Colette Capriles (El Nacional) y Ernesto Alvarenga (El Universal) discurrieron este jueves sobre los intentos de Chávez para ocultar el cáncer que devora, no solo al enfermo que ha hecho de su padecimiento un señuelo electoral, sino al país que él ha venido destruyendo en casi trece años de su empeño en convertir a Venezuela en una segunda Cuba.
Los signos de esa destrucción ya no pueden ocultarse a través de su otrora encendido verbo que prometía la redención de los pobres y su liberación de las garras de los oligarcas apátridas y pitiyankis. A la creciente masa de desposeídos que ha esperado inútilmente 13 años por empleo y casa decentes, ya no puede retarla con aquel insulto a la dignidad humana “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”, porque lo que parecía el inicio de un adiós a la pobreza, hoy es una burla macabra. “Quien manipula y miente -dice Alvarenga- termina siendo prisionero de sus propios embustes”. Ante más de 19 mil muertes violentas con las que concluirá 2011, el oficialismo aún sostiene que los medios “distorsionan” la realidad, creando con su “amarillismo” la “percepción” de que la inseguridad en Venezuela es una de las más altas del mundo (es, en efecto, el 4º más violento del mundo). Desborda el cinismo oficial al decir que: “la oligarquía por intereses personales se niega a aceptar que Venezuela es el país más feliz del mundo”.
En su magistral artículo Colette Capriles desnuda las razones por las cuales el régimen ha incrementado su represión contra los medios “neutralizando lo poco que queda para la difusión del mensaje democrático y la consolidación de una tormenta hegemónica que apunta a inundar todos los resquicios de la conciencia colectiva. Nuevos ataques a los medios de comunicación, autocensuras incluidas; algunos crímenes informáticos que han seleccionado ejemplarmente a sus víctimas (que así funcionan las dictaduras del siglo XXI: no aspiran a controlarlo todo, sino a garantizar las sensación de control a través del ejemplo”). Después de la destructiva multa a Globovisión difícilmente algún canal se atreva a garantizar el derecho a la información sobre hechos como el de El Rodeo, a través del cual quedaron al descubierto la ineptitud y corrupción oficiales. Lo vemos también en la autocensura de la Radio a raíz del cierre de 34 emisoras. Con igual propósito actúan encuestadores devenidos en propagandistas de la falsa “invencibilidad” del enfermo. “En otro plano -dice Colette- arrecia la numerología fantástica con encuestas impresentables y estadísticas risibles”.
Chávez apresura su plan de hegemonía comunicacional porque mientras existan algunos medios y periodistas críticos, no tendrá éxito su propósito de controlar la percepción de la realidad para sustituirla por la ficción de “felicidad” que difunde a borbotones la propaganda del régimen. “Desde la cúpula de la corte chavista -apunta Colette- se ha ido operando una especie de proceso (… ) en el cual los hechos dejan cada vez más lugar a representaciones (… ). Es como si se pasara del hacer al decir, y luego al susurrar o a rezar”. Esas “representaciones” sucedáneas de la realidad que difunden los más de 800 medios oficiales y los castrados por la autocensura, irán sustituyendo a los hechos catastróficos que arruinan la vida de los venezolanos, en la medida en que los medios críticos que aún sobreviven a la persecución, cedan a las presiones del Gobierno o éste los cierre con cualquier excusa. Las mentiras de Chávez sobre la falsa “percepción” de la inseguridad, se vuelven añicos al ver en la TV el llanto desgarrado de las madres cuyos hijos han sido asesinados. Los cuentos sobre la disminución de la pobreza se autodestruyen con las cifras del mismísimo INE: los pobres aumentaron en 329.379 desde mediados de 2010. La desnutrición crónica, que ha dejado efectos en la talla de los niños, es del 30% entre los de 7 y 14 años (M. González Tal Cual). Los damnificados protestan en Globovisión, hartos de engaños, y Giordani prepara nuevos despidos en el sector público mientras Chávez anuncia un aumento del 50% a los militares. No hablemos de los hospitales, de los apagones de hasta 12 horas; o de la destrucción de la agricultura (aprobaron $5 mil millones para importar alimentos porque producimos menos). Ha dilapidado tanto, que casi el 20% del creciente presupuesto público se destinará al pago de la deuda.
Además del cáncer que padece, Chávez quiere ocultar el que tiene Venezuela, cuya metástasis es descrita por las voces valientes que quedan en el país. “Si no fuera por los medios privados, yo tendría un 80% de popularidad” repite con frecuencia el narciso. Con los mil millonarios fondos a su disposición, la numerología fantástica y las encuestas impresentables podrían complacer al enfermo en cuestión de días.
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Publicado originalmente en el diario El Universal (Caracas