“La estrategia ha sido muy sencilla, primero atacaron el “germen” bolivariano, los más duros: Venezuela, Bolivia y Ecuador, y al no poder terminar de golpear los procesos soberanos avanzados, han atacado a los gobiernos políticamente alineados con el bolivarianismo continental más débiles”, sentenció Evans.
A continuación la columna completa de Nicmer Evans:
En Paraguay se ratifica una nueva técnica iniciada en Honduras para hacer desaparecer cualquier voluntad popular y soberana de los pueblos en nuestro continente, la técnica del “Golpe Constitucional de Derecha”.
En el caso del presidente Lugo, lo inconstitucional es el incumplimiento del debido proceso, al habérsele ejecutado un juicio sumario, pero la destitución es constitucional, ya que la figura está prevista, aunque el mecanismo se expresa escuetamente, por tanto no es un golpe institucional ya que el Congreso posee la facultad, es un golpe constitucional, al utilizar la misma como fachada para justificar la violación del proceso de defensa.
En el caso paraguayo la legalidad superó la legitimidad de una acción constitucional y de un gobernante y esto pasa cuando existen sectores que defienden la democracia representativa y desconocen la democracia participativa. Los gobiernos en el siglo XXI cuando son legítimos a partir del respaldo popular deben adaptar la legalidad a esta condición, sino, perecerán en el intento de mantenerse, es por ello que aquellos mandatarios que iniciaron sus gobiernos con procesos constituyentes ha durado más, pero igualmente han sido golpeados.
La estrategia ha sido muy sencilla, primero atacaron el “germen” bolivariano, los más duros: Venezuela, Bolivia y Ecuador, y al no poder terminar de golpear los procesos soberanos avanzados, han atacado a los gobiernos políticamente alineados con el bolivarianismo continental más débiles, a través de las derechas más radicales, y han acertado. Es evidente que no son fenómenos aislados, o pregúntese mi incauto lector: ¿Por qué los golpes en América Latina han sido a gobiernos de izquierda y gobiernos tan nefastos, impopulares y represivos como los de Álvaro Uribe, Santos o Piñera no han sido objeto ni de un soplido?
En el caso de Lugo se suma un error mayor; después de haber sido golpeado, Lugo en su vocación católica ha puesto la otra mejilla y ha aceptado la destitución para después retractarse, pero lamentablemente ha sido tarde para él.
Sin embargo, el pueblo paraguayo ha sido ejemplarizante y digno, y junto a las acciones decididas de los gobiernos mayoritarios de la Unasur que han entendido esto como un Golpe Constitucional a la Democracia Participativa (excepto Colombia y Chile, que cautelosamente lo han denominado “abuso” o problema a resolver), han actuado en función de desconocer el actual gobierno Franquista.
Este es un golpe al Mercosur, a la Unasur y la Celac, es un golpe al unionismo latinoamericano y un golpe contra el ideario bolivariano y deberá ser atendido de esa manera, ya que si no es así, éste será el inicio sin retorno de la salida de los gobierno de izquierda en el continente y un nuevo triunfo de los EUA en su afán de dominio imperial, en especial en momentos electorales, donde Obama para ganar debe reconquistar a la derecha más recalcitrante de su país.
Sabemos que Chávez no es Lugo, pero la derecha latinoamericana es la misma, y vende su alma al diablo si es necesario para lograr sus fines, por ello “si ves las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.
En Venezuela la derecha sabe que va a perder las elecciones, y por ello va con todo, y como dije en mi columna anterior, el objetivo para la desestabilización política es el CNE: “guerra avisada no mata soldado, y si lo mata es por descuidado”, por lo que estoy convencido que debe obligarse a la oposición a firmar un acuerdo de reconocimiento de los resultados electorales de manera pública y atender el resto de las acciones con “inteligencia”. Que sea ese el único acuerdo al que se pueda llegar con ellos, pero que sea ya, para desenmascararlos o desmontarlos.
“Comuna en Construcción”
Chávez no es Lugo, pero es la misma derecha que golpea.
Nicmer N. Evans
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