La Virgen de Chiquinquirá cumple 310 años protegiendo al pueblo zuliano

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La Virgen de Chiquinquirá cumple 310 años protegiendo al pueblo zuliano. El 18/11/1709 se produjo el milagro de la renovación de la Imagen mariana en la Tablita

RESEÑA HISTÓRICA
La historia se remonta al siglo XVI cuando los frailes dominicos realizaban expediciones de evangelización en la región del centro del país. Un caballero proveniente de España, Antón de Santana, en 1560 obtiene la encomienda de la región para levantar una casa dotada con diferentes dependencias, apropiada para la administración de los colonos, los indígenas y esclavos; además debía construir una capilla para oficios religiosos en Suta. ​ Posteriormente de España llega un fraile colaborador en las misiones, fray Andrés Jadraque que ve la necesidad de dotar la capilla con un lienzo o cuadro de la Virgen del Rosario, advocación promulgada por la Orden Dominicana a la que pertenecía el religioso. De esa manera acuden a un pintor también español Alonso de Narváez, quien vivía en la ciudad de Tunja, en Boyacá, cercana a la región, para pedirle que pintara a la Virgen del Rosario. ​ Todos acuerdan poner al lado de la Virgen a sus santos de devoción, san Antonio de Padua y san Andrés por ser el primer patrono del encomendero que solicitaba la imagen y el segundo, del fraile que la había mandado a hacer.

Para el año de 1562 la pintura hecha de algodón indígena que media 125 cm de ancho por 111 de alto ya estaba en la capilla y allí permaneció por más de una década hasta aproximadamente el año 1574.6​ Para entonces la capilla, que tenía techo de paja, se deteriora a consecuencia de la humedad, al punto que la imagen quedó prácticamente borrada. La imagen estaba en tan mal estado que fue llevada dentro de la misma región a la población de Chiquinquirá, donde fue abandonada en una habitación que muy raras veces fue usada como capilla u oratorio. Se dice que incluso el lienzo sirvió para secar granos al sol.

Imagen de la Virgen de Chiquinquirá de Baltasar Vargas de Figueroa – Museo del Banco de la República de Colombia.
La crónica histórica (elaborada al año siguiente de los acontecimientos) señalan que en el año 1586 María Ramos, una mujer del lugar, sabiendo que el lienzo había guardado la imagen de la Virgen María, decide reparar el viejo oratorio y el lienzo maltratado, otorgándole el mejor lugar de la capilla. Diariamente oraba y pedía a la Virgen del Rosario que se manifestara, hasta que el 26 de diciembre de 1586 cuando María salía del oratorio, una mujer indígena llamada Isabel junto a su pequeño hijo, al pasar por el lugar, le gritaron a María: «mire, mire Señora…». Al dirigir su mirada a la pintura, ésta brillaba con resplandores y la imagen, que estaba irreconocible, se había restaurado con sus colores y brillo originales; los agujeros y rasguños de la tela desaparecieron. Desde entonces empezó la devoción a la advocación conocida como «Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá».

El santuario fue confiado a la orden de los Dominicos, quienes construyeron un convento a su lado, guardando la imagen hasta tiempos presentes.

La Virgen nunca murió y eso llena de alegría a quienes creen en Ella y en su hijo Jesús. La veneran en su Tablita, como hace más de tres siglos.

¡Ese es el milagro, que tenga 310 años de vida en este estado! 

VIRGEN DE CHIQUINQUIRA

«Ella anualmente se renueva en la música, en la gaita, en todas las artes y hasta en el diseño, porque la imaginería la lleva a lucir en vestidos, mantas, franelas, zarcillos, collares, y seguro estoy que la gente lo luce con respeto. La gente se convierte en un templo andante».

A esta reflexión llegó, hace un par de años, Carlos Sánchez Fuenmayor, curador de arte y quien fue durante 10 años profesor  de la cátedra libre Chiquinquireña en la Unica.

