La próxima semana irán a Nava Sanucka, en el Delta, para atender a indios warao y los acompañarán otros dos especialistas, un grupo de estudiantes de sexto año de Medicina y otro de misioneros. Hace dos años trabajaron con los indios panare en Maniapure, a dos horas y media de Caicara del Orinoco, pero esta vez será una jornada más completa porque podrán realizar hasta despistaje de cáncer de cuello uterino.
Rea, médico cirujano, celebra la buena disposición que siempre tienen los estudiantes de Medicina al mismo tiempo que lamenta lo difícil que se les ha hecho conseguir especialistas: «Cuando empecé a ir a las cárceles hace cuatro años, por ejemplo, conseguía muchos médicos que estaban dispuestos a acompañarme, pero ahora hay menos receptividad. Con esfuerzo logro convocar a veinte especialistas, pero al final nunca van más de cinco, cada quien pone una excusa distinta. Muchos ni siquiera soportan el olor de las cárceles y una vez que van no vuelven más».
Por su parte, Noda, quien dicta una cátedra de Parasitología en la Escuela Vargas, cuenta que fue «adoptado» por la doctora Rea hace unos tres años: «Uno se hace médico para ayudar al otro, y lo mejor es ayudar a quien más lo necesita, a toda esa gente a la que nadie más ayuda porque son pobres o están presos o muy apartados de la civilización». Cuenta que su especialidad le ha ayudado en sus andanzas por barrios, cárceles y zonas rurales: «Los problemas de parasitosis son importantes en todos estos sectores, pues los parásitos están relacionados precisamente con la pobreza y el abandono».
A Rea, en cambio, esta vocación social le nació a partir de inquietudes religiosas. Dice que sintió una especie de llamado cuando hace 10 años murieron sus padres y comenzó a atender indigentes con el padre Marcos Linares, en Montalbán. Luego se relacionó con otras órdenes religiosas y así visitó La Planta por primera vez de la mano del padre Lisandro Ríos, superior de los misioneros de La Consolata, y hoy ayuda a las Misioneras de la Caridad dando consulta una vez al mes en el barrio Las Brisas de Petare y atendiendo a los indigentes que recogen en los operativos que hacen los sábados en Parque Carabobo.
Las necesidades médicas de cada grupo son distintas: en áreas rurales, por ejemplo, los casos de parasitosis son más graves y frecuentes, mientras que en las cárceles existen los problemas propios del hacinamiento y las malas condiciones sanitarias como desajustes gastrointestinales y dermatológicos. Eso por no hablar de cosas más graves como las heridas por armas de fuego o armas blancas y todas las consecuencias que traen. Entre los indígenas también hay parasitosis y problemas en la piel, y aparentemente en los últimos años se han disparado los casos de cáncer en el cuello uterino, una de las cosas que analizarán en su próxima visita a los warao.
Rea cuenta que siempre habla con Noda sobre hacer una fundación para vertebrar y organizar mejor el trabajo que realizan, pero el ajetreo diario les ha impedido concretar esa idea. Mientras tanto trabajan con quien puedan: la visita a los indios Panare en 2008 la organizó el Ministerio de Salud, pero ahora la jornada con los warao está organizada por grupos religiosos. No importa quién coordine o que no coordine nadie. Ellos dicen que siempre estarán en el barrio, en el palafito, en el campo, en la cárcel…