Eran las 8 am en un supermercado de San Diego, en la ciudad venezolana de Valencia, y la tensión empezó a crecer entre los cientos de personas que llevaban desde las 3 am haciendo fila.
«Como no abrían el supermercado a la hora de siempre, la gente se empezó a arrechar (enfurecer)», le cuenta a BBC Mundo Crisabel Pérez, una testigo de los eventos, que ocurrieron este martes.
Luego, continúa, la gente vio que llegó un camión, al parecer con comida, y «todos se empezaron a protestar, a empujarse, a alborotarse». La policía tuvo que evitar que saquearan el vehículo.
La candelita, como dicen en Venezuela, se apagó.
Hechos como ese hay todos los días: solo en la mañana del mismo martes, BBC Mundo pudo confirmar protestas en supermercados de al menos tres municipios cerca de Caracas, en las ciudades de Mérida y Punto Fijo y en poblaciones de los estados de Zulia y Aragua.
Entre enero y abril, la ONG Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) confirmó 2.138 protestas y 166 saqueos o intentos de saqueo.
«La mayoría de ellas son por temas sociales», le dice a BBC Mundo Marco Antonio Ponce, director del OVCS.
«Y este año hemos visto un incremento de las protestas por alimentos, que se dan en las colas cuando la gente pierde la paciencia al ver que los productos no llegan, o no los tratan bien, o no les alcanza a todos, o ven corrupción en las autoridades», explica.
«Invisibles»
Y es que las filas para conseguir alimentos y productos básicos, que se han vuelto parte del día a día de la gran mayoría de los venezolanos, son cada vez más largas.
A pesar de que hay un promedio de 18 protestas al día en Venezuela, éstas no suelen ser reportadas en los medios masivos venezolanos –que algunos consideran mayoritariamente cooptados por el gobierno– ni tienen un impacto a nivel nacional.
Por eso, en la calle es común escuchar la queja de que «acá no se protesta», que «el venezolano no se queja» o que «Venezuela no revienta».
Algo que para muchos es de esperarse dada la escasez y los cortes constantes de luz y agua en el país con las mayores reservas petroleras del mundo.
La cifra oficial de inflación es de 180% y la de homicidios es de 58 por cada 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo.
Pero las protestas que se dan todos lo días son de alguna forma invisibles; casi siempre se dan de manera espontánea y no tienen contenido político.
Se trata de un contexto que para muchos hace inevitable recordar los días del «Caracazo», un levantamiento popular contra un «paquetazo neoliberal» que en 1989 terminó con centenares de muertos.
«Lo que pasa es que el 27 de febrero de 1989 sigue muy arraigado en el proceso político venezolano», dice el psicólogo social Manuel Llorens.
«Existe la fantasía de que la única protesta que es relevante acá es una masiva, definitiva, que genera cambios en el gobierno central», asegura a BBC Mundo.
El Caracazo, en efecto, generó cambios políticos.
«Crisis de representatividad política»
Según diferentes encuestas, la mayoría de los venezolanos se consideran independientes.
Solo el 2% de las protestas que ocurrieron este año tuvieron contenido político, de acuerdo al OVCS.
«Estamos en una crisis de representatividad política en el país», le dice a BBC Mundo Rafael Uzcátegui, coordinador general de Provea, una ONG de derechos humanos.
«La oposición capitalizó el descontento en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, pero al tiempo esas protestas no tienen una articulación orgánica con la política», afirma.
Tras ganar el control de la Asamblea Nacional, la oposición impulsa un referéndum revocatorio para adelantar el fin del mandato de Nicolás Maduro.
Pero el proceso se ha enfrentado a dilaciones en el seno del Consejo Nacional Electoral, lo que ha exacerbado los ánimos de protesta en la oposición.
Y para este miércoles convocaron una nueva marcha a nivel nacional.
El oficialismo, sin embargo, tacha a la oposición de golpista y la acusa de buscar incitar la violencia.
Este mismo martes, Maduro dijo que no existe obligación de celebrar la consulta.
«Los referendos de cualquier tipo en Venezuela son una hermosa opción, pero para que se conviertan en realidad necesitan cumplir la ley y los requisitos», aseguró.
«Represión»
Desde la ola de protestas de 2014, que dejaron 43 muertos y más de 3.500 detenidos, Venezuela no había visto tantas manifestaciones al día como ahora.
Este año en Maracaibo y Ciudad Guayana, dos importantes capitales del país, se produjeron saqueos que dejaron cientos de detenidos.
Aunque el gobierno admite que hay descontento, el presidente Nicolás Maduro y sus aliados suelen atribuir los casos de violencia a supuestos planes conspirativos de la derecha y el paramilitarismo.
Con esa teoría justifican el Estado de Excepción decretado por Maduro, que para muchos es una carta abierta para profundizar la represión.
Y también la respuesta ante las protestas, que en mucha ocasiones han sido motivos de violaciones a los derechos humanos, según ONG como Provea, y de investigaciones por parte del Ministerio Público.
Además de su carácter espontáneo y de la falta de articulación política, expertos atribuyen la escala pequeña de estas protestas diarias a lo que llaman la «represión del Estado».
O como dice el oficialismo: «Candela que se prende, candela que se apaga».
«Microestallidos»
Luisa Pernalete, una trabajadora social que lleva 40 años recorriendo el país como voluntaria de la organización religiosa Fe y Alegría, cuenta que las madres con que trabaja le dicen que «prefieren que sus hijas se queden sin leche a que se queden sin mamá».
«La policía, y muchas veces en contra de la voluntad de los funcionarios, se ha vuelto experta en reprimir estos microestallidos», señala Pernalete, quien le dedica su trabajo a escuchar los testimonios de madres en todo el país.
Pero además, continúa, «acá nadie responde por los problemas, no hay institucionalidad, entonces la gente necesita protestar para que las cosas ocurran».
En efecto, es frecuente ver en un barrio venezolano que un transformador o un pozo de agua se logró instalar solo después de que trancaron una calle.
«La gente está acumulando mucho cansancio en este país, acá los lunes son jueves, así que cuando algo te irrita, explotas fácilmente», explica Pernalete.
Eso fue lo que parece haber ocurrido este martes en Guarenas, una ciudad a 40 kilómetros de Caracas.
La gente que llevaba horas esperando para comprar en uno de los supermercados más importantes, el estatal Abasto Bicentenario, se descontroló cuando les dijeron que la venta de pollo sería suspendida.
Según reportaron medios locales, un centenar de personas trancaron una calle con neumáticos y otro tanto se fue para el centro de la ciudad a saquear otros supermercados.
Muchos reportaron una nueva ola de saqueos en Guarenas, hasta que oficiales de cuatro entidades militares y policiales distintas lo evitaron y detuvieron a 10 personas.
La candelita, que duró prendida de 8 am a 1 pm, se apagó.
fuente.bbcmundo
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