Ambos clubes se enfrentaban por séptima vez en la historia de la Liga de Campeones. Desde 1969, los dos clubes han vivido diferentes historias en las que el Celtic de Glasgow siempre ganó al Benfica en su estadio. Tres victorias que el equipo que entrena Neil Lennon intentaría incrementar a cuatro para seguir la tradición.
Sobre el campo, muchos jugadores con olor español. El ex jugador del Getafe, el venezolano Nicolás Fedor Miku, estaba en la punta de ataque del Celtic, mientras que en el bando portugués, los argentinos Pablo Aimar y Ezequiel Garay o el delantero Rodrigo y el ex atlético Salvio, representaban un choque con recuerdos a competición española.
Sin embargo, tanto nombre no sirvió para animar un encuentro cuya primera parte estuvo sobrada de músculo y fuerza física, protagonistas de 45 minutos sin disparos peligrosos para alguno de los dos contendientes.
Sólo Rodrigo, en un mano a mano ante el guardameta Fraser Forster, inquietó al Celtic y a su público, que vio como el jugador que perteneció a la cantera del Real Madrid no acertó en la única ocasión del primer acto.
Con Aimar, Enzo Pérez y Matic ahogados por los pegajosos marcajes escoceses, el Benfica apenas pudo crear juego y acercarse con peligro a la portería escocesa, que en el segundo periodo aplicó el mismo sistema para intentar sacar petróleo de un choque destinado a terminar en tablas.
A falta de media hora para el final, el técnico Jorge Jesús movió su banquillo para dar entrada a Cardozo con la intención de iluminar a un equipo borrado del campo a base de fuerza. Sin Aimar sobre el césped, y después sin Rodrigo, el Benfica tampoco encontró el camino para romper con un destino marcado desde el primer minuto de un duelo sudoroso.
Al final, los dos equipos, sin ocasiones destacables, firmaron el único empate de toda su historia en Liga de Campeones. La tradición, que invitaba a negar un marcador con tablas, no se cumplió y los dos rivales del Barcelona en el grupo G sumaron un punto muy goloso para los intereses del conjunto azulgrana.