Dolgopolov abandona el torneo habiendo ejercido una digna resistencia sobre el finalista del pasado año, que necesitó más de tres horas para sacar adelante el compromiso.
Es el ucraniano un jugador atípico. Sin golpes ortodoxos. Con su particular estilo. Con su propia filosofía, el debutante en el Abierto de Australia llegó a situarse entre los ocho mejores del torneo después de dejar por el camino a raquetas más reputadas como el kazako Mijail Kukushkin (6-3, 6-2 y 6-4), el alemán Benjamin Becker (6-3, 6-0, 3-6 y 7-6(3)) y, sobre todo, el francés Jo Wilfried Tsonga (3-6, 6-3, 3-6, 6-1 y 6-1) y el sueco Robin Soderling, cuarto favorito (1-6, 6-3, 6-1, 4-6 y 6-2). El primer ‘top ten’ al que Dolgopolov.
La imprecisión y la falta de continuidad terminaron por condenar a la revelación del torneo, víctima de la precipitación por su falta de experiencia, que le llevaron a cometer 77 errores no forzados que echaron por tierra la cantidad de golpes ganadores que logró (57).
Un lastre excesivo provocado por la dimensión del momento, agigantado para el ucraniano, presa de la ansiedad ante el momento de su vida.
Es Murray, sin embargo, un jugador acostumbrado a situaciones como estas. Busca el escocés su primer Grand Slam. Se mueve en las alturas desde hace años. Pero no termina de rematar su condición de gigante con un título grande. Siempre hay uno mejor, a última hora, Roger Federer, que le distancia del éxito.
El escocés vuelve a la semifinal por segundo año seguido. Tras dejarse el primer set en todo el torneo, algo que no lograron ni el austríaco Jurgen Melzer, ni el español Guillermo García López, ni el ucraniano Iliya Marchenko ni el eslovaco Karol Beck, adversarios que ha dejado por el camino, Murray aguarda un rival español para volver a la lucha por el título. El ganador del duelo entre Rafael Nadal y David Ferrer.