Durante una hora y sin luz, cientos de personas por el mundo se dejan llevar por los sonidos sin que otros sentidos interrumpan el trance. Una tendencia que crece. Buenos Aires, en la mira.
La idea es dejarse llevar sólo por la música. Casi como en un ritual de pura magia o la profecía cumplida de Bruce Springsteen y su “Dancing In The Dark”: varias personas se reúnen para bailar a oscuras, moverse y sudar por una hora, tiempo suficiente para disfrutar de las nuevas fiestas “No Lights No Lycra” (NLNL), que de a poco se van expandiendo por el mundo.
El particular evento nació en Berlín, Alemania. Esta fiesta, cuyo objetivo es bailar en la oscuridad, se celebra cada semana en el sótano de un viejo edificio comunista abandonado en el este de la ciudad, donde lo único que se percibe -pero no se ve- es la presencia de otros cuerpos cercanos sacudiéndose al ritmo de distintos sonidos.
“No hay luz, no hay lycra, no hay maestros ni pasos que aprender ni técnica; sólo movimiento libre”, definen lo organizadores, y agregan: “NLNL es un espacio donde puedes dejarte ir, sacudirte las tensiones de la semana y librarte a la música y a tu cuerpo, un espacio sin pretensiones donde puedes ser completamente tú mismo”.
¿Qué suena? Lady Gaga, Pink Floyd, Michael Jackson y The Who, por ejemplo, en una mezcla que parece interesante.
Y es que las alrededor de 30 personas que participan en cada edición, en su mayoría jóvenes de entre 20 y 35 años, están lejos de ser “freakies”. ”Viene gente que sólo quiere bailar”, explica en la penumbra la australiana Annabel Brady-Brown, una de las organizadoras. “Las personas que realmente aman el baile -afirma- no disfrutan yendo a una discoteca. Ahí todo es muy social, la gente bebe, se exhibe, conversa y a veces hay drogas”.
Sanos como el agua
Música. Sólo música. Es casi como un ejercicio físico para quemar calorías. En NLNL ni siquiera se venden bebidas. No está permitido fumar y “la gente no se habla”, explica Brady-Brown. “Bailan toda la sesión. Es como estar desenfrenado y solo en tu habitación. Por eso la fiesta dura sólo una hora; no aguantarían más”.
La idea nació precisamente en una casa: la de las estudiantes australianas Alice Glenn y Heidi Barret en Melbourne, que en 2009 comenzaron a organizar fiestas sin luz en su salón y para amigos.
NLNL se hizo pronto un evento bien conocido por todo joven de Melbourne y luego de Australia, hasta que comenzó a contagiarse a otras ciudades del mundo: Nueva York, Glasgow, San Francisco, Amsterdam y Berlín. Los creadores ya sueñan con desembarcar en Barcelona, París y Buenos Aires.
“En Melbourne se celebra dos veces por semana y hay gente verdaderamente adicta”, recuerda Brady-Brown. La situación en otras ciudades varía: “Si se lo cuentas a alguien en Berlín le parece ‘cool’, pero al mismo tiempo le da un poco de miedo y no sabe qué esperar”.
Cuando la hora de baile sin complejos termina y llega el momento de reencontrarse con la luz, se ve que no hay razones para temer: el ejército de bailarines invisibles está formado por estudiantes y profesionales de todo el mundo con muchas ganas de divertirse que sólo decidieron pasar al “lado oscuro” por una noche
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