Por Asdrúbal Oliveros y Carlos Miguel Álvarez
Durante las últimas semanas hemos visto con mucha preocupación una matriz de opinión donde se establece la “zonificación” o venta de productos regulados sólo a aquellos individuos que estén registrados en la comunidad, como una medida para garantizar el acceso a la compra de estos productos.
En este sentido, queremos dejar en claro que consideramos que la medida no es adecuada y que, antes que solventar el problema de fondo (el control de precios), más bien lo agravaría.
La ley de oferta y demanda
En Economía existen dos conceptos básicos que, si bien una buena parte de los estudiantes universitarios ven dentro de los cursos sociales en los primeros semestres, a veces parece que quedaran en el olvido a la hora de hacer un análisis sobre los problemas económicos del país.
La oferta y la demanda representan las herramientas fundamentales para la formación de precios y, por ende, saber cómo interactúan ambas nos permite entender la fuente de la escasez de productos y del fenómeno del bachaqueo (reventa de productos con precios regulados).
Por el lado de la oferta tenemos que representa la relación entre la cantidad de bienes ofrecidos por los productores y el precio actual en el mercado. Un aumento o disminución de la oferta depende, entre otros factores, de los costos de producción de los bienes, de los impuestos y de la tecnología. En otras palabras: a medida que los costos disminuyan, los impuestos sean menores y la tecnología permita aumentar la productividad, tendremos una mayor cantidad y variedad de productos.
La demanda, por su parte, representa la cantidad de bienes que los consumidores están dispuestos a adquirir a los precios determinados. Su movilidad depende, entonces, del precio del bien, del ingreso o de la renta de los individuos, de los gustos o preferencias, del precio de los productos que puedan sustituir a dicho bien y del precio de un producto que sea complementario. En palabras más sencillas, la demanda de pan para perrocalientes dependerá de su precio, del salario, del gusto por el pan, del precio de otras marcas de pan y del precio de las salchichas, salsas, papitas y cualquier otro producto que como venezolanos nos inventamos a la hora de preparar perrocalientes.
El modelo de la oferta y la demanda describe la interacción en el mercado de un determinado bien entre los consumidores y los productores, en relación con el precio y las cantidades vendidas. Este modelo predice que, en un mercado libre y competitivo, el precio se establecerá en función de la cantidad demandada por los consumidores y la cantidad proveía por los productores, generando un punto de equilibrio en el cual los consumidores estarán dispuestos a adquirir todo lo que ofrecen los productores al precio marcado por dicho punto.
Bachaqueo: el origen y sus consecuencias…
En el momento en que el Gobierno decretó un control de precios para una gran variedad de productos, en ese mismo instante se originó el bachaqueo. Los controles de precios generan distorsiones en la oferta y la demanda, y a su vez incentivos para la creación de mercados negros. En Venezuela, el actual control de precios está vigente desde 2003 y abarca aproximadamente el 70,0% de la canasta utilizada por el Banco Central de Venezuela (BCV) para medir la tasa de inflación.
Viendo el problema desde el lado de la oferta, al fijar un precio “justo” para un bien el productor ve afectada su capacidad de ajuste de precio en función del aumento de sus costos de producción. Es decir: los costos de producir dicho bien en Venezuela se han venido incrementado en gran magnitud, incluyendo los numerosos aumentos salariales decretados por el Gobierno, y ante esto el productor no ha podido subir el precio para mantener la rentabilidad.
Además, la gran mayoría de los productos regulados tienen un componente importado, lo que implica que el productor necesita de divisas para poder mantener sus niveles de producción. Considerando que el precio “justo” toma como tipo de cambio el extinto VEF6,3/US$, al cual pocos tuvieron acceso, entonces no es descabellado ver que los niveles de oferta hayan caído abruptamente. Como productor, no tiene ningún sentido económico producir a un costo que es superior al fijado como precio de venta.
Ahora, por el lado de la demanda, si los venezolanos ven que un producto tiene un precio fijo, sus expectativas racionales son que ese producto va a escasear y por eso se vuelcan a comprar la mayor cantidad que puedan. Es decir, la demanda crece y lo hace por dos razones. Primero, ante las expectativas de escasez, los individuos piensan que es mejor acumular producto en los hogares para no verse afectados en un futuro. Y segundo, con una oferta reducida y con otros consumidores dispuestos a pagar un precio superior, se generan incentivos para adquirir el bien a un precio bajo y venderlo en los mercados negros a un precio mayor.
Si a lo anterior le agregamos el hecho de que la caída del poder adquisitivo de los venezolanos en el 2015 estimamos que fue de 20,7% y que para 2016 proyectamos que sea de 34,8%, entonces, aumenta la presión a la demanda de productos regulados considerando que cada vez hay más venezolanos a quienes se les imposibilita adquirirlos en los mercados no regulares.
En conclusión, el problema de la escasez y del bachaqueo es la consecuencia del control de precios y control de capitales decretado por la actual administración.
¿Cómo funciona el mercado negro y el bachaqueo?
