Las preguntas por responder del 11-A, por Alfredo Meza


c9     1)    ¿Desviaron o no la marcha?

Quien se atreva a escribir de lo ocurrido hace 10 años en Caracas tendrá una condena a cuestas. Nunca pondrá punto final a la historia del golpe y el posterior contragolpe que devolvió a Hugo Chávez al poder. Todo lo que hoy luce como una verdad a prueba de balas de pronto mañana se convierte en humo. Avanzamos a ciegas entre las luces de lo que no fue y las oscuridades de lo que pudo haber sido.

A riesgo de convertirme en un hereje avanzaré en la primera de las cinco ideas que desarrollaré en estas líneas. La histórica caminata de un jueves hace once años entre la vieja sede de PDVSA en Chuao y el centro de Caracas formó parte del plan del golpe de Estado para derrocar a Hugo Chávez. Citaré dos hechos para respaldar esa afirmación. Uno, el 6 de abril de 2002 la embajada estadounidense en Caracas envió un cable a Washington en el que afirmaba: “Militares disidentes y un grupo de oficiales de mediana jerarquía que ocupaban puestos de comando estaban intensificando sus esfuerzos para organizar un golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez posiblemente para los primeros días de abril”. Dos, de acuerdo con un cable desclasificado por Washington, un grupo de dirigentes empresariales y políticos se reunieron en la sede de Fedecámaras “con el fin de trazar estrategias y decidir las acciones del paro, para dejar en manos de Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega la decisión de llamar el pueblo a marchar hacia Miraflores”.

Ortega cumplió con el mandado con una frase que es parte de la historia reciente: “Este río humano se va ahora hasta Miraflores a pedirte la renuncia”, dijo, dirigiéndose a Chávez. Más comedido, el presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, pidió a la multitud que se detuviera en la avenida Bolívar. Las diferencias entre ambos eran parte de lo que había ocurrido en la reunión revelada en el cable de la embajada. El embajador Charles Shapiro escribió en su informe que algunos de los asistentes habían pedido prudencia, pero otros consideraban que ya era hora de solicitar la renuncia de Chávez y su gabinete. Además, un grupo estaba dándole forma a un documento que pretendían entregarle al Presidente en el destino final de la marcha.

A esa hora ya nada podía contener a la riada que marchaba eufórica hacia la sede del gobierno. Ni siquiera los piquetes de la Policía Metropolitana al mando de los comisarios Henry Vivas y Lázaro Forero. Allí esperaba la grey chavista concentrada en la avenida Urdaneta. Algunos blandían palos y piedras y prometían recibir a palo limpio a los infieles que llegaran hasta sus dominios. Otros estaban armados, pero quienes venían desde Chuao no lo sabían.

2)    ¿Quién disparó primero?

Todos los testimonios recopilados indican que los primeros disparos se escucharon cerca del palacio de Miraflores. La pregunta que nunca se ha podido responder es quién o quiénes lo ordenaron. La custodia del perímetro de Miraflores corresponde a la Casa Militar, que entonces estaba a cargo del general José Aquiles Vietri Vietri. Después de pasar a retiro desapareció de la vida pública.

De aquellos días recuerdo una conversación que tuve con uno de los militares cercanos a los gorilas que llevaron a Pedro Carmona al poder. Nunca olvidaré sus palabras. “Nosotros sabíamos que habría varios muertos, pero era necesario”. Esta es la primera vez que escribo esto, acaso porque tengo la certeza de que nunca tendré la manera de comprobar si era cierto o si estaba en presencia del típico venezolano hablachento y presumido que no había tenido nada que ver con los hechos que refería. La escritura de abril de 2002 plantea una condena. Esta historia empezó acaso para que nadie pusiera punto final.

Durante el gobierno de facto la Disip y la Casa Militar detuvieron a siete personas que se encontraban en el Hotel Ausonia, ubicado en la avenida Baralt y los acusaron de disparar desde la azotea, donde se encontraron restos de municiones. El 15 de abril, cuando Hugo Chávez había sido repuesto en su cargo por oficiales leales, fueron liberados por falta de pruebas, a pesar de que el entonces fiscal general Isaías Rodríguez dijo que desde ahí se había disparado contra todos los manifestantes sin importar el bando al que pertenecían. La detención de Nelson Rosales, Luis Meneses, Roger Miquilena, Franklin Rodríguez, Roberto McKnight, José Meneses y John Muñoz fue uno de los argumentos utilizados por la defensa de los comisarios Simonovis, Vivas y Forero para señalar que no se les podía responsabilizar de los asesinatos. Pero la Asociación de Víctimas del Golpe de Estado descarta esa versión y afirma que esas personas eran inocentes. Los culpables para ellos eran funcionarios de la Guardia Nacional y la Policía Metropolitana.

