Así es como llamo a la estrategia de la oposición. Cuando los “líderes” opositores sienten que han perdido terreno frente al gobierno y que sus demandas no son escuchadas, o sus estrategias se ven anuladas, es allí cuando desesperados encienden el Fogón, le echan gasolina y logran que la generosa clase opositora, que hoy es mayoría absoluta, salga a la calle. La calle se calienta, hasta el punto en que todo parece que por fin va a ocurrir; que su liderazgo va a estar a la altura de las circunstancias. Los venezolanos sentimos que por fin tendremos un cambio en puertas y que nuestras vidas volverán a ser “normales”. Lamentablemente esto dura muy poco, porque cuando por fin tienen lo que pedían – la gente en la calle– les entra un ataque de pánico disfrazado de civilidad y legalidad, y nos piden que demos un paso atrás.
Entonces vienen los ataques indiscriminados a los supuestos “radicales” — aquellos que pretenden permanecer en la calle–; esos a quienes ellos mismos llamaron. Los califican de violentos, de irresponsables; simplemente porque cumplieron con su llamado y reclaman mayor acción y coherencia en su dirección. Ocurre entonces lo impensable, los líderes opositores coinciden plenamente con el gobierno. Es así como confundidos y desconcertados, nos meten al congelador.
El gobierno por su parte consigue de nuevo su objetivo. Cuando se sienten con la soga al cuello, llaman urgente a los líderes opositores, y estos –ipso facto– acuden a “dialogar”. Salen nuestros “aguerridos” líderes corriendo y en cuestión de minutos, aparecen retratados con sonrisitas dándole la mano a sus verdugos, quienes además aparecen ostentando la dirección de la simulada mesa, la presiden y hasta se hacen flanquear por la bandera del Vaticano y Venezuela (mi religión y mi país). ¿Pretenden que no estemos indignados, molestos o desconcertados?, si luego de semejante apoyo popular en la calles, aparecen en los medios y nos piden calma, que esperemos …semanas, meses. Se nos dice que ellos son responsables, que saben lo que hacen y que debemos confiar en sus actos. El tema no se resume en tener o no confianza; confianza hemos tenido y de sobra. La clave está en el mensaje que nos mandan, en la contradicción incoherente a que nos someten. ¿Un millón de personas en la calle, para sentarse en minutos frente al gobierno?. Actúan como segundones frente al poder ¿en nombre de nuestras familias, nuestra vida y nuestro país?. No creen ustedes que han debido darnos una explicación, un tiempito para entender; ¿Por qué el gobierno los convoca en minutos y nosotros esperamos semanas?.
De pronto y sin aviso, estando cada quien en lo suyo desconcertados y angustiados, conforme al desastre de vida que nos ha tocado vivir, en esta supervivencia del día a día, encendemos el teléfono, TV o radio y ¡oh sorpresa! escuchamos a nuestros líderes decir que sólo con la Calle se lograrán los cambios que el país y todos necesitamos, ¿qué?. Que su trabajo es convencer al pueblo y que “la responsabilidad es de todos en la calle”.
Amigos líderes opositores, ustedes que escogieron ese trabajo lleno de dificultades y retos les digo: todos estamos del lado de la libertad, de la prosperidad, del cambio y de un futuro mejor para nuestros hijos; hemos apoyado incansablemente la causa opositora por años; nos hemos alegrado por los pequeños triunfos y hemos llorado nuestros inmensos fracasos, juntos; hemos asistido a todo, todo, pero… ¡Hay que saber ganar!. Reflexionen, la calle –como la llaman– no puede estar sometida a tanta improvisación, simplemente porque ustedes así lo deciden, o porque en nombre de una Unidad –que todos apoyamos– y que ahora ya no tiene más eventos electorales en el futuro, se someta al país que todos amamos a la contradicción, la depresión y la desmovilización. Ya escucho a Capriles pidiendo la calle, y molesto porque no le responden. En estos últimos días se ha dejado solos en la calle al importante sector estudiantil, quienes se han mantenido activos y a quienes se les llama a la tarima cuando hay interés, basta ya!. Con esta estrategia equivocada ocurre una y otra vez lo mismo, el congelador queda lleno de venezolanos confundidos, hasta que “por milagro” nos saquen de nuevo al fogón.
Luis Carlos Uzcátegui @luiscuzcategui luisuzcategui@yahoo.com