Las botellas estaban envueltas en papel y paja para protegerlas durante el viaje al continente helado que en 1907 emprendió Shackleton al frente de la expedición Nimrod.
Según los arqueólogos que manipularon las botellas, el whisky -destilado en 1896 ó 1897- se encontraba todavía líquido y en excelente estado de conservación pese a los temperaturas de 30 grados centígrados bajo cero que soportó durante más de cien años.
Nuevo dueño
El tesoro alcohólico pertenece ahora a la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida de Nueva Zelanda, que extraerá muestras del alcohol antes de volver a depositar la caja en el mismo campo donde fueron encontradas en 2006, como obliga el tratado de preservación histórica firmado por los doce países que co-admnistran el continente helado.
Las muestras, obtenidas con una jeringuilla a través del tapón de corcho, serán entregadas a la destilería Whyte & Mackay, que distribuye la marca McKinlay e intentará analizar la composición para duplicar una mezcla cuya receta original ya no existe.
Entre 1907 y 1909, Shackleton fracasó en varios intentos por ser el primero en llegar al Polo Sur, y su expedición se quedó sin provisiones cuando se hallaba a 160 kilómetros del objetivo, que alcanzó en 1911 el noruego Roald Amundsen. La odisea de Shackleton quedó en el olvido hasta 2006, cuando dos arqueólogos neozelandeses descubrieron las botellas de whisky atrapadas en el hielo debajo de una tienda de campaña en el antiguo campamento del explorador irlandés.