El gobierno se ha sacado de la manga un nuevo truco para tratar de mantenerse en el poder, a pesar de que 80% del país desea salir de Maduro. Es una jugada arriesgada, casi demencial. Reta a la cultura democrática venezolana, a la institución del voto, al principio no censitario y mucho menos corporativista de la representación política, tratará de cambiar nuevamente la división político territorial del país e inventará prácticas de postulación arbitrarias calificadas de protagónicas y populares.
Juega con la inteligencia de los militares, con cantos leguleyos, para disipar temores sobre las evidentes responsabilidades que contra los principios básicos de la democracia tiene esta propuesta fascista que, entre otros peligros y de avanzar la iniciativa, podría convertir a los “camisas negras” (hoy rojas) en parte de los cuerpos represivos del Estado.
Pretende chantajear a los empresarios, como lo hizo en su momento el fascismo italiano, invitándolos a un coro de privilegios si forman parte de la constituyente económica, mientras que emplaza a los obispos a que formen parte de la iniciativa, al menos dándole audiencia, chapeando con el papa Bergoglio.
Muchas más serán las iniciativas. Reuniones con jóvenes, indígenas, amas de casa, deportistas, trabajadores, campesinos (y siga usted sumando), tratando de incorporar en partes una totalidad que no puede ser segmentada, sino con la oscura y fascista intención de excluir a la inmensa mayoría del pueblo, para que una minoría se salga con la suya, eso sí, embadurnado la iniciativa con conceptos y preceptos jurídicos, de la autoría de un personaje que quiere pasar a la historia como el Vallenilla Lanz de estos tiempos.
En realidad, lo que estamos viendo, desde que el truco constituyente se anunció el 1° de mayo, es la puesta en escena de lo que será el anuncio de las bases comiciales para elegir la asamblea nacional constituyente sectorial y territorial.
Obviamente, aún no conocemos el tamaño de la charada que prepara el CNE, pero tiene que ser una de tal tamaño que le permita diseñar unas elecciones donde la regla sea que quien gana es la minoría. ¿Cómo hacerlo? Fácil, los fascistas lo inventaron hace muchos años y luego de eso todos los totalitarismos de todos los tipos y pelambres los han imitado con sus respectivas variantes.
Se trata de instaurar una nueva forma de representación política. Ya no será ni proporcional, ni universal y mucho menos directa. Será por pedacitos, por segmentos, sectores dirán, por grupos que además son del oficialismo o que para postularse previamente hay que ser parte de ellos, o que hay que contar con el permiso de acreditación del CNE y sus arrítmicas velocidades para tramitar lo propio de lo ajeno.
Pero como este fraude a la democracia y despropósito a la inteligencia, no solo puede mostrar la cara del corporativismo de los tiranos, inventó otra representación de tipo territorial. En ella, habrá una sobrerrepresentación de los municipios más pobres y dependientes de las migajas del gobierno, ni que decir si se atreven a reconvertir en comunas la división político-territorial del país. De esta forma, la “cámara de representantes territoriales” estará compuesta por una minoría de votos convertida en mayoría de constituyentistas.
Vamos camino a la estafa más espectacular que se haya vivido en el continente, a un nuevo y grotesco episodio de leguleyismo tiránico. Vamos al intento de una camarilla de funcionarios enriquecidos y de unas cúpulas en el poder de perpetuarse a expensas del hambre, la crisis y el descontento de la inmensa mayoría de los venezolanos.
No lo van a lograr. Y para aquellos que forman parte de los aparatos de poder, que son los apoyos claves del régimen más desprestigiado de la historia reciente del país, quienes son los que pueden detener este truco a tiempo para entonces dejar que sea la Constitución de 1999 la que siga marcando la hora de los cambios, es bueno que recuerden que no hay tiranía posible que pueda gobernar si 80% del país no los quiere. Este es el caso del gobierno, y seguir avanzando en lo imposible es solo continuar con el dolor y hacia escenarios trágicos para todo el país, pero en especial para quienes tuvieron en sus manos la posibilidad de detener esta locura, y no lo hicieron.