Para entender el funcionamiento de los mercados no oficiales es vital revisar el impacto que los controles de precios tienen en el comportamiento de los agentes. En este sentido, podemos identificar cuatro tipos de individuos: los productores, los comercios formales, los revendedores y los consumidores finales.
Los productores, como ya hemos comentado, dejan de tener incentivos para seguir produciendo el bien regulado. El control de precios impacta en la rentabilidad y, en consecuencia, deja de ser atractivo para la industria mantener la producción: tenemos menos productos disponibles para la venta.
En cuanto a los comercios y canales formales de venta, la situación es delicada.
Mantener el producto en los anaqueles durante todos los días es prácticamente una tarea imposible. Al tener un precio por debajo del mercado, las ventas se multiplican, sólo que esto no se transforma en mayores ganancias. Todo lo contrario: las ganancias pasan a ser limitadas y fijas. Además, el tránsito de público en las instalaciones se multiplica y termina siendo un dolor de cabeza para los comercios ya que sus clientes habituales empiezan a dejar de ir a los establecimientos.
Los revendedores son quienes obtienen mayores beneficios, por no decir que son los únicos. Estos individuos empiezan a dedicar cada vez más tiempo a la adquisición de productos regulados a su precio “justo”, pero no para su consumo sino para la reventa a un precio de mercado superior al fijado. La ganancia en este caso sería la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta. En este punto es importante resaltar que el precio de venta es fijado por ellos individuos al considerar indirectamente cuál es el costo del tiempo dedicado a la actividad.
Finalmente, los más perjudicados terminan siendo los consumidores finales. Ante la dificultad para adquirir el producto regulado, terminan comprando a los revendedores a un precio al cual no tienen forma alguna de presionar a la baja. Adicionalmente, es este grupo el que sufre de una mayor caída en su poder adquisitivo siempre y cuando su salario no aumente al ritmo que lo haga la inflación.
Dentro de este esquema hay que incluir que, hoy en día, para el caso de Venezuela la existencia de los bachaqueros también pasa por el nivel de rezago que existe en los salarios. Un bachaquero puede llegar a tener un sueldo que, dependiendo del tiempo que dedique a esta actividad, supera en cinco veces el salario mínimo oficial.
¿Son los controles la solución a nuestros problemas?
Volviendo al título de este artículo, plantear la “zonificación” como medida para eliminar el bachaqueo y la escasez es lo mismo a proponer mayores controles. Y, si hemos sido claros, ya sabemos que los controles generan mayores distorsiones y mayor escasez, pero no soluciones. Si esta tesis no es convincente, veamos las medidas aplicadas por el Gobierno para “solventar” el problema.
En primer lugar, se estipuló una limitación en cuanto a las cantidades que se podían adquirir por personas. Como resultado, la demanda creció aun en mayor medida y ejerció presión en los precios de los mercados negros donde sin ningún problema se podía adquirir la cantidad que uno deseara.
Un segundo control fue la implementación del terminal de la cédula de identidad para indicar qué día podían comprar los venezolanos los productos que se encontraban ya más regulados. Considerando que, ante una oferta reducida, no todos los días llegaban productos a los establecimientos comerciales, era de esperarse que la demanda recibiera más presión y sin duda alguna mayores precios en los mercados no oficiales.
El tercer intento fue el captahuellas. De igual manera, como los controles anteriores, el resultado no ha sido otro diferente que una mayor demanda y por tanto un precio aún mayor. Entonces, si se implementa la zonificación como mecanismo de control el resultado no será diferente. Veremos mayores precios y menos productos.
Por último, el cierre de fronteras. Esta medida fue tomada para evitar la salida de productos regulados del país, sin embargo, sólo hace falta ir a las ciudades fronterizas para verificar que fuera de Venezuela se consiguen con gran facilidad los productos que los venezolanos no podemos acceder sin incurrir en mercados negros o dedicar un buen tiempo en una cola.
Como venezolanos tenemos que entender que la política de control de precios no tiene otra solución que no sea su eliminación. La exigencia debe estar dirigida en este sentido y no en el diseño de mayores controles que fuera de solucionar el problema generaran mayores distorsiones.
¿Qué pasaría si hubiese
mercados competitivos?
Como economistas, siempre hemos llamado al desmontaje del control de precios. Con su eliminación los beneficios llegarían a todos los sectores de la economía. Por un lado, los precios llegarían a un punto de equilibrio donde los consumidores podrían ir, como es normal en cualquier otro país, y adquirir la cantidad que necesitan sin el temor que en el momento que necesiten más no lo vayan a conseguir.
Los productores recuperarían los niveles de rentabilidad y consecuentemente no sólo aumentarían la producción, sino que también tendrían incentivos para llenar el mercado con diferentes presentaciones. Es decir: los anaqueles volverían a estar llenos y con una variedad de bienes que al día de hoy solamente pueden ser vistos por aquellos que tienen la oportunidad de viajar fuera del país.
Y sin duda alguna, seríamos los venezolanos quienes pasaríamos a tener una mayor calidad de vida donde no tendríamos que acudir a mercados informales y pasaríamos a poder adquirir el producto que deseamos, en el momento que nos apetezca y a un precio adecuado para los niveles de ingresos.