«Siempre existió la muerte violenta, solo que antes, ver un cuerpo con cinco tiros era un escándalo… Eso no era algo que saliera todos los días… Los homicidios, hace 10 años, no eran tan violentos… Como tampoco era frecuente que se usaran armas automáticas… Las muertes de antes eran a cuchilladas», dijo Eugenio, un hombre que hasta hace poco trabajó en la medicatura forense de Bello Monte, pero que no quiere dar su verdadera identidad. «No quiero problemas», replicó.
Eugenio pudo hablar con propiedad, porque vivió la transición entre la cuarta y la quinta república. «En estos últimos años, era raro ver un cuerpo tiroteado con menos de cinco tiros. La mayoría tenía de diez en adelante. Antes no recogíamos más de seis cuerpos en un día, la forma de trabajar era más tranquila, a menos que hubiese alguna situación como la del Caracazo por ejemplo. En estos último tiempos no. Antes de yo irme, que fue hace poco, en un solo día, sobre todo de fin de semana, llegábamos a 20 fácil entre los vía pública y hospitales… es más, un 25 de diciembre o primero de enero, podíamos recoger hasta 49 cuerpos porque el día antes no salíamos después de las 10 de la noche, pues era muy inseguro para nosotros», recordó.
Eugenio, tal y como lo hacen hoy los que se encargan de recoger muertos, llegaba a su guardia a las ocho de la mañana y salía a la misma hora del día siguiente. Luego disfrutaba de dos días libres corridos. «Pero no era suficiente, lo que veíamos a diario era muy duro. Los que trabajamos en la morgue necesitamos, entre muchas otras cosas, terapia psicológica, consultas para tratar la contaminación pulmonar que es inminente, y para los problemas de columna que se empiezan a padecer por el peso de cargar muertos todos los días… y con nada de eso contábamos ni cuentan hoy», agregó Eugenio.
Sin insumos y en riesgo
Hace poco más de tres años llegaron tres furgonetas nuevas a la morgue de Bello Monte. Sustituían aquellas que fueron asignadas gracias al Proyecto España y que no estaban acondicionadas para ese fin. «A esas se les pasaba el olor para la parte de adelante, la sangre corría por el piso hasta la cabina… horrible. Pero las que se usan hoy son para una ciudad sin muertos. No nos servían. No son cómodas. Tanto que preferíamos, por lo menos en mi época, trabajar sin las cápsulas para recoger más cadáveres. Así no nos tardábamos tanto».
Es así como Eugenio, y los que trabajan hoy en la medicatura, recogen los cuerpos improvisando parihuelas con las sábanas que se usan para cubrirlos mientras están a la intemperie, o agarrándolos por brazos y pies hasta llegar a la cava de la camioneta.
«Otro de los problemas que aquejaba al personal cuando yo trabajaba allí, y que padecen los que todavía están en la medicatura, es el riesgo en los barrios. Antes había respeto a los policías, éramos autoridad; ahora no, ahora nos insultan, nos lanzan piedras y hasta nos disparan… Yo muchas veces estuve en riesgo de morir trabajando, porque ya no había custodia policial. Al quitar a la PM se hizo todo más cuesta arriba. Ya no habían quién nos cuidara… En mis últimos trabajos, entrábamos solos con las comisiones de inspecciones y ya… La Policía Nacional Bolivariana no ha logrado sustituir en labores a la PM», agregó Eugenio.
Antes salía una sola furgoneta a hacer el recorrido diario, la segunda se habilitaba en ocasiones especiales. «Hoy, los fines de semana salen dos y a veces la tercera… saca tus propias conclusiones», dijo el hombre.
Pero el problema de los números no se queda allí, sino en el sueldo también.
«Yo recibía en cada quincena 400 bolívares solamente… eso no era vida», concluyó Eugenio.