Pocas veces en las ciencias sociales podemos tener una respuesta absoluta, segura, sin riesgo a equivocarnos. Esta pregunta, sin embargo, nos brinda una de esas exóticas oportunidades. La respuesta es NO, no hay ni la más remota posibilidad de que funcione este sistema intervencionista que vuelve a intentar su gobierno, después de probar varias veces la misma cosa con diferentes nombres y actores, pero con el mismo concepto errado.
No hay nada nuevo en esta propuesta que anunciaron parcialmente esta semana, pues se trata de mantener un sistema cambiario controlado, múltiple, de entrega discrecional, con tasas inferiores a la de mercado y por ende promotor automático de un mercado negro opaco, oscuro, manipulable y volátil. Entonces tampoco será nuevo lo que quiero comentarle sobre él. La verdad es que mi argumento de hoy es el mismo que escribí aquí hace tres años cuando proponía una modificación en el sistema cambiario que ya había conducido en ese momento al país a una crisis muy severa y, como era de esperar, resultó ser sólo la maqueta de lo que hemos vivido después.
Decía que seguir con un tipo de cambio oficial artificialmente barato era un suicidio que quemaría las reservas, provocaría una demanda infinita de divisas, colapsaría y corrompería más las asignaciones de dólares y que, lejos de beneficiar a los consumidores, se traduciría en más escasez e inflación.
Proponíamos la mayoría de los economistas en aquel momento aprovechar la coyuntura de cambio político para buscar un proceso paulatino de sinceración, compensando a la población más necesitada con subsidios directos en bolívares que sustituyeran el absurdo subsidio en dólares que sólo genera distorsiones, corrupción, escasez e inflación. Claro que habría costos de ajuste. En aquel momento, quizás el dólar hubiera subido, pero para estabilizarse a una tasa dos ceros menos que la actual.
Luego de varios anuncios oficiales favorables a esta idea, la decisión fue evitar cualquier ajuste moderno. Usted se decantó por más control e intervención. Gasolina para la candela. Puedo imaginarme las presiones económicas y los temores políticos que bloquearon el cambio. Es como ese paciente a quien el médico recomienda una operación de apendicitis y él la evita por temor a la anestesia, el quirófano, la cuenta y el postoperatorio, así como por el consejo de un amigo, que por cierto, se hace rico vendiéndole medicinas para el dolor que quita la operación.
El problema es que después viene la peritonitis y la septicemia. Es como aquella cadena, ¿cómo olvidarla? Esa que era el eslabón final del anuncio de que se anunciaría lo que se anunció varias veces que mejor se anunciaría después, para luego anunciar que no se anunciaría nada. Entonces usted reconoció que no había funcionado lo anterior y que iba por algo nuevo, que resultó otra vez lo mismo, pero con un dólar más caro, un país más pobre y unos empresarios más desconfiados. Y luego otra vez y otra vez. ¿Y entonces? Ahora que reconoce que tampoco sirvió, ¿le parece que servirá hacer lo mismo?
Pues no, Presidente, porque no puede pasar nada distinto haciendo lo mismo otra vez. Yo he criticado mucho su modelo y su gobierno. Y usted me ha criticado a mí. Forma parte del debate. Lo haré de nuevo en breve sobre la insólita decisión del TSJ, que en mi opinión pulveriza la democracia en Venezuela. Pero hoy no vengo hablar de política, sino a ordenar y comentarle esta secuencia evidente de desaciertos económicos, con la esperanza de generar en usted una duda que lo lleve a preguntarse de veras: ¿será que la estamos embarrando de nuevo? Pero mire usted qué casualidad Presidente, esa pregunta también tiene una respuesta concreta y estoy seguro que usted sabe cuál es.
luisvleon@gmail.com|Publicado en El Universal