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Luis Escaray: la voz de un pueblo olvidado

c5   Entre estribillos y voseos se despidió el gaitero. La tocaba a pie, sencilla, pero sabrosa. La gaita salía de sus venas, de su garganta, de su alma zuliana. Aunque su pesebre fue Maracaibo, de su amada Costa Oriental del Lago cantó hasta sus últimos días. Muchos lo criticaron por ser un “gaitero morochero”, otros lo veneran aún por darle importancia a tan rezagada tierra. Pero, lo cierto es que toda Venezuela habla gaiteando, y lo seguirá haciendo, al ritmo de Luis Escaray.

 

Sentado en el suelo, el niño de 4 años acomoda unos baldes frente a él; sus manitos, sujetando unos palitos de madera, se mueven solas para golpearlos como tambores. Jesusita Guillén, su madre, está a escasos metros de él, cocinando y cantando con voz gaitera y melodiosa. Esa voz llegaría a ser la mayor inspiración del pequeño. El niño acompaña con percusión al ritmo del canto de su progenitora hasta que ¡pam!… Luis rompe otro balde.

Su voz fuerte y vibrante evidenciaba que algo prodigioso debía provenir de ella; la jocosidad que se divertía en su boca y sus palabras coloquiales reflejaban el regionalismo que corría por sus venas. Sus canciones pegajosas como “La chupa chupa” y “La voy a tocar a pie” reinan en las temporadas navideñas. Con 49 años de edad, seis premios Gaita del Año y una Orquídea de oro en sus manos, Luis Escaray aseguraba que nació para ser gaitero.

Gaiteando desde la cuna

Fue en 1961 cuando este personaje llegó al mundo. Aunque fue en Maracaibo donde abrió sus ojos por primera vez, a los ocho días de haber nacido lo trasladaron a lo que él consideraba su verdadera tierra: la Costa Oriental del Lago.

Escaray estuvo rodeado de familiares y amigos gaiteros desde pequeño. “Yo no creo que nací para ser gaitero, estoy seguro de ello. Mi madre fue gaitera y mi abuela también; de esas ‘de a pie’, sin electricidad ni instrumentos. Fue mi mamá quien compró mi primer cuatro, fue ella quien me impulsó en el camino de la música, de la gaita”.

A sus 10 años comenzó a tocar la tambora en villancicos dentro de una iglesia; este fue el primer instrumento que tuvo el placer de sentir el ritmo de Escaray. “Eso era lo que me gustaba a mí, el ‘pam, pam, pam’, la percusión”, decía graciosamente el gaitero golpeteando con sabor la mesa que tenía en frente.

Eran Escaray y Omar Rojas unos niños de 12 años cuando la tarde se pintó de música en un colegio del sector Las Morochas, en la COL. Ellos recogían botellas del suelo para ganar un real por caja mientras el lugar se cargaba de bullicio y gente. Conjuntos gaiteros subían y bajaban de la plataforma; derramaban su talento y hacían mover al público. Ahí estaba su sueño, encarnado en esos gaiteros que disfrutaban de los constantes aplausos. Una vez terminado el show, los pequeños cruzaron miradas pícaras con unas “muchachitas bien lindas” que formaban parte del público. Subieron a la tarima y, para causar impresión, comenzaron a cantar las canciones que, minutos atrás, habían escuchado de los más profesionales.

Así soñaban hasta que llegó Jaime Indriago a concretar sus ilusiones de “gaitear”. “Jaime, gran gaitero y amigo, nos invitó a formar parte de Nueva Era; entré a ese grupo como tamborero cuando tenía 14 años. Pero, en un ensayo, uno de los solistas desafinaba a cada rato. Estábamos retrasaditos por él hasta que yo le di el tono. Enseguida, el cuatrista, hermano de Jaime Indriago, me levantó de la tambora y me dijo ‘vos tenéis que cantar’. A partir de ahí comenzó mi carrera.”

Aunque otras agrupaciones de música tropical y distintos estilos lo llamaron para formar parte de ellas, Escaray escogió cantar la gaita, su pasión. “La gaita me inspira porque en otras bandas musicales sólo se menciona el nombre del conjunto. En cambio, en las agrupaciones gaiteras se nombran a los músicos, a los compositores y a los solistas. Y a mí me gustaba que me reconocieran, quería ser artista y representar a esta región”, expresaba Escaray.