 

María es Madre de Todos y dignidad de un pueblo es el lema de la festividad de 2019

Desde la humildad de su Retablo, la Virgen de Chiquinquirá cautiva el corazón de quien visita la Basílica, de quien la vea salir en procesión, del que escucha una gaita en su honor y de todo aquel que de labios de un zuliano oiga cuánto la veneran.

Morena e indiana. Su luz es amparo de todos desde aquel 18 de noviembre de 1709, fecha en la que, según el hermano Nectario María, ocurrió el milagro de la renovación del Retablo.

La Reliquia que este lunes 18-N saldrá en procesión por las calles saladilleras, llegó a manos de una humilde lavandera —otros dicen que molendera de cacao—.

Pero, ¿cómo la Tabla fue hallada en las aguas, cómo arribó a Maracaibo?

La Tablita es semejante al lienzo que en Colombia, hacia 1560, pintó —a pedido del encomendero español Antonio de Santana, quien vivía en Sutamarchán (actual Boyacá) y del fraile Andrés Jadraque— el artista plástico Alonso de Narváez.

La solicitud para el pintor fue clara: ubicaría en el centro de la tela a la Virgen del Rosario y a los santos de su devoción: a la derecha de la Virgen a San Antonio de Padua por ser el santo del encomendero, y San Andrés, a la izquierda, el del fraile.

La pintura llegó a un templo situado en Chiquinquirá (Xequenquirá, en voz chibcha significa lugar pantanoso). En el vecino país, la imagen mariana se renovó el 26 de diciembre de 1586.

La memoria popular guarda muchas versiones sobre la aparición de la Chiquinquirá en suelo marabino.

La posición más arraigada, recogida en el libro Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá del hermano Nectario María, señala que la imagen de la Chinita había sido traída a Maracaibo en un bergantín, perteneciente a unos piratas, quienes la habían robado de una iglesia de las costas de Nueva Granada (hoy Colombia).

Después de haber peleado en las islas antillanas, del bergantín cayó o arrojaron al agua el pequeño cuadro de Nuestra Señora de la Chiquinquirá.

Otras posiciones indican que la Tablita fue lanzada por los corsarios a las aguas para conjurar así las tormentas del Caribe.

Se ignora cuánto tiempo estuvo el milagroso cuadro sobre las aguas del Lago.

 

Obra: José Hernández

Nadie sabe el nombre de la elegida de la Chinita, dice el gaitero Renato Aguirre.

Lo cierto es que la larga exposición a la intemperie y la acción del agua, borraron la pintura. Solo quedaron confusos rasgos.

“Debemos rendir honores a ese Lago que nos ha legado cuatro dones maravillosos: la identidad venezolana, la libertad, la riqueza petrolera y sobre todo por ser el primero que portó la Sagrada Reliquia de Chiquinquirá, motivo de devoción en el Zulia y Venezuela”, ha expresado Balmore Oroño, servidor de María.

“María Cárdenas, seguramente, era la dueña de la casa donde trabajaba la lavandera que tuvo el don de rescatar de las aguas a la Chinita. Siempre he pensado que ella vio en la Tabla una imagen de santo o virgen y le llamó la atención, por eso se la lleva, y luego al secarse la Tabla ocurre el milagro de la renovación… No hay que dudar de ese resplandor que se divisó desde esa casa e iluminó el Zulia”, decía Sánchez, quien falleció en diciembre de 2018.

