El actual gobierno es absolutamente responsable de las penurias que viven los ciudadanos. La torpeza y negligencia en el manejo de la política económica han sido más que evidentes. La Mesa de la Unidad Democrática alerta a todos los venezolanos sobre las consecuencias funestas de mantenerse las nocivas políticas de esta administración.
Con menos petróleo y un proceso deliberado de destrucción de las grandes empresas y los pequeños negocios privados adelantado cada día por el gobierno nacional, no podemos esperar una mejoría de la economía en el futuro inmediato: desempleo, precarización del empleo, inflación, desabastecimiento y destrucción de capacidades físicas e intelectuales de producción parecen inevitables por el camino de las empresas de producción social y las torpes decisiones de los planificadores del gobierno.
No parece que en los tiempos más cercanos, mejore la disponibilidad de divisas (con la nueva ley de ilícitos cambiarios), ni que aumente la demanda agregada (con menos ingresos públicos y mayores temores privados). Y, aunque mejoren las condiciones ambientales, es posible que las decisiones inapropiadas de inversión en el sector eléctrico, por parte del gobierno nacional, pesen sobre nosotros un tiempo más.
Hasta el primer semestre de 2009 el BCV llevó la cuenta triunfal de veintidós trimestres seguidos de crecimiento continuo. El crecimiento registrado en ese momento, de 0.3% con respecto al trimestre correspondiente al año 2008, fue presentado como una prueba “de la solidez de la actividad económica no petrolera en Venezuela” ante la caída de los precios del petróleo en tiempos de crisis mundial. De este modo parecía ajustar el discurso que repetía trimestre tras trimestre el Ministerio de Finanzas, que atribuía al gasto público el carácter de motor del crecimiento económico.
A pesar de las advertencias de no pocos economistas con respecto a la debilidad del crecimiento registrado, el BCV anunció la primera caída del PIB el segundo trimestre de 2009, consolándose porque había ocurrido “a más de un año de haberse iniciado los impactos de la crisis financiera global, que afectaron negativamente el desempeño económico de la gran mayoría de los países en escala mundial”. Actualmente explica la caída del PIB real de 5,8% entre los primeros trimestres de 2010 y 2009 como consecuencia de la “restricción temporal al acceso de divisas”, “la menor demanda agregada interna de consumo e inversión” y el efecto de las “condiciones ambientales”, única explicación que ofrecen sobre la crisis eléctrica que estamos sufriendo.
Nuestra economía es cada día más dependiente del ingreso petrolero, principal fuente de divisas. El gobierno no sólo no las ahorró, sino que hizo depender de las divisas (que podían faltar bruscamente) su estímulo directo a la demanda agregada, e indirecto al condicionar la disponibilidad de divisas para importar a los requisitos del control cambiario y la volatilidad del mercado permuta. A esto debe sumarse el proceso de construcción del socialismo, que avanza por el camino de amenazas creíbles de expropiación y castigo por incumplimiento de controles de precios que impiden la rentabilidad de la actividad privada. De este modo se ha golpeado duramente no sólo la capacidad anticíclica del gasto público, sino también la supuesta “solidez” de la actividad no petrolera.
Conviene insistir en que los veintidós trimestres de crecimiento pregonados por el gobierno lo fueron sobre una ola de ingresos petroleros crecientes, con un sector privado capaz de responder al gasto público, aunque al costo de reproducir el conocido sesgo antiexportador de la economía venezolana. Con menos petróleo y un proceso deliberado de destrucción de las grandes empresas y los pequeños negocios privados, no podemos esperar una mejoría de la economía en el futuro inmediato: desempleo, precarización del empleo, inflación, desabastecimiento y destrucción de capacidades físicas e intelectuales de producción parecen inevitables por el camino de las empresas de producción social y las torpes decisiones de los planificadores del gobierno. No parece que en el futuro inmediato mejore la disponibilidad de divisas (con la nueva ley de ilícitos cambiarios), ni que aumente la demanda agregada (con menos ingresos públicos y mayores temores privados). Y, aunque mejoren las condiciones ambientales, es posible que las decisiones inapropiadas de inversión en el sector eléctrico pesen sobre nosotros un tiempo más.
La penosa situación económica, que se caracteriza en la temida conjunción de alta inflación con decrecimiento económico y escasez, es el alegato más contundente del fracaso del modelo económico que sustenta al socialismo del siglo XXI. Los socialismos reales han cojeado por las mismas razones, una economía que sólo es eficiente produciendo escasez y precariedad. En el caso venezolano las arrugas y los problemas se han maquillado en estos once años gracias al formidable y mal empleado ingreso petrolero. Lo más dramático es que una vez más la factura la pagan quienes menos tienen, aquellos cuyos ingresos dependen de su salario, porque gracias a la inflación éste vale cada vez menos y porque debido a la política que bloquea e impide la inversión, se destruyen empleos y oportunidades de generar nuevos puestos de trabajo.
gm / Reporte360