1.- No tienes claras cuáles son tus metas y objetivos en la vida, tanto a corto como a mediano plazo. Entonces actúas con base en tus instintos, en satisfacer necesidades inmediatas. ¿Tengo ganas de un café? Me lo compro. ¿La pantalla plana que quería comprar está en promoción, con un descuento atractivo y además a meses sin intereses? Rápido, antes de que quiten la promoción.
Pero no te has puesto a pensar en tu retiro, o en lo que más te gusta hacer en la vida. ¿Te gusta viajar? ¿Te gustaría tener hijos? ¿Quieres dar el siguiente paso con tu pareja? ¿Comprar una casa? Todas estas son metas que, si quieres alcanzar, tendrás que hacer algo que te acerque a ellas. Antes, tienes que decidir cuáles son tus prioridades y esa es una reflexión ineludible, que desafortunadamente muchas personas han pospuesto demasiado tiempo.
2.- No sabes en qué gastas tu dinero. Incluso no tienes demasiado claro cuánto ganas de manera anual y en qué meses recibes un ingreso adicional (por ejemplo, tu prima vacacional). Por eso siempre te cuesta trabajo llegar a final de la quincena, es más, seguramente tienes deudas en tu tarjeta de crédito y quizá incluso hayas tenido que pedir uno de nómina.
Siempre te sientes presionado porque no sabes ni cómo se te va el dinero y desde luego, cuando lo has intentado, jamás has podido seguir un presupuesto o un plan. En otras palabras, no tienes ningún control sobre tu propio dinero, por el contrario te sientes esclavizado y estresado porque nunca te alcanza.
3.- Si sucediera un imprevisto seguramente tendrías que pedir prestado, porque no cuentas con un peso ahorrado para emergencias. Lo que es peor: tampoco tienes ningún seguro, salvo el del coche porque es parte del crédito que pediste para comprarlo. ¿Qué sería de tus hijos si mañana les faltaras? Piensas que es mejor no pensar en ello para no atraer la mala suerte.
La realidad es que tu patrimonio es completamente vulnerable a los vaivenes de la vida. Algo tan sencillo como la pérdida de empleo, aun si recibes liquidación, sería catastrófica para ti y tu familia por los compromisos que ya has adquirido.
4.- Inviertes sin conocer, en lo que te recomendó un amigo, el ejecutivo del banco o peor aún, en ese instrumento tan rentable que viste en un anuncio de Facebook. No entiendes ni cómo funciona pero todo el mundo le está entrando así que ¿por qué no?.
Peor aún, ya te ha ido mal. Te metiste a la flor de la abundancia y te timaron. Entonces no quieres saber nada del riesgo, si inviertes lo haces en el pagaré de tu banco que te paga menos, mucho menos que la inflación. O prefieres comprar dólares y los tienes en tu casa esperando que suba, piensas que al fin y al cabo eso es lo único seguro (hasta que alguien se da cuenta y te los roba).
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