación estrecha en el seno de la comunidad internacional».
Clinton se mostró este martes «profundamente disgustada» por la críticas de algunos países a la masiva operación estadounidense.
«Me siento profundamente disgustada con quienes agreden a nuestro país, la generosidad de nuestro pueblo y el liderazgo de nuestro presidente cuando tratamos de responder a la catastrófica situación sin precedentes después del terremoto», dijo Clinton.
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba son algunos de los países que han criticado el fuerte contingente militar enviado por Estados Unidos, al que acusaron de «ocupar» Haití.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció desde Ginebra que «miles» de haitianos sufrirán amputaciones después de resultar heridos durante el terremoto.
«En algunos hospitales hemos visto de 30 a 100 amputaciones diarias», indicó el portavoz Paul Garwood. La organización busca ahora facilitar la inserción y rehabilitación de los sobrevivientes.