 

La mujer que halló la Tablita es recordada en la Basílica. Pablo Castellani, el pintor de la Chinita

Sobre la mujer que halló el Retablo en el Lago, el compositor gaitero Renato Aguirre, autor del tema La Elegida’, en entrevista con José Rafael Rivero, dijo: «Advierto que hay un personaje que está dentro de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. Mi hermano decía: “Lavando una viejecita a orillas de nuestro Lago…”. Mi mamá me contaba algunas cosas; pero después, con el tiempo, me encuentro con el hermano Nectario María, un especialista en investigaciones marianas en América y hallé una respuesta que me satisfizo. Él dice que el nombre de la señora que consigue la Tabla en la orilla de la playa , no quedó para la historia. ¿Cómo es posible eso? (…) Nectario María me ayuda a identificar quién es la persona, aunque no se conoce el nombre, quien consiguió la Tablita y que por tanto concibe el milagro. Esa señora es la elegida a quien yo le hice ese tema. Por supuesto está involucrada la madre, porque la Chiquinquirá en el Zulia la eligió a ella, a la desconocida. Fátima también eligió, eligió Guadalupe. Mucha gente dice que la elegida es la Virgen, y yo les digo que la Virgen es la elegida de Dios ¿No eligió Coromoto al indio Coromoto incluyendo a su familia que estaba en ese momento en el río?
(…) Mi dedicación en ese tema, obviamente es una ofrenda a la Chiquinquirá, pero es para esta señora que la historia no tiene su nombre. Ignoro por qué. Quién se asoma al frontis de la historia es María de Cárdenas. Y es muy fácil, para quien no le guste trabajar, decir que fue María de Cárdenas (…)».

–¿Es real la imagen que venera al devoto?
– Sí, señalaba convencido el profesor universitario. “La imagen se restauró sola, recobró sus colores, fue repintada sin intervención humana, ese es el milagro… Mira todo tiende a descomponerse con los años y por algo está Ella en la Tablita”.

“En junio de 1994, el licenciado en bellas artes y restaurador Fernando Tovar Pantin, de Valencia (Carabobo), fue contratado por la Arquidiócesis marabina para que restaurara la Reliquia. A él correspondió la consolidación y desinfección del soporte lígneo (madera), remover barnices y repintes, barnizado y retirar apliques y adornos ajenos a la obra.

 

Flores llevan los devotos a María de Chiquinquirá.

Hay dos anécdotas sobre ese trabajo —rememoraba Sánchez— Cuando él saca de su resguardo la Tabla, ésta se le pandeó, y él se puso muy nervioso porque ya la Tabla estaba rota… decidió esperar hasta el otro día para decidir qué hacer al respecto y al despertar y acercársele notó que había recuperado su estado.
Sobre la otra anécdota, dijo que en la Reliquia había colores vegetales y minerales y que sobre esa pintura existía una impresión (sobreimpresión) de la Virgen que él no sabía explicar…. Ahí está el milagro de la renovación”, insistía Carlos Sánchez.

Así como de milagrosa la califican, a la Virgen le llegan para orarle, darle gracias y pedir su protección. A diario, frente a su nicho, llegan a pasar más de 200 o 300 personas.

Este es un pueblo que reconoce en Ella un ícono del matriarcado, de allí el arraigo. Venerarla y rendirle honores nos lo enseñan las madres, las abuelas, las tías. Ellas nos describen a la Chinita como la Madre que une y ama al Zulia, pero que también socorre, da favores, sana, cura, reconcilia y renueva la fe.

 

La festividad de la Chiquinquirá va de finales de octubre a comienzos de diciembre en el Zulia.

“No se concibe la idea del pueblo maracaibero sin su apego a la Chinita, a menos que no se sea católico. Ser zuliano es ser devoto de la Chiquinquirá, por eso donde hay un zuliano allí existe la devoción a la Virgen, esta celebración embarga de felicidad a todos los que vivimos en el Zulia”, opinaba un obispo de Cabimas hace más de tres lustros.

Señalaba que, desde el punto de vista religioso, hay que tener presente que el pueblo cristiano se identifica con la Virgen María. La devoción está muy arraigada en el corazón del pueblo, por el papel que María, como Madre de Jesucristo, tiene en la historia de la Salvación y en la obra redentora de Jesucristo.

La Iglesia dice que se cumplió en Ella, “la profecía de Simeón, de que una espada atravesaría su corazón”; presenció la crucifixión de su Hijo.

