El serbio superó al suizo por 5-7, 6-1, 5-7, 6-2 y 7-5 y jugará el partido decisivo hoy ante el español, que dejó en el camino al ruso Mijail Youzhny por 6-2, 6-3 y 6-4. El serbio Novak Djokovic impidió ayer la final soñada en el Abierto de tenis de Estados Unidos al cortarle el camino al suizo Roger Federer rumbo a su encuentro con Rafael Nadal.
Djokovic, número tres del mundo, se impuso a Federer por 5-7, 6-1, 5-7, 6-2 y 7-5 en un extraordinario partido en el que levantó dos match points en el set final, en tanto que Nadal tuvo un trámite mucho más sencillo al vencer al ruso Mijail Youzhny por 6-2, 6-3 y 6-4.
El español, que no enfrenta a Federer en una final de Grand Slam desde Australia 2009, quedó así a sólo un paso de conquistar los cuatro grandes torneos del tenis, una hazaña con escasos precedentes en la historia.
«Esto es un sueño ahora mismo. Voy a jugar por primera vez la final en la mayor pista central del mundo», dijo emocionado Nadal, que está a sólo una victoria de emular a Fred Perry, Donald Budge, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi y Federer, los únicos hombres en la historia que lograron ganar al menos una vez cada uno de los cuatro grandes torneos del tenis.
Cinco veces campeón de Roland Garros, dos veces el mejor en Wimbledon y una vez dueño de Australia, Nadal se había quedado a las puertas de la final del US Open al caer en las semifinales de 2008 y 2009. La de hoy será su primera final en Nueva York.
Federer y Djokovic jugaron el partido del torneo, un concierto de golpes ganadores y maravillas tenísticas sostenido a lo largo de tres horas y 44 minutos. El serbio ofreció su tenis de gala, pero se basó sobre todo en una mente inclaudicable, en la convicción de que no tenía necesariamente que perder ante el suizo.
«Es muy difícil describir la sensación que tengo ahora. Hace diez minutos estaba a un punto de perder este partido, y ahora estoy aquí», dijo un Djokovic casi sin aliento.
«Fue un gran placer jugar este partido, es uno de esos partidos que recuerdas toda tus carreras», añadió el serbio, que perdió 14 de los 21 partidos que jugó con Nadal, aunque ganó seis de los nueve en cemento y los tres últimos que disputaron.
Nadal llega con ventaja. Resolvió su partido en poco más de dos horas y luego pudo sentarse a ver como su rival de hoy se desgastaba hasta el extremo.
«Voy a tratar de recuperarme para poder ponerlo en problemas», dijo Djokovic, consciente de la desventaja física.
El español de 24 años -tras Jim Courier el segundo más joven de la historia en jugar las cuatro finales de Grand Slam- jugó un partido de impactante solidez bajo un luminoso sol de mediodía en la recta final del verano norteamericano, ya que dominó prácticamente en todo momento a un Youzhny que no es un rival menor.
El ruso batió a Nadal ya cuatro veces, pero ayer le fue imposible contrarrestar la intensidad de los golpes de fondo del número uno, sus servicios a más de 200 kilómetros por hora e incluso un muy efectivo segundo saque, un aspecto al que el español suele referirse como «asignatura pendiente».
«Jugué agresivamente, y mi servicio está funcionando muy bien, como en todo el torneo. Eso es importante», admitió Nadal, que tras el partido le expresó su «apoyo a las víctimas y familiares de los atentados del 11 de septiembre».
«Sé que el de hoy es un día muy especial», dijo el español tras un partido que Youzhny jugó con una cinta negra como muestra de respeto al noveno aniversario de los atentados de 2001.
Nadal, con una ajustada camiseta verde fosforescente y pantalón negro, ingresó al estadio central Arthur Ashe al son de «Matador», el tema de «Los Fabulosos Cadillacs», detalle relativo para la organización. Nadal, para los medios de Estados Unidos, es un torero, un «matador», incluso un toro.
Y con la fuerza de un toro arrancó jugando. Dieciséis minutos después de iniciado el partido una furibunda derecha sobre la línea le permitió quebrar el servicio del ruso para adelantarse 3-1.
El partido ofrecía puntos exquisitos, a tal punto que el propio Youzhny los disfrutaba de tanto en tanto en la repetición de las pantallas gigantes del estadio.
Su revés a una mano, delicia mayor en el circuito masculino, era el responsable de los mejores momentos, pero el ambiente del partido era de cierta bucólica placidez, porque casi nadie entre los 24.000 espectadores del estadio veía otro desenlace que no fuera el triunfo de Nadal.
Así, la necesaria cuota de incertidumbre llegó cuando un médico atendió a Nadal promediando el segundo set. Al español le molestaba el vendaje -«demasiado ajustado»- y algo más en su dedo pequeño del pie izquierdo, que fue convenientemente tratado.
Tras los cinco minutos de pausa todo siguió como venía. Youzhny se dio el gusto de quebrar el servicio de Nadal para quedar 4-5 -apenas la segunda vez que el español perdió su saque en todo el torneo, en el que no cedió ni un set-, pero enseguida falló con el suyo y Nadal, con una derecha en ataque, cerró el trámite en dos horas y 13 minutos. Al número uno sólo le queda un obstáculo más para confirmar que llegó más lejos de lo que probablemente jamás soño.