Hasta el momento siete policías metropolitanos y los tres comisarios mencionados –Vivas, Simonovis y Forero- están sentenciados por la muerte de Rudy Urbano Duque y Erasmo Bolívar, a pesar de que en el juicio jamás se probó que éstos le hubiesen causado la muerte con las armas que dispararon o las órdenes que dieron. Nunca se ha identificado a los asesinos. El coronel de la Guardia Nacional Juan Gómez Angulo ha sido acusado como parte de un grupo de la muerte de otros tres venezolanos –Nelson Zambrano, Luis Alberto Caro y Luis Monsalve que estaban frente a Puente Llaguno- pero ese juicio ha avanzado nada y casi nada. Las investigaciones señalan que los disparos se hicieron desde el edificio de la Dirección de Prisiones del Ministerio del Interior y Justicia en la esquina de Bolero. Se desconoce quién le ordenó a Gómez tomar control de ese edificio, que fue desalojado antes de la muerte de estas personas. El gobierno presume que Gómez Angulo, que espera el juicio en libertad, obedecía órdenes del grupo de militares golpistas. A través de su abogado este coronel ha proclamado su inocencia.

Sólo hay un hecho cierto: allí todo el mundo disparó. De lado y lado. Lo hicieron chavistas sobre la avenida Baralt, entre las esquinas de Pedrera y Piñango y lo hicieron los funcionarios de la Policía Metropolitana para repeler los disparos desde Puente Llaguno. La histórica toma realizada por el equipo de Venevisión se produjo cuando ya se había dispersado la manifestación opositora, pero en su momento fue incorrectamente contextualizada por el equipo periodístico que las reseñó. Se pensó entonces que eran disparos sobre los indefensos que marchaban desde Chuao.

3)    La cual aceptó

El presidente Chávez nunca renunció la larga noche del 11 de abril. Las investigaciones demostraron que jamás firmó la renuncia, a pesar de la insistencia de los oficiales que se la solicitaron hasta el amanecer del día 12. ¿Qué pensar entonces de las declaraciones del general Lucas Rincón, el oficial de más antiguo rango, quien anunció la renuncia de Chávez durante la madrugada tras una solicitud de la Fuerza Armada Nacional?

Rincón declaró en una entrevista el año pasado al diario Ciudad Caracas que compareció ante la prensa previo acuerdo con Chávez. En aquellas horas el grupo de militares enfrentados al gobierno, que estaba en Fuerte Tiuna, exigía al jefe del Estado que abandonara Miraflores con la amenaza de bombardear el palacio. “Diles que yo voy a renunciar, Lucas”, dijo el Presidente, y de inmediato se fue a la fortaleza militar a negociar las condiciones de su rendición. Como los militares nunca aceptaron su salida a La Habana el mandatario se negó a firmar. Era una bomba de tiempo que les estalló en las manos.

4)    ¿Quién nombró a Pedro Carmona Estanga?

Tenido como un hombre ponderado, el presidente de Fedecámaras era la contracara del estilo de Chávez. Era una fija en todas las ternas que se barajaban para sustituir al Presidente en los primeros meses de 2002. La noche del 11 de abril Pedro Carmona estuvo en Venevisión donde fue entrevistado sobre el fatal desenlace de la marcha. Al salir se despidió con los presentes diciendo que se iría al hotel Four Seasons, frente a la Plaza Altamira, a descansar. Cuando estaba en el lobby, ya dispuesto a retirarse a su habitación, que estaba reservada con otra identidad, sonó el teléfono y le pidieron que se trasladara a Fuerte Tiuna.

Conversé con Carmona largamente en dos ocasiones en su exilio de Bogotá. Ni en junio de 2003, ni en marzo de 2012 me reveló la identidad de la persona que reclamaba su presencia en la instalación militar. Es un secreto que se llevará a la tumba. Él afirma que si lo dice esa persona será perseguida.

Carmona fue el hombre seleccionado entre otros dos posibles cabezas de la transición -el ex presidente de Fedecámaras, Adán Celis, y el ex canciller Enrique Tejera París- después de haberle ganado la mano a Carlos Ortega, gracias a las maniobras de un grupo liderado por el Cardenal Ignacio Velasco, quien se convirtió en un factor de cohesión de la oposición. Cuando apareció en Fuerte Tiuna de inmediato empezó a trabajar en algunas ideas de lo que sería su primera declaración como líder de la transición. Al mismo tiempo pidió que llamaran al abogado Allan Brewer Carías.

5)    El decreto

Brewer Carías llegó a Fuerte Tiuna y de inmediato se puso a trabajar con Carmona en el diseño de la transición. Ya había un documento previo. El 10 de abril los abogados José Gregorio Vásquez y Daniel Romero, a la postre nombrados Ministro de la Secretaría y Procurador General de la República respectivamente, se presentaron en la oficina del historiador Jorge Olavarría para conocer su opinión sobre el decreto.

Al final se elaboró un decreto cuyos considerandos se correspondían con el razonamiento y de Allan Brewer Carias. La parte sustantiva seguía el criterio del procurador Romero y de un militar con estudios de derecho, Julio Rodríguez Salas. Ahí se decidió el cierre de la Asamblea Nacional y se concretó el golpe más breve de la historia de Venezuela.

Aún persisten los enigmas. En algunos aspectos la crisis de abril de 2002 no ha dejado de ser un acertijo. Todavía es un misterio, por ejemplo, si el gobierno ordenó reprimir la marcha, o si todo era un plan premeditado para provocar un caos y azuzar a los militares para que le quitaran el respaldo a Chávez.  Acaso sean preguntas que se quedan sin respuesta. Todas las líneas que aquí confluyen nacieron con la condena de formar parte de una historia eternamente incompleta.


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