En la Cruz —exponía monseñor Ubaldo Santana, arzobispo emérito de Maracaibo— «nosotros fuimos confiados a Ella. El don de su maternidad brota del mayor momento del amor redentor de Jesús. El don de María es fruto del amor extremo de Jesús por la humanidad. No estamos solos. El Señor ha puesto a nuestro lado una madre solícita que vela sobre cada uno de nosotros y nos acompaña en nuestro caminar discipular. Esta es la gracia que ha experimentado el pueblo fiel zuliano (…) Ella ocupa un lugar primordial como madre de todos los creyentes”.

El amor a Ella es como el del hijo a su madre biológica. “Si a la madre que cumple años, la homenajeamos con lo mejor… no se concibe algo distinto para la Chiquinquirá. Para Ella, lo más bonito», dicen devotos.

Hasta los diseñadores se disputan quién le confeccionará el mejor manto.
«Con la Chinita somos generosos y desprendidos. No hay reinado en el mundo que sea como el de Ella, su corona pesa más de 10 kilos, ¿quién lleva en su cabeza una corona como esa?, preguntaba Sánchez.

 

La Virgen lleva su corona desde noviembre de 1942.

Sobre la fiesta patronal — describía el maestro Rafael Rincón González (fallecido en enero de 2012)— El Saladillo era, por estos días, blanquiazul. Banderines adornaban las casas, donde en los frentes vendían dulces tradicionales.
Imponente, la Patrona del Zulia recorría, en hombros de sus servidores, la Calle Derecha y toda la barriada.

Estrenar vestidos, trajes, zapatos y hasta sombrero era tradición. “La fiesta patronal motivaba más que la Navidad”, evocan los abuelos.

 

El fervor zuliano hacia Chiquinquirá se vive en Falcón, Lara, Trujillo, Caracas, Táchira, Carabobo y Mérida. Donde están los dominicos existe la devoción, pues ellos tienen su custodia desde hace unos 400 años. Y así como donde está un zuliano está la Chiquinquirá, hijos de esta tierra que hacen vida alrededor del mundo han llevado esta querencia a muchos países.

Cuando en la década de los 70 demolieron “400 manzanas del viejo Saladillo se pensó que la devoción disminuiría. Roberto Lückert, entonces párroco de la Basílica, tuvo la preocupación de que en cada lugar marabino a donde se fuera a vivir un saladillero se hicieran misioneros de Chiquinquirá. Sembraron la semilla mariana y por eso la Basílica es el epicentro de quienes vienen a ofrendarla los días 18 de cada mes o en misa dominical, apuntó en una festividad el padre Eleuterio Cueva.

Para quienes la veneran, Ella es esperanza.

El llamado de la Chinita, 310 años después de su renovación, es a la unidad, la Virgen está unida a su Hijo y nos lo presenta como Camino, Verdad y Vida. En el Retablo está secundada por San Andrés, apóstol de la cruz, quien está unido a la cruz de Jesucristo como signo de redención de la humanidad; y por San Antonio de Padua, apóstol de la caridad, quien invita a ser instrumentos de la caridad hacia el prójimo.

 

El Retablo mariano invita a vivir en unidad

«En el Retablo no hay —ni son— tres imágenes, es una sola. Eso nos lleva a vivir esa unidad como estado y como hijos de una misma Madre porque esta ha sido una región que sabe entenderse, resolver sus problemas y sabe trajinar los caminos que la historia traza, somos y seguiremos siendo ejemplo de unidad y fortaleza”, señalaba Cueva.

El curador Sánchez asentía: “El Zulia es una tierra predestinada, privilegiada y Ella nos cuida, nos cubre y une”.

Desde su trono, el más humilde, la Tablita, según el arzobispo emérito Ubaldo Santana, la Virgen sigue haciendo lo que ha hecho desde hace siglos: muestra a su Hijo amado y nos dice a todos: “Hagan lo que Él les diga”.


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