Los casos sobre violencia doméstica, en específico la que se produce en contra de los hombres, ya han dejado de ser una singularidad. De acuerdo con un trabajo de investigación publicado en el diario venezolano El Tiempo, en materia de violencia intrafamiliar existe cinco por ciento de hombres agredidos.
“Sí, mi mujer me pega. Susurra la frase como para que nadie más escuche. Y de inmediato pide el anonimato (Juan es un nombre ficticio). Es de piel morena, fornido, tan alto que debe tener la estatura promedio de un basquetbolista. Realata su caso al receptor de denuncias de la Jefatura Civil de Caricuao, parroquia del suroeste caraqueño, engola la voz y habla bajísimo”, se informa sobre el testimonio de un hombre que fue golpeado.
Lea la nota completa:
Frente al espejo y en silencio, Juan llora. No son demasiadas las lágrimas que se deslizan por su rostro. Se niega el permiso de desahogarse y trata de contener el llanto. Pero no lo logra del todo. Anoche su esposa le pegaba con fiereza. Mientras, él sólo le pedía que no gritara, que bajara la voz. Las cachetadas, los arañazos, importaban menos que el hecho de que los vecinos escucharan, otra vez
Frente al espejo y en silencio, mientras llora, Juan se abotona la camisa para salir a denunciar. Entonces se observa con cuidado los hematomas que el huracán de anoche dejó en su hombro. Eso lo podrá ocultar, pero no el moretón que tiene cerca del cuello. Y vuelve a pensar que, seguro, los vecinos escucharon. Recuerda que la vez anterior una vecina, tras una sonrisa pícara, le preguntó: “¿Y usted cómo está? ¿Todo bien?”.
Le cuenta la historia a El Tiempo sin vergüenza y con detalles. Así como permitiéndose desahogar la rabia. Y lo dice claramente:
–Sí, mi mujer me pega.
-Susurra la frase como para que nadie más escuche. Y de inmediato pide el anonimato (Juan es un nombre ficticio). Es de piel morena, fornido, tan alto que debe tener la estatura promedio de un basquetbolista. Realata su caso al receptor de denuncias de la Jefatura Civil de Caricuao, parroquia del suroeste caraqueño, engola la voz y habla bajísimo:
– Lo que pasa es que ella me dice que si nos divorciamos me va a quitar a los chamos. No va a dejar que los vea. Y me amenaza.
Juan no habla de los golpes.
Desprotección
Pareciera que es incorrecto hablar de violencia doméstica cuando una mujer arremete contra su pareja, explica Héctor Tovar, el encargado de recibir las denuncias en la Jefatura de Caricuao. Es por eso que, asegura, el género de la persona determina el procedimiento a seguir ante los casos de violencia: “Cuando se trata de agresiones a la mujer, se abre un procedimiento penal, se dictan medidas a su favor y se remite el agresor a un fiscal del Ministerio Público. En el caso de que la víctima sea un hombre, se firma una caución conciliatoria para que se respeten”.
Tovar no se ríe. Quizá por solidaridad con sus congéneres: “Es un asunto serio. Las mujeres abusan muchas veces de la ley, porque saben que las respalda”.
El funcionario se refiere a la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. La norma, que las protege de 19 formas de violencia, podría ampliarse. En mayo de este año, tras una solicitud del Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, la Asamblea Nacional aprobó en primera discusión tipificar una nueva modalidad: el femicidio.
Históricamente las mujeres han sido maltratadas por los hombres, y estadísticamente así está comprobado, alega la feminista Alba Carosio, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, para justificar la existencia de la estructura legal orientada a la protección de la mujer.
La abogada y profesora universitaria Ana Julia Niño señala que la violencia debe ser atacada desde una perspectiva más amplia: “Es una postura machista dotar de protección sólo a la mujer. Significa reconocer que ella está en situación de minusvalía, que el único que puede agredir es el ´macho´ y eso es desconocer que la mujer también es capaz de acumular agresividad y materializarla”.
