Como buen andino, amante de la fiesta taurina, utilizo la frase con la cual titulo el artículo, para señalar mi decisión de abandonar el oficio de político, que es una obsesión, y como tal, una actividad primaria. O sea, que he recobrado una racionalidad que perdí a los 32 años -en contra de una decisión previa- cuando me incorporé a la lucha por el ascenso al grado de coronel.
Ciertamente, había aceptado la idea, parte de nuestras enseñanzas, en la cual se determinaba como fin de la carrera militar el grado de teniente coronel. Hasta esa edad disfruté de las bondades y bellezas que ofrece esta maravillosa forma de energía, hay veces con excesos que hoy pago dolosamente. Y ese retorno a la racionalidad tiene que ver con la ira.
Una condición fruto de la frustración. Me siento totalmente decepcionado ante el cuadro actual presentado por la revolución. Y por ello, antes de transformar en odio esa privación relativa de mis expectativas, prefiero recobrar la racionalidad perdida. Naturalmente, no puedo regresar al pasado. Pero sí estoy en condiciones de regocijarme con simples cosas, como la compañía de mis nietos; o, el disfrute de mi casa inserta en una comunidad rural. Un refugio que no sé si construí para albergar mis libros, o para alojarme. Creo que para las dos cosas. Mi biblioteca es parte inseparable de mí. La he cargado en mis hombros en las numerosas mudanzas que he realizado a lo largo de mi existencia.
Sería esta “solución habitacional” un lugar apropiado para recibir mis amigos, dada las dificultades implícitas para trasladarme para visitarlos. Aquí podríamos hablar de cosas consideradas serias, pero preferiría hacerlo de esos temas banales que le dan sal a la vida. Por ello todos serían bienvenidos en el momento que deseen la compañía de una persona que ha aprendido a burlarse de sí mismo, incapaz de escandalizarse por nada de lo que ocurre en el mundo. El escandalizar, como lo dijo Jesús de Nazareth, no tiene otro fin sino dominar los hombres (no es una cita textual). Es un instrumento vil de la política. He allí la razón de mi rechazo al “amarillismo” mediático
Con estas palabras, pero principalmente por los gestos que he venido transmitiendo, renuncio a esa condición impuesta por la gente de ser una suerte de conciencia facilitadora del equilibrio. Y esa abdicación la hago, por cuanto creo es un rol que le corresponde a la generación, hoy en el ejercicio del poder.
En ese sentido, por la observación de su conducta, con la duda cartesiana necesaria, pensaría en Jorge Rodríguez como la persona adecuada para ejercerlo.
Es verdaderamente admirable, que sin abandonar la ira producida por la forma de la muerte de su padre, haya racionalizado su comportamiento, manejando de manera sorprendente la negociación tácita y explícita características de la actividad política. Y aquí se hacen ciertas las palabras del poeta: “cuando renuncie a todo seré mi propio dueño / la renuncia es el viaje de regreso al sueño”.
Finalizando, no puedo dejar de agradecerle a Eleazar Díaz Rangel, el privilegio de haberme permitido la publicación de mis notas en el diario que gerencia eficazmente.
Alberto Müller Rojas