El camino a la fama

En 1979 su voz fue premiada en el estadio de Cabimas cuando ganó el primer lugar en el Festival de la Voz de Oro. Su momento de fama se iba acercando; su canto ya era reconocido más allá de Las Morochas. Más tarde, en 1980, grabaría con Trece más Uno, con Revolución Gaitera en 1981 y con Los Señoriales de la Gaita en 1984.

Hasta estos momentos, Escaray sólo había sorprendido con su voz gaitera, pero es a partir de 1992 cuando comienza a destacarse como compositor. El gaitero comentaba que pedía constantemente a Jaime Indriago, quien ha sido compositor desde joven, que escribiera una canción para él. “Una vez hasta me puse bravo con Jaime porque a otros solistas de Maracaibo él les componía canciones muy buenas y a mí nada. Y él me dijo: ‘Chico, pero componete vos una gaita. Así como improvisáis cuando estáis cantando, podéis componete algo’. Así que compuse una parranda llamada ‘No mojo, pero empapo’, inspirada en un refrán que me vino a la mente durante un evento en 1991. Estaba en el Poliedro de Caracas, formando parte de Gaiteros de Pillopo. Nos dejaron de último en la presentación porque nosotros estábamos pegados con el tema ‘La menea’, de Ender Fuenmayor. Yo lo que hacía era parodias de canciones famosas para el momento. Entonces, yo dije: ‘bueno, yo no mojo pero empapo, porque esta gente no se va de aquí hasta que yo no termine de cantar’. Esa parranda cruzó fronteras pues fuimos a tocarla hasta en Miami”.

Después de un trago amargo, un vaso de miel

En su recorrido por la música, fama y gaita no faltaron las experiencias amargas. En 1995, cuando recién cumplía su sueño de formar parte del grupo gaitero Cardenales del Éxito, una enfermedad infecciosa atacó sus bronquios. Su garganta sólo podía emitir sonidos casi ahogados, por lo que pensó que el problema radicaba en sus cuerdas vocales.

Estaba totalmente desahuciado, “raspó” a uno de los mejores foniatras del estado Zulia y a varios otorrinos; ninguno pudo ayudarlo. “No podía hablar, eso sí es feo porque uno vive de la voz, sobretodo, para el canto. Mi hermana me decía que ya yo había cantado mucho que sólo le diera gracias a Dios por esos años de voz que me había dado, pero que te digan que no puedes usar la voz, siendo un cantante, te mata”, narraba Escaray con ojos tristes.

Su ánimo decaía al pensar en la posibilidad de no volver a cantar más. Su talento, su gaita, su pasión, quedarían guardadas en una gaveta que iría empolvando sus sueños. Los días de angustia transcurrían mientras Cardenales del Éxito ya había encontrado otro solista que lo sustituyera; Escaray sólo regresaría como compositor. El gaitero contaba que decidió ir al lugar de ensayo de la agrupación para que los integrantes lo escucharan hablar, lo poco que podía, y supiesen el porqué debía retirarse como solista. “Allí Ricardo Cepeda me dijo: ‘Primo ¿por qué no se chequea los bronquios?’ Yo regresé a mi casa con esa idea en la cabeza y, días después, consulté un neumonólogo. Ese señor me hizo cantar de nuevo. Ya recuperado, en ese mismo año, compré la agrupación VHG y gané mi primera Gaita del año con la canción ‘Conciencia’ ¿Qué te parece?”.

A este gaitero las caídas parecían hacerlo volar más alto, después de haber atravesado por un desierto, Escaray salta al estrellato. Da la impresión de que el Zulia adora este personaje, pues le otorgó, en repetidas ocasiones, el galardón “El Zulia elige la Gaita del Año”. Ganó con las gaitas “Conciencia”, “Por ahí se va la patria”, “La chupa chupa”, “La voy a tocar a pie”, “Déjala que agarre el golpe” y, la última que compuso, “Alma zuliana”.

