María Alejandra Malaver / @malemalaver
Opinión-. Cuando hablamos de la calidad de vida nos referimos a un tema complejo, dinámico y aún por desarrollar su extensión y trasfondo; la calidad de vida no sólo es el bienestar individual que se le pueda proporcionar a un ciudadano en una ciudad o municipio puntual, va mucho más allá de esto, es más amplia, más envolvente y de mayor magnitud.
Calidad de vida es un concepto y a la vez un compromiso, donde cada uno de los ciudadanos posee un rol que desempeñar, siendo este un papel integrador y no aislado o al margen del resto de los ciudadanos.
Cuando hablamos de calidad de vida nos referimos a un proceso que implica diversas aristas, puntas y visiones que determinan la profundidad del concepto de éste.
La calidad de vida se mide o se logra a través de las políticas de desarrollo sustentable que se expresan en los ángulos sociocultural, económico, ambiental y además en el fortalecimiento de las instituciones que harán posible los ángulos mencionados.
Es decir, la calidad de vida se expresa en un ambiente sano, ordenado, con un clima de convivencia, de seguridad, de ordenamiento social, político y económico, y se materializa a través de instituciones fortalecidas donde se respeten y se hagan respetar las normas que regulan el buen vivir de la ciudadanía.
Entonces, la calidad de vida no sólo se describe como el bienestar unidireccional o individual de una persona, sino como un ambiente apto para el desarrollo de una vida sana, plena y con futuro.
Tendremos calidad de vida en la medida que el entorno sea amigable, y en la medida que los demás, con los cuales compartimos, espacio, leyes, y vida, también la tengan.
Es el reflejo de nosotros en la sociedad, y de la sociedad hacia nosotros. Este es el efecto espejo en la calidad vida, que no sólo debe ser visto como un derecho de cada uno de los residentes de una ciudad, sino que también tiene que ser concebido como una responsabilidad de cada uno de nosotros para con nuestro entorno.
Si en verdad queremos ser ciudadanos, entonces asumamos la ciudadanía como un accionar permanente, como nuestra participación activa en la toma de decisiones, en la lucha constante de crecimiento y de organización, como nuestro deber de construir entre todos una Venezuela de ciudadanos, con ciudades dignas y con un sistema de libertades reales y activas y tangibles en instituciones con responsabilidad, moral y ética pública.