Claro que se pueden rescatar los equilibrios perdidos por la hiperinflación. Lo han hecho más de 50 países que lo han sufrido a lo largo de toda la historia. Unos los han hecho rápidamente y otros se han demorado más, con casos extremos como Nicaragua (en guerra) que lo tuvo por cinco años y todos lo resolvieron con la misma medicina: eliminación de la monetización del déficit fiscal, liberando el cambio y los precios, sinceración de tarifas públicas, rescatando la autonomía institucional y obteniendo recursos financieros internacionales para apoyar el proceso de transición económica. Esta receta ha funcionado, pero siempre que tenga todos los componentes, se aplique de manera integral, por un gobierno en el que el mercado confíe (un detalle).
La pregunta es: ¿puede el BCV resolver el problema con la estrategia de ordenar a la banca un encaje legal del 100% sobre el nuevo dinero que seguirá produciendo sin control para cubrir su déficit, es decir exigiendo que el sacrificio lo hagan solo las empresas y los consumidores, pero no él? ¿Es suficiente para estabilizar la tasa de cambio que esterilice el dinero que el mismo produce irresponsablemente, vendiendo euros en efectivo a través de la banca para retirar los bolívares del sistema? ¿Puede controlar la crisis aplicando un shock de liquidez, sin cambiar su política fiscal, ni generar confianza en los agentes económicos, ni fortalecer instituciones monetarias, ni ajustar los precios públicos, incluida la gasolina (sin contar con la escasez prevista por las sanciones en este rubro), ni obtener financiamiento de soporte y dinero fresco, ni rescatar los equilibrios políticos del país, ni reinsertar a Venezuela en el comercio internacional moderno? La respuesta es NO.
Las posibilidades de que el BCV controle permanentemente la devaluación y la inflación eliminando los créditos de la banca y aspirando dinero con una colocación parcial de divisas en el mercado, en momentos en que tiene una crisis brutal de flujo de caja, es prácticamente nula, aunque a corto plazo pueda bajar la presión y reducir el tipo de cambio, como para coger impulso.
Los efectos secundarios de estas medidas, sin un modelo integral, serán insostenibles. La oferta oficial de divisas en efectivo del BCV va a reducir en efecto la liquidez monetaria (ya restringida por la pulverización del crédito) y puede bajar la tasa de cambio a corto plazo, pero a costa del colapso de flujo de caja del sector productivo y de la propia banca. El BCV ofrece euros en efectivo porque no hay bancos corresponsables relevantes dispuestos a operar sus transferencias a terceros. Eso restringe su capacidad de ofrecer establemente en ese mercado, por lo que no luce una estrategia sostenible. Sin créditos que compensen los incrementos de hiperinflación, el sector privado no está en capacidad de sostener sus ya deteriorados niveles de producción y distribución, a menos que financie su capital de trabajo con sus propios dólares, algo poco probable en medio de la crisis política que vive el país.
Qué lástima que luego de tantos años pidiéndole apertura y una política fiscal racional, sea ahora cuando el BCV pretenda un shock de liquidez y apertura, pero con un sector productivo sin margen de maniobra, el flujo de caja oficial en el piso por las sanciones (y empeorando día a día) y la confianza de los agentes económicos totalmente pulverizada. Tratar de bajar el dólar y la inflación, sólo secando liquidez, que también contrae consumo, pagos de proveedores, financiamiento de capital de trabajo, capacidad de producción y salud financiera de la banca, sin generar confianza, es cómo resolver un dolor de cabeza… cortándotela.
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