La policía de Turquía mantiene arrestadas a 12 personas aprehendidas por su presunta relación con el ataque contra el club ‘Reina’ durante la noche de Fin de Año, que dejó 39 muertos y múltiples personas heridas, mientras sigue fugado el supuesto autor de la masacre, reivindicada por el grupo terrorista Daesh. Los servicios de inteligencia turcos tienen «pistas sobre las huellas dactilares y la apariencia» del sospechoso, aseguró el viceprimer ministro, Numan Kurtulmus.
Además, las autoridades turcas han puesto bajo custodia policial a su familia, aunque la policía no ha revelado su identidad. «La policía sabe la identidad del atacante (aunque no la ha revelado a pesar de publicar su foto) y su familia está en custodia policial», indicó el diario Hürriyet. No obstante, ya se ha filtrado su nombre: Lakhe Mashrapov. Tiene 28 años y es natural de Kirguizistán.
Parecía tener experiencia de combate y podría haber recibido entrenamiento en Siria, según el periódico ‘Haberturk’ y una fuente de los servicios de seguridad citada por la agencia de noticias Reuters. «El asaltante tenía experiencia de combate, eso por supuesto. Podría haber luchado en Siria durante años», ha asegurado la fuente, que considera también probable que las directrices sobre el tiroteo partiesen directamente de Daesh, que ha asumido el ataque.
En el ataque murieron 39 personas y otras 65 resultaron heridas, una importante parte de ellos extranjeros. La mayoría de las víctimas extranjeras proceden de países árabes, sobre todo de Arabia Saudí, mientras que todavía está por determinar la identidad de uno de los fallecidos.
El club «Reina» de Estambul es sinónimo del estilo de vida de clase alta y en los últimos años se había convertido en un lugar de peregrinación para adinerados turistas árabes que no pueden compaginar su visión del ocio con las leyes de su país. El ataque parece dirigido contra el estilo de vida moderno, contra el hábito de reunirse en bares, festejar y tomar bebidas alcohólicas.
Mientras, una institución de la sociedad civil turca presentó una denuncia contra el titular del Ministerio de Asuntos Religiosos (Diyanet), Mehmet Görmez, por el sermón oficial del viernes pasado en el que calificó la celebración de Año Nuevo de «ilícita». También varios medios de comunicación oficialistas habían animado a los ciudadanos turcos a no festejar la entrada del Año Nuevo, por considerarla una festividad no musulmana.
A pesar de estos llamamientos, la policía turca había desplegado en Estambul a unos 17.000 agentes por la amenaza constante de posibles atentados terroristas.