Gondry pinchó con «The Green Hornet«, Ang Lee se quedó en tierra de nadie con «Hulk«… pero Branagh, que a priori no estaba en su mejor momento profesional desde que se separó de Emma Thompson a finales del siglo pasado, consigue medir bien las proporciones para su «Thor«, que se estrena este fin de semana en España, Argentina, Brasil, Perú, Venezuela y Colombia.
No hay que engañarse: la película es una superproducción para el gran público, en el sentido más esnob del término, es decir, el que atribuye a la masa una exigencia intelectual limitada. Pero aún así, el entretenimiento funciona especialmente bien gracias al buen manejo de Branagh de la dinámica humana de sus personajes.
«Thor» encierra conflictos básicos explicados con psicología básica. Pero el director de «Much Ado About Nothing» («Mucho ruido y pocas nueces«), que probablemente no tenga ya músculo para levantar un Shakespeare como antaño, encuentra un inesperado equilibro apoyado en el «six pack» de su nuevo protagonista.
Honor, nobleza, coraje y melodrama familiar hacen pandilla y se van al gimnasio de Asgard, el planeta donde vive «Thor«. Pero entre pesa y pesa, siguen desarrollando las relaciones que forjaron un «Hamlet» o un «Enrique V» y hablando con propiedad.
Al aroma de calidad colaboran la recién oscarizada Natalia Portman -aunque luego se limite a alucinar con el poderío físico de «Thor«-, el danés Stellan Skarsgaard y un sólido Anthony Hopkins.
En el apartado del espectáculo visual, para los amantes de la anatomía masculina es todo un placer ver en pantalla grande a Chris Hemsworth, quien además desvela unas más que correctas habilidades dramáticas.
¿Y la historia? Diluida respecto al mito nórdico o al cómic de Stan Lee. Pero la épica está conseguida, la dirección artística tiene momentos deslumbrantes -otros, en cambio, llevan al rubor- y, en líneas generales, el entretenimiento está ejecutado con pulcritud y sentido del ritmo.
Así, el destierro de Thor de su planeta galáctico para acabar en la Tierra recibiendo una lección de humildad y aprendiendo a ser un héroe sin superpoderes, no sobrecoge ni atrapa al espectador, pero le mantiene interesado.
Cierto es que, una vez más, la tecnología en 3D parece más una excusa para cobrar la entrada más cara que un refuerzo dramático o visual, pero con eso y con todo «Thor» inaugura de manera digna la ristra de superproducciones con la que, de aquí al final del verano, Hollywood bombardeará las pantallas de todo el mundo.