Las unidades productoras de criptomonedas, las llamadas “granjas”, requieren poco mantenimiento operativo, pero sí ambientes a bajas temperaturas
Pocas cosas despiertan más pasión entre los emprendedores menores de 35 años que las criptomonedas. Y tiene mucho sentido esta pasión pues al fin y al cabo las barreras de entrada a esta actividad son bajas, ya que se requieren unos pocos de miles de dólares para comprar las maquinas productoras de las soluciones matemáticas de un sistema de ecuaciones criptográficas que se transforman en las llamadas criptomonedas.
Las unidades productoras de criptomonedas, las llamadas “granjas”, requieren poco mantenimiento operativo, pero sí ambientes a bajas temperaturas, por lo que el precio de la electricidad es un importante elemento dentro de los posibles modelos de negocios que soportan esta actividad. Por supuesto, como en muchas de las iniciativas que involucran tecnologías disruptivas, ofrecen retornos extraordinarios que excitan la imaginación de los emprendedores.
No está demás recordar que la seguridad jurídica y la flexibilidad del sistema legal del país donde operan las granjas, y otras actividades conexas como son los centros de depósitos de criptomonedas (conocidos con el nombre de Wallets) son factores relevantes al momento de decidir la ubicación geográfica del negocio.
La tecnología que está detrás de las criptomonedas o criptografía es la responsable de todas las especulaciones que se tejen alrededor de esta actividad. Al fin y al cabo “el bitcoin”, primera de las criptomonedas, surge como una iniciativa para tratar de encontrar vehículos para preservar valor sin estar sujeto a los vaivenes de las políticas económicas de los bancos centrales, o a las “medidas confiscatorias de los gobiernos nacionales”. Esto se logra a través de unas redes electrónicas de intercambio independientes de los sistemas transaccionales convencionales por lo que no existen reguladores y supervisores de la actividad.
La independencia de las criptomonedas es su fortaleza y la vez su debilidad. Al no estar conectados a los sistemas transaccionales convencionales, los criptovalores no pueden ser devaluados, ni sujetos a impuestos y retenciones, pero este mundo anónimo transaccional también es campo abierto para diversas operaciones ilegales que los lectores claramente pueden imaginar.
Si bien el boom del bitcoin, con una rentabilidad del orden de 165% en el 2017, es lo que le ha dado aliento a esta fiebre de las criptomonedas, es de esperarse que en un futuro cercano los entes reguladores atraparán a los granjeros y los incorporarán a trabajar en los sistemas transaccionales convencionales de los que pretenden escapar.
Recordemos el postulado de Herbert Marcuse, filósofo alemán, que sostenía que “el sistema” tarde o temprano asimila a los movimientos que le adversan, poniéndolos a trabajar para su propio beneficio.
A sabiendas que las criptomonedas ampliarán las opciones de los medios de pagos, los expertos sostienen que el gran impacto hasta ahora predecible de la criptografía será el generar plataformas transaccionales más rápidas y seguras, lo que cambiará no sólo la banca como la conocemos, sino también la manera en que corporaciones no financieras ejecutan y registran sus transacciones.
Mientras se consolida el mundo de las criptotransacciones, los interesados en invertir en bitcoins, entre otras opciones, pueden hacerlo a través de un fideicomiso llamado The Bitcoin Investment Trust (ticker:GBTC), cuyo fiduciario es Grayscale. Los costos transaccionales de este vehículo son del orden del 2% anual, y se transa con una prima del 160% sobre el valor de la moneda. Recomendable para cardiacos.
Por Arca Análisis Económico