El centrista proeuropeo Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen encabezan la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, que contó con una alta participación pese a la amenaza terrorista, según las primeras estimaciones difundidas este domingo.
Macron obtendría entre el 23% y el 24% de los votos, por delante de la líder del Frente Nacional, con entre el 21,6% y el 23% de los sufragios, según las estimaciones de tres institutos de sondeos.
De confirmarse, este resultado es un revés para los partidos tradicionales que se han alternado en el poder durante décadas: el socialista del presidente saliente François Hollande y los conservadores liderados por François Fillon.
A sus 39 años, al frente de un nuevo partido, ¡En Marcha!, Macron ha ganado una apuesta que muchos daban por perdida hasta el comienzo de 2017, cuando empezó a despuntar en las encuestas.
Marine Le Pen, de 48 años, tampoco se ha quedado atrás y ha repetido la hazaña de su padre 15 años después, capitalizando el hartazgo de los franceses con el sistema.
Cualquiera de los dos haría historia: Macron como el presidente más joven de Francia y ella como la primera mujer en la jefatura del Estado.
Los sondeos efectuados antes del domingo dan como ganador a Macron en la segunda vuelta, del 7 de mayo, contra Le Pen.
Si se corrobora, esto supondría una bocanada de aire fresco para la Unión Europea. Macron, exministro de Economía de Hollande, ha hecho campaña con un programa abiertamente europeísta y liberal.
Si se impusiera Marine Le Pen se avecinaría en cambio una época de gran incertidumbre para la UE debido a su defensa de la salida del euro, que podría propinar un golpe fatal a un bloque ya debilitado por el Brexit.
La ultraderechista se benefició de la misma ola populista que propulsó la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, con un programa centrado en el “patriotismo” y la “preferencia nacional”.
El pase a la segunda vuelta de estos dos candidatos confirma lo que los sondeos venían anunciado desde hacía semanas, aunque el suspense se mantuvo hasta el último minuto debido a la cortadistancia con sus dos principales rivales: Fillon y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon.
Pese a la amenaza de atentados yihadistas que planeaba sobre estos comicios, los franceses no se dejaron amedrentar y acudieron masivamente a las urnas. La participación fue una de las más altas de los últimos 40 años.
La recta final de la campaña se vio sacudida esta semana por un ataque en la emblemática avenida de los Campos Elíseos de París y el desbaratamiento de un atentado inminente, en un país ya traumatizado por una ola de ataques yihadistas que ha provocado más de 230 muertos desde 2015.
En este clima de tensión máxima, las autoridades no escatimaron en medios para garantizar la seguridad en todo el territorio, con el despliegue de más de 50.000 policías y gendarmes, que contaron con la ayuda de 7.000 militares.
A nivel interno, estas elecciones son consideradas cruciales en un país con una economía maltrecha por el desempleo y un crecimiento que no acaba de arrancar desde la crisis de 2008.
La carrera por el Elíseo ha sido muy atípica. Debilitado por una impopularidad récord, Hollande se vio obligado a renunciar a presentarse de nuevo, algo nunca visto en Francia en más de 60 años.
Su primer ministro Manuel Valls fue eliminado en las primarias socialistas en las que se impuso un candidato más a la izquierda, Benoît Hamon, el gran derrotado del día.
La campaña estuvo marcada además por los enredos judiciales de varios candidatos, lo que relegó a un segundo plano el debate de los temas de fondo.
Fillon perdió su condición de favorito a finales de enero después de que la prensa revelara que su esposa y dos de sus cinco hijos se beneficiaron de empleos públicos presuntamente ficticios por los que cobraron cientos de miles de euros.
Imputado por desvío de fondos públicos y apropiación indebida de bienes sociales, Fillon, que clama su inocencia, se aferró a su candidatura.
No fue el único candidato con problemas con la justicia. Marine Le Pen es también objeto de una investigación por empleos presuntamente ficticios en el Parlamento Europeo, donde ocupa un escaño, y por supuestas irregularidades en el financiamiento de campañas pasadas.
Sin embargo ella se niega a ser interrogada por la justicia, invocando su inmunidad parlamentaria.
La última sorpresa en la campaña llegó de la mano de la izquierda radical. Mélenchon, un exsocialista convertido en estandarte de la “Francia insumisa”, se coló entre los favoritos con un discurso combativo contra lo que él considera “la casta” política.
Este admirador del exlíder venezolano Hugo Chávez y del cubano Fidel Castro estaba dispuesto a dar un portazo a la UE si no ponía fin a la política de austeridad.
Macron y Le Pen disponen ahora de 15 días para convencer a los 47 millones de electores de que son la mejor opción para dirigir el país.
El que lo consiga tendrá luego que tejer alianzas de cara a las legislativas a dos vueltas de junio, que hasta ahora han favorecido a los partidos tradicionales.
AFP