Hay una pregunta que se repite en todos los espacios en los que participo. ¿Es posible que la protesta opositora tenga éxito y logre producir los cambios que la mayoría de la población quiere?
La respuesta es sí. La historia está llena de ejemplos en los que el pueblo mayoritario produce la transición de la autocracia a la democracia. Pero esta es una respuesta condicionada. No es suficiente el deseo de cambio. Es necesaria la conjunción de dos variables. La primera es la protesta pacífica, que suele convertirse en kriptonita para el gobierno. Pero no es fácil. La población que presiona los cambios pacíficamente, se enfrenta a la resistencia violenta de su contendor. Conociendo su costo de salida infinito, el detentor de poder estará dispuesto a cualquier cosa para defenderse. Su estrategia comunicacional está cantada. Primero destruye la verdad como valor en el debate político. Después usa la vieja técnica de acusar de sus fechorías a la víctima. No importa que hayan muerto (asesinado) 40 de sus adversarios, él produce un gran alboroto por el rasguño de uno de los suyos. En el medio de ese jaleo, como dice la fiscal, es difícil culpar al agredido de radicalizarse para defenderse de la violación de sus derechos. Y entonces algunos grupos se desbordan. Pero ahí está el problema. La respuesta violenta, a la violencia oficial, es oro en polvo para el gobierno. No importa si está justificada, el resultado suele ser contraproducente y difícil de evitar. El éxito no se trata de que la protesta sea violenta, sino masiva. Justificar las acciones violentas en la violencia del gobierno no resuelve el problema de que no funciona, sólo explica cómo te llevan al terreno que te quieren llevar.
El segundo tema es que no se gana con una protesta profunda e intensa sino con una protesta amplia y sostenida. El secreto está en el Himno Nacional. Dos partes de una estrofa principal: 1) Abajo cadenas, gritaba el señor, y 2) el pobre en su choza libertad pidió. Necesitas la suma de 1+2 para producir el cambio. La población más pobre desea y apoya ese cambio tanto como la clase media. Cerca del 80% de los venezolanos quiere y desea un cambio de modelo y de gobierno y esa mayoría ocurre, casi en la misma proporción, en la población más pobre. Pero la transformación de energía potencial a cinética de ese deseo de cambio ha sido mucho más baja en este estrato que en la clase media. Sí, ya sé que muchos de mis amigos tienen una historia de la gente pobre marchando con ellos, pero la realidad es que si quieres medir participación de la población más pobre no puedes identificarla en las marchas de TU zona, sino en las protestas de SU zona. Y más allá de los casos puntuales, que diferencian la protesta actual de la anterior, no es verdad que la penetración de la protesta es similar en ambos grupos sociales. Y no te quejes de que la población más pobre no te acompañe en las protestas de tu zona, si tú no la acompañas, ayudas o proteges en las de ella. Por mucho riesgo que asumas en tu protesta de clase media, jamás será comparable con el riesgo del estrato más pobre en su zona. Podemos recordar el terrible e infame número y el nombre de cada asesinado en la protesta opositora. Pero es un número brutalmente mayor el de quienes mueren a diario en los barrios populares, aun sin protestar. Esto sin contar con el inmenso costo y peligro que representan para ellos los colectivos y la pérdida de los CLAPs, algo que sólo viviendo ahí se puede internalizar.
La oposición tiene que resolver los bloqueadores del pobre en su choza, para complementar el importante, pero insuficiente, Abajo cadenas que grita el señor.
Pregunta quién está trabajando en eso, porque ahí está el secreto del sí a tu pregunta crucial.
Luisvleon @ gmail.com|El Universal