Criticado pero amado

No siempre el camino de la fama destella alegrías. Las críticas contra el talentoso gaitero y su agrupación no tardaron en surgir con ímpetu. El cantautor zuliano expresaba que cuando ganaron la premiación de la Gaita del año con “La chupa chupa”, en 2007, causó revuelo en entre los gaiteros participantes y sus seguidores. Respuestas agresivas, como lanzar sillas y botellas, fueron la corona de amargura con la que terminó el evento. Posteriormente, todos los gaiteros comenzaron a hacer públicas sus opiniones respecto a la decisión tomada.

Escaray afirmaba que el ganar Gaitas del año le cae mal a mucha gente y el tener cierta posición, siempre genera críticas. “Debes recordar el ‘mollejero’ que se prendió cuando ganamos con ‘La chupa chupa’. Mucha gente no acepta que en la Costa Oriental del Lago hay muchísimo talento. Creen que sólo en Maracaibo nacen gaiteros. En la Costa tenemos cantantes como Jaime Indriago, Omar Rojas, los del Grupo Barrio Obrero y Gran Coquivacoa”.

A pesar de cierto aire de envidia que parecía rodearle, aseveraba sentirse muy querido en su región. Escaray expresaba con sentimiento las siguientes palabras: “Creo que este pueblo se ha sentido muy orgulloso de mí. Por él es que hago lo que hago. Siempre he querido que sepan que yo he tomado en cuenta esta tierra, muy olvidada por cierto. Por ella compongo canciones, de hecho, tengo una gaita que dice…” Y entonó en un canto de reclamo: “Cómo es posible mi hermano que aquí no haya un Sambil, sino es para dónde ir ni un buen Paseo del Lago. La Costa Oriental del Lago es rica por donde quiera, es la zona petrolera más grande de nuestro estado. Podrán decirme goloso por mi forma de pedir, pero juro que un Sambil lo hacemos con medio pozo…”

Su musa era el mismo pueblo. “La gente me va dando ideas. Por ejemplo, una vez estábamos en pleno toque cuando se fue la electricidad y un señor del público alzó la voz diciendo: ‘Andá vete a pie, tocala a pie como se tocaba la gaita antes’.  De esas exclamaciones surgió mi inspiración para componer ‘La voy a tocar a pie’. Siempre me gusta tomar en cuenta la opinión del pueblo”.

Sus palabras reforzaban el regionalismo que expresaba en sus canciones; demuestran que no sólo componía vana melodía y poesía superficial. Sentía lo que escribía. “Ése soy yo, me gusta luchar por mi tierra. Defiendo a Maracaibo porque fue donde nací, pero si hay alguien que puede hablar y cantar por esta región, orgullosamente, soy yo”. Escaray consideraba que a través de la gaita se podían lograr muchas cosas y aseguraba que con ella le estaba dando más realce a la Costa Oriental del Lago. Con certeza y orgullo manifestó que por medio de su canto y composición la gente en el mundo conoce a la COL, no sólo por el petróleo que la caracteriza, sino porque allí en ese pueblo nacen grandes cantantes.

Evidencia de lo que se puede lograr con la gaita es que el galardón de la Orquídea llegase a manos de reconocidos gaiteros que nunca habían tenido la oportunidad de participar en esta premiación. “Yo y mi agrupación, VHG, compusimos una gaita, en el año 2005, llamada ‘Primero es mi gaita’ donde reclamamos la Orquídea, cosa que ninguna agrupación gaitera había hecho. Ya hoy en día se le ha entregado Orquídea a Cepeda, a Neguito, Oscar González de Koquimba, me la entregaron a mí y ojalá falten muchos más”.

Su mayor sueño era que la gaita cruzara las fronteras venezolanas y, a su vez, dar a conocer a la Costa Oriental del Lago a través de ella. Hasta aquí no llega Luis Escaray. Seguirá gaiteando a través de su legado. Rompió baldes desde pequeño con su ritmo, rompió récords musicales con su voz y seguirá rompiendo en alegría todas las navidades. Sus canciones perpetuarán en las mentes de los zulianos porque sus gaitas de que se pegan, se pegan.

Colaboración para NAD, cortesía de Dayanni Sánchez

Luis Escaray: la voz de un pueblo olvidado was last modified: abril 3rd, 2011 by
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