Emplazada entre las montañas de las afueras de Caracas y cerca del mar, Caribia es uno de los sueños más ambiciosos de Chávez, quien espera que un día este proyecto urbanístico, fruto de su revolución socialista bolivariana, sea el hogar de más de 100.000 personas.
Por ahora se instalaron desde agosto unas 5.000 personas en departamentos de hasta cuatro dormitorios, completamente equipados y gratuitos, aunque en el futuro el gobierno tiene previsto fijar una forma de pago para sus inquilinos en función de sus ingresos.
Hasta ahora se entregaron unos 800 apartamentos y se planea construir en total 20.000 como parte de un plan para atender a buena parte de los 130.000 damnificados que dejaron unas fuertes lluvias en 2010 y paliar a la vez el déficit de casas en Venezuela, que llegó a dos millones ese mismo año.
“Mi vida ha cambiado demasiado, yo era una persona muy agresiva y no me gustaba que se me acercaran, desde que estoy aquí comparto, trabajo, hablo y me escuchan”, dice Padrón, de 41 años, mientras trabaja en la panadería de Caribia, donde el pan tradicional cuesta hasta la mitad que en el resto del país y las bebidas tienen en sus empaques la reseña “hecho en socialismo”.
Esta ciudad, cuya ubicación fue elegida por Chávez cuando en un sobrevuelo vio el área, tiene escuela, guardería, un centro de salud, peluquería, arepera, micromercado y un taller de confección de ropa.
Gracias a los servicios que se empiezan a desarrollar en Caribia, Padrón afirma que no necesita “volver” a la caótica Caracas, donde además la inseguridad es un mal cotidiano y el costo de vida es el más alto del país.
“No tengo nada que ver con Caracas, mi vida es aquí. Nunca pensé que iba a tener mi propio trabajo, no me mandan y no mando. Empezamos a vivir en un pequeño paraíso”, dice Padrón, que junto a sus cuatro hijos y su pareja fue de las primeras familias que llegaron a Caribia.
En la incipiente ciudad, que empezó a construirse en 2007, sus habitantes afirman que no existen jerarquías entre ellos, nadie se preocupa por problemas de delincuencia porque no los hay, vivir es barato, la gente se organiza para montar negocios comunitarios con créditos del Estado y la educación es gratuita.
“Aquí vivo tranquilo y feliz gracias a Dios y a Chávez. Estamos empezando una ciudad nueva, si la cuidamos va a seguir segura”, comenta Carlos Silva, un panadero de 47 años, que junto a Padrón y otras nueve personas maneja este negocio “socioproductivo”, en el que se exhibe una de las pocas fotos del gobernante en Caribia, donde decenas de edificios siguen en construcción.
Margarita Fórnica, miembro de una junta comunal, sostiene que en el futuro se espera generar suficientes plazas de trabajo para que la gente deje de trasladarse a diario a Caracas, y seguir aumentando los servicios, como el desarrollo de cultivos biológicos para autoabastecerse de alimentos frescos.
Esta mujer, que tiene cinco hijos, asegura que el hecho de residir ahora en “viviendas dignas” –la mayoría de los damnificados de 2010 vivía en casas paupérrimas en los barrios populares– la ha ayudado a “cambiar de mentalidad para dejar atrás los viejos vicios” y pensar que se puede vivir mejor, según comenta mientras atiende a su hijo en su departamento.
Pese a la “satisfacción” que se siente en Caribia, la enfermedad de Chávez, convaleciente en Cuba tras la extirpación de un nuevo tumor canceroso, ha infundido cierto temor en sus pobladores de que este sueño se desvanezca, aunque algunos están convencidos de que el gobernante, en el poder desde 1999, se presentará y vencerá en las elecciones presidenciales del 7 de octubre.
“Con el favor de Dios y la Virgen, Chávez va a estar bien, porque si él se acaba, esto se acaba y ahí sí las cosas van a estar difíciles”, expresa Silva, con la voz acongojada y los ojos aguados, mientras comienza otra vez a amasar el pan.