Para Leoncio Barrios, psicólogo social y profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela, el régimen jurídico de protección a la mujer era necesario que se aprobara, porque es una lucha histórica. Coincide con Niño: considera que la legislación debe ser más amplia y proteger a todos los miembros de la familia.
Eso era así antes. Hace seis años, la Ley de Violencia contra la Mujer y la Familia, derogada en 2007, sí le brindaba protección al hombre como parte del entorno familiar. En aquella disposición se establecían deberes y derechos igualitarios para los cónyuges.
Cifras negras
De acuerdo con cifras oficiales, el Ministerio Público recibió, hasta el 30 de agosto de este año, 65 mil 454 denuncias por violencia de género. Al referirse a esa cuenta, la fiscal Luisa Ortega Díaz no precisa si algunos de esos reportes son atribuido a hombres. “Muchas mujeres consideraban el sometimiento por parte del hombre como una ley, pero desde que tenemos este instrumento jurídico, ya las mujeres saben que no pueden ser agredidas y merecen respeto”, dijo la funcionaria en el programa de radio “En sintonía con el Ministerio Público”, transmitido por Radio Nacional de Venezuela.
El receptor de denuncias de la Jefatura de Caricuao sostiene que casos como el de Juan, aunque esporádicos, sí ocurren: de cada 100 acusaciones de violencia de género, al menos tres son de una mujer hacia un hombre. Es una estimación difusa, poco precisa, advierte el funcionario.
Las estadísticas de violencia intrafamiliar presentadas en 2005 por el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) señalan que los tipos más frecuentes de violencia doméstica en el área Metropolitana de Caracas son la psicológica y la física. En ese estudio tampoco se apreciaba cuántos casos de agresiones a los hombres se registraron.
Una investigación sobre violencia intrafamiliar realizada por la Universidad Nacional de la Seguridad en la parroquia Sucre de Caracas refiere que en 2009 el Cicpc recibió 11 mil 843 denuncias de mujeres maltratadas y 117 por homicidio en el área metropolitana. En el estudio siempre se asume que las víctimas invariablemente son mujeres: se desagregan tres tipos de violencia: a los niños y adolescentes; a los adultos mayores, y a las mujeres. No se considera a los hombres.
La Asociación Civil de Planificación Familiar (Plafam) y la Asociación Venezolana de Sexualidad Alternativa (Avesa), dedicadas a la planificación familiar, tampoco llevan un registro de esta forma de violencia de género.
En Plafam, hace dos años, presumían que en materia de violencia intrafamiliar hay 5% de hombres agredidos. Hoy no tienen idea: un programa de esta institución que llevaba el nombre de “violencia basada en género”, ahora se llama “violencia contra la mujer”, para que no quedara dudas de que sólo se atienden a mujeres víctimas, no a hombres, explica Valeria Díaz, vocera de esta instancia.
“Que no haya cifras no quiere decir que no exista el problema”, sostiene el psicólogo social Barrios. “Aquí se suele hablar de violencia para referirse estrictamente a las denuncias. Lo que se denuncia es lo más dramático, ciertamente. Pero hay una cifra negra, que no es la de los golpes, sino la de las descalificaciones, el dominio cotidiano y el irrespeto. Por eso cuando hablamos de violencia de género no se puede hablar sólo de cifras. Es un asunto difícil de cuantificar”.
El especialista agrega que algunas mujeres, sabiendo que biológicamente podrían estar en desventaja con el hombre para agredirlo, no utilizan un arma física, sino una psicológica: la manipulación. “Es lo que se conoce en criollo como el ´cuaimismo”
Para la abogada Ana Niño se trata de un círculo vicioso: no hay estadísticas dado que no hay instituciones que se dediquen a ayudar al hombre, y no hay instituciones porque no se puede comprobar estadísticamente que ocurre la violencia intrafamiliar hacia el hombre.
