Los 33 mineros cumplen un mes en superficie y buscan la normalidad
Un mes después de su histórico rescate, los 33 mineros que estuvieron atrapados en un yacimiento en Chile viven suertes desiguales: unos disfrutan la fama y otros le huyen pero todos intentan volver a la normalidad en medio de su incertidumbre laboral.
Fue cerca a la medianoche del 12 de octubre pasado cuando se inició un rescate que duró unas 22 horas y permitió la salida de los 33 mineros que llevaban 69 días bajo tierra en una mina del desierto de Atacama.
Fue un rescate seguido por medios de comunicación de todo el mundo, seducidos por el drama humano y el desafío tecnológico de esta historia.
Tras salir del socavón la vida para los 33 se convirtió en una sucesión de viajes, honores y recepciones, siempre bajo el signo de su incertidumbre laboral pues la mina en que trabajaban fue cerrada y posiblemente sea declarada en quiebra.
Fueron recibidos por el presidente Sebastián Piñera en Santiago, algunos viajaron a España a ver al Real Madrid, otro más corrió la maratón de Nueva York, varios de ellos pasaron por los platós televisivos y todos recibieron promesas de regalos y ofertas, muchos de ellos sin concretarse.
La gran incógnita fue y sigue siendo qué pasó en los 17 días transcurridos entre el 5 de agosto, día en que un derrumbe los atrapó, y el 22 cuando una sonda los detectó a 700 metros de profundidad y se descubrió que todos estaban vivos.
Apenas salidos, los medios se lanzaron sobre ellos en busca de respuestas pero un pacto de silencio ha impedido conocer detalles, con lo cual poco a poco el interés se ha ido diluyendo.
“El tema llegó a un nivel extremo y la gente quedó un poco harta. Además han pasado otras cosas a nivel local”, dijo a la AFP el sociólogo Eugenio Tironi, quien cita que el caso de la selección chilena de fútbol y su técnico, Marcelo Bielsa, concita desde hace algunos días el interés nacional.
La última semana Edison Peña -aquel que cortó sus botas en el fondo de la mina para trotar a la espera de su rescate- participó de la maratón de Nueva York e incluso el lunes hizo sonar la campana al cierre en Wall Street.
Pero es más bien una excepción dentro de un grupo que en su mayoría ha preferido volver al anonimato. El único extranjero, el boliviano Carlos Mamani, por ejemplo, aceptó la oferta del presidente de su país, Evo Morales, para trabajar en una empresa allá.
Los trabajadores están con licencia y por ley reciben sus sueldos aunque desconocen hasta cuando durará este beneficio. Con sus sus empleadores arriesgando la quiebra, en la práctica están desempleados.
“No sé qué va a pasar conmigo de aquí en adelante. Después no sé quién se va a acordar de nosotros, nadie. Por eso debo aprovechar ahora. Actualmente recibimos el subsidio de nuestra licencia médica, pero ¿después?”, dice el minero Edison Peña a la AFP.
Para el psicólogo Alberto Iturra, quien los apoyó durante el encierro, “el deseo en lo psicológico es que la licencia no se prolongue demasiado. Si no, se genera la sensación de no ser competente. Es bueno levantarse y tener algo que hacer, para toda persona”.
Muchos de los 33 volvieron para afrontar problemas familiares, entre ellos Yonny Barrios quien debió desmentir que tuviera dos mujeres o Darío Segovia, quien se refugió en su esposa y se alejó de su hermana María, la otrora alcaldesa del Campamento Esperanza, donde las familias esperaron a sus hombres.
“Mi hermano se portó un poco mal con nosotros, No nos quiso recibir ni en el hospital, pero bueno, los hermanos siempre estaremos”, señaló María
Para el psicólogo Iturra -que trabajó en el rescate- lo que corresponde es mirar hacia adelante.
“Los problemas familiares ya los tuvieron, ya están enfrentados. Fue bueno trabajar eso, todos salieron con las decisiones tomadas, como con quién iban a vivir”, dice Iturra
“El sufrimiento fue tal para ellos que la gente no percibe el tremendo esfuerzo y el costo que tuvo para ellos. Todo el mundo se queda con la sensación del rescate, de lo bien que lo hicimos. Pero hay trabajo que hacer para rescatar el aprendizaje de esta experiencia”, añade el psicólogo.
Iturra dice que los mineros “siguen con controles. Terapia, la mayoría no necesitan, están bien”.
El sabe que en en estos grupos unos salen mejor que otros, y prefiere ser optimista señalando que los mineros no son “los derrotados ni los traumatizados que se creía. Hay algunos que están incluso mejor que cuando entraron”.