«El corazón tiene razones que la razón desconoce«. Blaise Pascal
Una negociación, en mayor o menor medida, presume mutuas concesiones. Se trata de, partiendo de posturas enfrentadas, llegar mediante el diálogo, el reconocimiento y el respeto a una situación aceptable para las partes.
Lo que en México estaría intentándose es precisamente eso y vale entonces decir que el régimen de Maduro y los “designados” opositores exploran desde sus conocidas perspectivas además, un plano de abordaje de trances irresolutos y, una peligrosa tendencia a poner a prueba más que la coexistencia política, la paz social.
Paralelamente, la política es –y parafraseo de memoria a Leon Trotsky– “…la regularización de la conflictividad social”; pero, además, la política supone civilidad. Quiero decir que, para pacífica y racionalmente resolver las diferencias que se hacen intolerantes, los humanos disponemos del habla, del discurso y cordura, léase, capacidad comunicativa y así, de un instrumental que nos permitiría la desactivación de las tensiones por la vía del intercambio de nuestros pensamientos y apreciaciones y el sentido común.
Empero en México las cosas son y serán más que complejas, que lo son, pero también de extremas sensibilidades y fragilidades. De un lado, la llamada plataforma unitaria (???) que representaría a las organizaciones político partidistas, que no por venidas a menos dejan de ser, o pretenden, la referencia que ha sostenido a Juan Guaidó, presidente interino como presidente de la última asamblea nacional legítima; y de otra parte, una delegación que hace de representante de Nicolás Maduro y su gobierno. La primera carente de prestigio y la segunda de credibilidad y confianza.
El país ha salido, un tanto pero muy exiguo, del sopor en que vive, como resultado de la problemática económica y social que lo abruma, para acordarle al evento que se inició algo de esperanza o expectativa y otros siguen batiéndose sin otra fuerza o interés que la supervivencia. Decir o creer otra cosa es mentirnos o, peor aún, dejar que lo hagan los que nos toman por cándidos o simplemente resignados.
La gran dificultad se juega en el plano temporal y, en aquel material, vale decir que concierne a los asuntos que constituyen la agenda convenida. Y hay tantos y tan críticos aspectos que tratar lo que habría que considerar resulta pues un desafío, hacerse una lista y priorizarla incluso.
Confieso que tengo una preocupación con las demoras que, a mi juicio, son ya de por sí gravosas y angustiosas para temas como la pandemia que debieron de una vez afrontar, siendo que la problemática del país está gravitando en la vida de muchos y en la atención visiblemente deficiente de la susodicha. Eso me sugiere una constatación: debió incluirse, en lugar de otros, gente del mundo económico, social y sindical y académico. El país es más grande que eso que ellos personifican.
La oposición comenzó sacrificando muchísimo: el interinato e incluso verdades que son bazas de su narrativa, para que el régimen se sentara y se exhibió al hacerlo, patológicamente mórbida. El oficialismo solo nos obsequió una simulada disposición a conversar sobre la circunstancialidad política, y no lució sino sujeto a eso y nada más.
Tocará y la negociación lo revelará, si dentro de los naipes de uno y del otro, esto puede ser distinto y ello significa susceptible de ayudar al pueblo venezolano que no los aguanta ya más, aunque luzca resignado e indefenso. La naturaleza de las crisis envueltas de todo tipo, género y naturaleza que han suscitado los yerros, compulsivos ya, de la revolución de todos los fracasos, así no lo exige.
Cuando pienso y vuelvo al tema en mis reflexiones, sobre lo que estratégicamente está realmente planteado, concluyo que lo principal o lo central es respondernos y concretar acaso si hay maneras para una salida democrática y pacífica. Recuerdo y parafraseo a Popper: “La democracia es el sistema que permite el traspaso de mando de unas manos a otras sin derramamiento de sangre”.
Existe y lo hemos repetido, un mecanismo para no perder tiempo, ni energía, ni más vidas que a diario se ven y se padecen al partir familiares, amigos, coterráneos que no aguantaron la mengua y la miseria, siendo que la tormenta del mal gobierno es insoportable.
Claro, quiero creer que hay algo de buena fe y razón en los involucrados en México y en los que podemos influir, un poco al menos, desde aquí. Se trataría a mi juicio de dejar el asunto al soberano, sin más aspavientos ni simulaciones.
Convenir en una consulta que resulte inobjetable y si alguna ventaja concede es al ocupante de la Presidencia. Me refiero y despejado al referéndum revocatorio.
Eso sí, sin trampas, manipulaciones y maniobras que ya les hemos visto hacer y repetir impúdicamente, en varias oportunidades. Respetando la Constitución y acatando la soberanía del pueblo y no promoviendo, articulando, urdiendo una violencia armada que siga como antes se hizo también, enervando el ejercicio de los derechos políticos ciudadanos y asesinando muchachos en las calles, como ya varias veces pasó.
¡Quiera Dios que prive por esta vez la sensatez y, no el cinismo ni el cálculo vil de los mediocres!
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