Entre los casos más recientes ventilados por la prensa, las autoridades detectaron cerdo con clenbuterol, un anabolizante que reduce la grasa en beneficio de los músculos, así como panecillos al vapor coloreados con agentes químicos, y leche tóxica.
También se ha encontrado cerdo con suficientes bacterias para ser fluorescente en la oscuridad, así como soja con nitratos cancerígenos y arroz contaminado con metales pesados.
El fin de semana pasado, 286 habitantes de la provincia de Hunan (sur) fueron atendidos — 91 de ellos hospitalizados — tras ingerir cerdo probablemente criado con clenbuterol.
Mientras tanto siguen encontrándose productos lácteos con melamina, una sustancia química tóxica que simula un aporte de proteínas y permite a los productores hacer trampa al añadir agua a la leche, tres años después del escándalo que costó la vida a seis bebés e hizo enfermar a otros 300.000.
En Chongqing (suroeste), se destruyeron recientemente 26 toneladas de leche en polvo contaminada con melamina, informó el diario Global Times.
La larga lista de envenenamientos colectivos, en escuelas y banquetes, ha sido titular en numerosas portadas de diario, y el primer ministro, Wen Jiabao, reprochó a los productores poco escrupulosos su «deshonestidad» y su «degradación moral».
Para tranquilizar a la población, se promulgó en 2009 una ley de seguridad alimentaria. Pero ante la reciente recrudescencia de casos de contaminación, el ministerio de Salud anunció el lunes una campaña contra 151 aditivos prohibidos.
Pekín ha asegurado también que se adoptarán de aquí a fin de año nuevas normas sobre la seguridad de los alimentos, reconociendo implícitamente el fracaso de las medidas tomadas hasta ahora. «Las causas de los problemas de seguridad alimentaria en China son numerosas y múltiples», según Bao Chengsheng, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Shanghai.
«Por un lado, el sistema legal tiene fallas. Muchas normas no son claras (…) lo que crea vacíos legales», explica Bao a la AFP, añadiendo que es difícil vigilar el gran número de pequeños productores y distribuidores diseminados por todo el país.
También ocurre que algunos intermediarios sobornan a los inspectores encargados de velar por la seguridad alimentaria, como ocurrió en el caso de los cerdos enfermos. Estos escándalos suscitan una fuerte inquietud entre los consumidores.
«Si la policía no reprime a los comerciantes deshonestos, estos se verán libres y producirán aún más comida envenenada», declara a la AFP una oficinista, Zhang Lihua. «La situación es tal que nadie consigue distinguir los alimentos sanos de los contaminados», añade.