Algunos hombres no han reprimido sus gritos. En Panamá, en 2007, se llevó a cabo una caravana encabezada por el alcalde de la localidad, en la que hombres aseguraban ser agredidos por sus esposas. En Ámsterdam funciona desde 2008 un centro de atención al hombre agredido, que surgió por el aumento de casos de violencia al género masculino.
Vergüenza pública
Para Juan no fue fácil ir a denunciar. Y en la Jefatura evitó hablar de los golpes. No echó el cuento completo por el miedo a la burla. No echó el cuento completo porque al hombre socialmente no se le permite hacer drama, quejarse, mostrarse efusivo, sensible, sostiene el psicólogo Barrios. “Son contenedores culturales de las emociones”, dice el experto. Y por esa presión el hombre no buscará ayuda, coinciden las psicólogas clínicas Virginia Álvarez y Patricia Valderrama: son pocos los casos que han llegado a sus consultas.
Valderrama acota que en algunas ocasiones, en terapias de familias, ha constatado que el hombre también puede ser víctima. Barrios cita como argumento de la situación se ha naturalizado: “Siempre ha sido bien vista una mujer capaz de cachetear al hombre”.
El psicólogo social ve algo claro en el perfil de las víctimas masculinas: suelen venir de familias donde hubo una madre dominante. “Eso es muy frecuente en nuestra sociedad, sobre todo en los sectores populares, porque el hombre suele estar ausente, la mujer jamás. Eso puede dar pie a la sumisión”.
Puñaladas en el pecho
Ya Arelis Quiróz le había advertido a William, su esposo, que lo mataría. Él desestimó el aviso y volvió a reprocharle que estuviera saliendo con otro hombre. Él de 40 años y ella de 23, eran muy celosos. Quizá por la diferencia de edad. Ambos estaban borrachos cuando todo ocurrió, en agosto de 2012, en la casa que compartían en la calle 9 del sector Ezequiel Zamora, en Santa Bárbara del Zulia. Arelis, con precisión, le enterró una navaja en el pecho a William. Vecinos lo llevaron en motocicleta a un centro de salud donde murió. El diario regional Panorama reseñó que el Cuerpo de Policía del estado Zulia (Cpez) detuvo a la homicida y la trasladaron al retén policial de San Carlos.
Amantes asesinos
Pierina González no quería seguir con su esposo. Pero no se atrevía a decírselo. Él, Ferdinan Blanco, quien trabajaba como vigilante privado, ignoraba los rumores según los cuales su esposa intimaba con el vecino Víctor Regalado. Su pálpito convirtió la nochebuena de 2011 en un horror. No fue a trabajar y encontró a los amantes en su propia casa, en el sector el Zulia, en Guarenas, estado Miranda. Nadie escuchó la discusión a la que Ferdinan no sobrevivió. Víctor y Pierina lo arreglaron todo: vistieron el cadáver y lo acostaron en su cama. Al día siguiente simularon que el hombre no despertó y entonces ella llamó a los vecinos. Lo llevaron, incluso, a un centro médico. Pero ya tenía horas muerto. El Cicpc visitó la casa de la pareja, y Pierina dijo que Ferdinan se había caído hace días, y que tal vez por ello había muerto. Las investigaciones del Cicpc revelaron que murió por asfixia mecánica. Los amantes fueron detenidos.
Lo mató a cuchilladas
La médica cubana María Teresa López está cansada. Harta de las palizas, del maltrato psicológico, tiene la mente nublada. En Barcelona corre la noche del 3 de junio de 2012. María Teresa no aguanta hasta el amanecer para denunciarlo. Ha soportado mucho. Entonces le arrebata el cuchillo a su esposo con determinación. Y comienza la batalla cuerpo a cuerpo que gana ella. O que pierde. Le enterró el puñal nueve veces y él murió. Ella no lo recuerda, todo fue muy confuso. Eso fue lo que le declaró a la periodista Eleida Briceño de El Tiempo, quien la visitó en la cárcel en noviembre pasado. Le dijo que actuó en defensa propia, que está arrepentida. Ahora piensa en sus hijos.
Por Erick Lezama Aranguren / El Tiempo
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