El ex presidente venezolano Jaime Lusinchi lamentó la muerte de Carlos Andrés Pérez, mientras destacaba la imperecedera lección de vocación democrática que dejó al país.
Estas son las condolencias escritas por Jaime Lusinchi:
Con profundo sentimiento venezolanista he querido hacer pública mi manifestación de pesar por la desaparición física de Carlos Andrés Pérez. A la familia Pérez Rodríguez y a su señora esposa Cecilia Matos de Pérez y sus hijas llegue mi palabra de condolencia.
Juntos nos correspondió transitar la azarosa ruta que condujo a la alborada democrática del 23 de enero de 1958. Desde distintas trincheras compartimos esfuerzos en las tareas de la clandestinidad para poner término a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Fui testigo de su infatigable actividad para enfrentar los delirios revolucionarios de algunos jóvenes venezolanos que penetrados del incubo de la doctrina marxista, desde Cuba, intentaban dar al traste con nuestra incipiente democracia.
Juntos fuimos atentos discípulos de Rómulo Betancourt y de él aprendimos que ser demócrata en exponerse día tras día al juicio crítico de los ciudadanos. Juicio implacable, severo y, muchas veces injusto, pero que jamás puede llevar a que el responsable de la función pública renuncie a la tolerancia y transite el camino pecaminoso de la autocracia.
Me correspondió en 1989 entregarle la Presidencia de la Republica a Carlos Andrés Pérez. Fue para mí un honor excepcional por su condición de miembro, al igual que yo, del histórico partido Acción Democrática y más aún por el afecto que nos profesábamos. La dimensión del endeudamiento público que desde quinquenios anteriores padecía nuestra hacienda pública y los exiguos ingresos por la renta petrolera durante mi gobierno, presentaba una realidad económica que Carlos Andrés Pérez no dudo en enfrentar diligentemente como era característico en su enérgica personalidad, con un severo programa de ajustes que le granjearon la animadversión de sectores de la izquierda venezolana y del propio sector empresarial. Fueron muchas y desmesuradas las críticas.
En ningún momento me sume a ellas. Permanecí alejado de la política diaria y fui testigo de la ignominia de su defenestramiento como Presidente de la República de Venezuela. Carlos Andrés aceptó, hidalgamente, la desproporción de una pena que habría de convertirse en castigo, no para él sino para sus propios verdugos y el corro irresponsable de quienes lo festejaban.
En esta hora aciaga de los venezolanos, Carlos Andrés nos deja una imperecedera lección de vocación democrática. Aciertos y errores estarán siempre asociados al ejercicio de la función pública. Ayudó a forjar la democracia y respeto el juicio de esa democracia. El hombre altivo como gobernante supo ser el hombre humilde que se sometió al mandato de esa democracia. Frente a su liquidación política dijo, con pesadumbre, “hubiera preferido otra muerte”. Paz a sus restos.
Por Jaime Lusinchi
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