Restos parciales pero inequívocos de un ave pseudodentada, una tortuga marina y un perezoso jamás descrito, de aproximadamente 18 millones de años de edad, fueron recuperados cerca de la superficie terrestre de lo que hoy se denomina Cerro La Cruz, ubicado en la Formación Castillo del estado Lara, gracias al trabajo conjunto de paleontólogos de Venezuela, Estados Unidos y Brasil.
Los fósiles conforman el registro más antiguo de cada grupo animal descubierto en el norte de Sudamérica. Los tres especímenes provienen de la época geológica del Mioceno Temprano de la era Cenozoica.
Según el investigador del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic), Ascanio Rincón, este hallazgo coloca a nuestro país en una posición aventajada con respecto a la diversidad paleontológica de la región. “El norte de Sudamérica, es decir, el territorio que posteriormente se convertiría en Venezuela, también representa un hito importante en la evolución de la fauna y flora de América del Sur”, afirmó.
A su juicio, es necesario incrementar los esfuerzos de exploración, incluso fuera del territorio nacional. Países como Colombia, Trinidad, Ecuador, Perú y Brasil “nos van a dar más sorpresas, cosas nuevas e interesantes verán la luz próximamente”, anunció Rincón.
Nuevo taxón de perezoso
El Cerro La Cruz -el punto exacto de la Formación Castillo donde fueron encontrados los fósiles- se ubica al norte de la ciudad de Carora y corresponde al extremo sur de la Sierra de la Baragua, donde Rincón y su equipo han excavado desde el año 1998 en busca de pruebas materiales de la vida de seres prehistóricos.
Como Baraguatherium takumara fue identificado el nuevo género y especie del perezoso más antiguo del norte de Sudamérica. El nombre significa “la bestia perezosa de la Baragua”, en honor al lugar donde estaba el animal y a la etnia indígena Ayamán, en cuya lengua el término “takumara” alude al perezoso.
“Al principio, fue imposible ver los molares porque estaban tapados de sedimento. Pero una vez removidos, lo que parecía ser un hueso de tortuga se transformó en el perezoso que marcaría pauta en el entendimiento de la evolución de estos mamíferos en el norte del continente”, aseguró Ascanio Rincón, jefe del Laboratorio de Paleontología del Ivic.
De acuerdo con las características osteológicas del cráneo, mandíbula, molares, fémur y tibia, se determinó que B. takumara era un miembro de la superfamilia Mylodontoidea, situándose en la sección más basal de su árbol filogenético.
“Con esto estamos diciendo que los orígenes, evolución y adaptación de los perezosos Mylodontoidea en el Neotrópico quizás debamos buscarlos en el norte de Sudamérica y no en el sur como se había pensado”, precisó el investigador del Ivic.
Los resultados de este primer estudio fueron publicados en Journal of Mammalian Evolution, órgano oficial de la Sociedad para el Estudio de la Evolución de los Mamíferos. Los responsables fueron Ascanio Rincón (autor principal), Andrés Solórzano (Ivic), H. Gregory McDonald (Oficina de Administración de Tierras, Utah, Estados Unidos) y Mónica Núñez (Ivic).
Una sola matamata
En el mismo estrato donde reposaban los restos fósiles del perezoso, los paleontólogos consiguieron piezas óseas de las costillas, cintura pélvica y parte posterior del caparazón de una tortuga acuática, la más vieja del grupo matamata reportada hasta la fecha. El espécimen fue identificado como Chelus colombianus.
Adicional a su descubrimiento, los expertos comprobaron que las especies descritas previamente como Chelus lewisi (Formación Urumaco, Falcón) y Chelus colombiana corresponden a una sola matamata: C. colombianus. “Se trata del mismo reptil pero en diferentes etapas de desarrollo”, acotó.
En esta segunda investigación paleontológica, publicada en la revista The Science of Nature – Naturwissenschaften, participaron Gabriel S. Ferreira como autor principal (Universidad de São Paulo, Brasil), Ascanio Rincón (Ivic), Andrés Solórzano (Ivic) y Max C. Langer (Universidad de São Paulo, Brasil).
Pájaro con dientes falsos
El último fósil hallado en el Cerro La Cruz de la Formación Castillo pertenece a la familia Pelagornithidae, grupo de aves marinas extintas emparentadas con los pelícanos del presente y caracterizadas por la gran envergadura de sus alas, lo que les facilitaba volar grandes distancias a través del océano. Aunado a ello, tenían proyecciones óseas espinosas parecidas a dientes; de allí su apodo de peusodentadas.
En vista de la ausencia de otras partes del cuerpo del animal, los científicos decidieron identificarla dentro del género Pelagornis, convirtiéndose en el registro más antiguo de este grupo animal en América el Sur.
La evaluación de otro espécimen de la familia Pelagornithidae permitió ampliar el patrón de distribución de estos pájaros surcadores de cielos. Se trata de los fragmentos bien conservados del maxilar de un Pelagornis, recuperados en el Cerro Misión de la Formación Capadare, estado Falcón, en el año 2003.
Tras reexaminar al ejemplar, los expertos concluyeron que correspondía a P. chilensis, el primer registro de esa especie fuera de Chile y el más antiguo del Mioceno Temprano de Venezuela. Con este hallazgo, se extiende el área de distribución de los pelagornítidos chilenos en 3.500 kilómetros hacia el norte de América del Sur.
En este tercer estudio intervinieron Andrés Solórzano (autor principal) y Ascanio Rincón, del Ivic. El artículo fue publicado en Journal of Vertebrate Paleontology, de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados de los Estados Unidos.
Misteriosa geología
La tortuga matamata, el perezoso y el ave pseudodentada proceden del mismo sitio: la Formación Castillo, localizada al noroeste de Venezuela, abarcando los estados Falcón, Lara, Yaracuy y parte del Zulia, en lo que se conoce como Cuenca de Falcón. “La Formación Castillo representa la base de esa evolución sedimentaria, que incluye todo lo que se depositó en el fondo de la Cuenca de Falcón”, explicó Rincón.
Datos recientes señalan que la Formación Castillo se asentó principalmente sobre ambientes marinos y cercanos a la costa, en los cuales hubo episodios continentales alternados con flujos de agua dulce y agua salina. “En el mismo estrato de los fósiles recogimos muchas hojas anchas, típicas de los bosques tropicales, así como peces de río y cocodrilos, lo que nos muestra que no era un ambiente marino, al menos ese estrato”, aseguró Rincón.
Para seguir cartografiando la diversidad paleontológica del norte de Sudamérica, es necesario empezar a reconstruir los sistemas ecológicos de los fósiles descubiertos en cada una de las escalas temporales de la vida en la Tierra, con el fin de entender cómo vivieron, por qué murieron y cómo se relacionaban con su entorno y los demás seres vivos.
“Los países del sur del continente empezaron a hacer paleoecología hace 150 años; nosotros, en cambio, estamos todavía resolviendo los enigmas de la taxonomía, filogenia y sistemática. La gran ganancia de todo esto es que más que respuestas, tenemos muchas preguntas por responder”, acotó Rincón. Otros restos de animales extintos aguardando en su laboratorio, sugieren que al rompecabezas le siguen faltando piezas.
Fuente: RNV